29 septiembre 2022

Matar a un ruiseñor

El sinsonte norteño (Mimus polyglottos), llamado también “ruiseñor” en algunos países del Caribe, es el pájaro que inspiró a la escritora estadounidense Harper Lee en la famosa obra que da título al artículo de hoy. Ambientada en un pequeño pueblo del sur de Estados Unidos durante la década de 1930, esta novela retrata a una comunidad dominada por los prejuicios raciales, la desconfianza hacia lo diferente y una justicia sin apenas garantías para la población de color. En la novela, los sinsontes son unos seres ingenuos y generosos que en palabras de uno de sus protagonistas “no hacen a otra cosa que cantar para alegrarnos. No devoran los frutos de los huertos, no anidan en los graneros, no hacen nada más que derramar el corazón, cantando para nuestro deleite. Por eso es un pecado matar a un ruiseñor”.


El sinsonte norteño es un paseriforme de la familia Mimidae nativo de América del Norte, América Central y el Caribe. Algunos pájaros de esta familia ya los conocimos en un artículo publicado en este blog que dedicamos a Darwin. Los que ahora nos ocupan son conocidos por su capacidad de imitar, como refleja el significado de su apellido científico. Estas aves imitan los cantos de otras aves, otros sonidos animales e incluso ruidos de máquinas. Poseen un repertorio propio de 200 tipos de canciones que amplían a lo largo de su vida. Cantan también durante las noches y pueden continuar a lo largo de todo el año excepto en la estación de la muda, a fines del verano.

Sinsonte norteño

Una investigación publicada en 2021 reunió al músico David Rothenberg, al ornitólogo Dave Gammon y a la neurocientífica Tina Roeske para descifrar las reglas que rigen la composición musical del canto del sinsonte norteño. Concluyeron que estas aves son capaces de componer melodías de un modo parecido a como lo hacen los seres humanos. Los investigadores hallaron que esta especie se vale de técnicas musicales parecidas a las que los músicos aplican en el proceso de composición. Estas son: cambiar el tono, variar el timbre y modificar el tiempo de transición entre fragmentos (alargándolo o acortándolo). Además, el hábito de imitar extractos del canto de otras aves cercanas ayuda a crear nuevas cadencias tonales.


Las aves emiten sus vocalizaciones por medio de un órgano llamado siringe, que forma parte del tracto respiratorio y se ubica en la parte baja de la tráquea, en el punto de arranque de los dos bronquios. Su estructura está conformada por cartílagos, nervios y músculos. Estos últimos son los encargados de abrir y cerrar el paso del aire proveniente de los pulmones y sacos aéreos, haciendo vibrar una membrana timpaniforme y los labios de la siringe para emitir el sonido que termina siendo modulado por el pico de ave. 


Una de las características más sorprendentes de este órgano es que se puede controlar el flujo de aire que pasa a través de cada lado de esta estructura y crear una gran variedad de sonidos. Las aves oscinas (alrededor de 4.000 especies en el mundo) disponen de un  mayor número de músculos en la siringe, por lo que son capaces de emitir los cantos más variados y melodiosos del mundo aviar.

Las diferencias en el canto de los machos actúan como señales “honestas” (no se presume una intención consciente) de la calidad de los individuos y tienen importancia en la elección de pareja. En biología evolutiva, la teoría de señales intenta explicar la comunicación entre individuos. Esta teoría predice que para que una señal se mantenga en una población, la interacción debe beneficiar tanto al emisor como al receptor.

Es importante señalar que los términos “honesto” y “deshonesto”, cuando se utilizan en biología, no se refieren al sentido humano. No hay intencionalidad, más bien una señal se considera “honesta” si realmente transmite información útil al receptor. Existen buenos ejemplos en el mundo de los reptiles venenosos. Por ejemplo, los colores negro y amarillo de una rana dardo (Phyllobates terribilis) son señales honestas en la medida en que avisan al depredador del riesgo inminente. Los depredadores que sean capaces de detectar el riesgo sobrevivirán a la muerte por envenenamiento y el rasgo será seleccionado.

Rana dardo

De otra parte, una señalización “deshonesta” no implica engaño consciente, sólo que la señal puede transmitir información que no es verdadera. Es el caso de ciertas especies que imitan la coloración de los animales aposemáticos. Por ejemplo, la inofensiva serpiente falsa coral (Lampropeltis triangulum) muestra un diseño de bandas blancas y negras muy similar al de la peligrosa serpiente de coral (Micrurus nigrocinctus).

Falsa coral (izquierda) y serpiente de coral (derecha)

En nuestro país disfrutamos de uno de los mejores tenores del mundo animal: el ruiseñor común (Luscinia megarhynchos). Su repertorio consta de una amplia variedad de trinos, silbidos y gorjeos, en tonos ascendentes y descendentes. El canto tiene una gran musicalidad y una gran complejidad del fraseo. El tono es dulce y claro, y la melodía es rica y vigorosa. Además, el canto puede prolongarse durante bastante tiempo.


Los primeros en ocupar los territorios de cría son los machos. Llegan unos diez días antes que las hembras, procedentes de sus cuarteles de invierno africanos. Desde su llegada despliegan su repertorio musical para atraer a las hembras y hacer ostensible su presencia frente a otros machos rivales. Además, mantienen su actividad canora durante la noche, lo que ha determinado su nombre en inglés (nightingale).

Ruiseñor común

Los ruiseñores aprenden el canto de otros congéneres tras varias noches de atenta escucha. Los cantos en los que prevalecen los silbidos están más dirigidos a las hembras, mientras que las canciones sin silbidos se dirigen con preferencia a los machos vecinos y juegan un papel central en la defensa del territorio. Éstos están muy delimitados y los machos adultos se mueven a lo largo de todo el espacio circundante del nido. En general, el tamaño de los territorios es inversamente proporcional a la disponibilidad de alimento, de manera que, a mayor cantidad de recursos, menor es su superficie.

Cantar de noche supone un coste metabólico intenso y un notable consumo de reservas corporales ya que los trinadores no se alimentan durante ese tiempo. El canto no solo se produce en primavera, durante la época reproductora. Los ruiseñores también cantan en sus zonas de invernada, en África subsahariana, aunque con un repertorio menos amplio. 

Canto del ruiseñor común. Tomado de https://www.youtube.com/watch?v=XdlIbNrki5o

Los jóvenes tienen una gran capacidad de aprendizaje para el canto que oyen de los adultos. Aprenden escuchando las secuencias vocales más complejas que integran las canciones. La mayor variedad de silbidos en los machos adultos hace que las hembras se sientan más atraídas por ellos que por los machos de un año. Estos incrementan considerablemente su repertorio del primer al segundo año de vida, lo que favorece su posibilidad de emparejarse.

La intensidad vocal puede modularse en función del ruido ambiental. Se sabe que los ruiseñores urbanos reducen el número de períodos de silencio entre canciones y aumentan la frecuencia y uniformidad de los cantos. De esta forma actúan como un buen bioindicador de contaminación acústica en las ciudades.


Los ruiseñores ha sido fuente de inspiración de numerosos escritores y poetas debido a su canto creativo y aparentemente espontáneo. Ha sido objeto de asociaciones simbólicas que van desde la virtud y la bondad hasta la creatividad o la pureza de la naturaleza. Debido a su hábito migratorio, en la tradición popular europea el ruiseñor anuncia la llegada de la primavera porque su canto aparece en el mes de mayo. De este modo, forma parte de la simbología que tiene esa estación en el imaginario, es decir, la belleza, el renacimiento, la juventud y el amor.

En contraste con su deslumbrante canto, su plumaje es poco llamativo y no le gusta exhibirlo como hacen los también territoriales petirrojos. Su nombre latino Luscinia proviene del latín “luscus” que hace referencia a que "se ve mal", quizá por su carácter escondedizo o porque su plumaje críptico no destaca a la luz del atardecer. Se dice que los romanos pudieron llamarlo así al asociar su canto con la llegada de la noche, como si fuera una llamada de socorro cuando se desvanece la luz.

El poeta y dramaturgo Luis de Góngora, en plena efervescencia del Barroco español, escribió:

(…) algún culto ruiseñor me cante,
prodigio dulce que corona el viento,
en unas mismas plumas escondido
el músico, la musa, el instrumento. 

Es una hipérbole afirmar que todos los elementos precisos para componer las mejores melodías cohabitan en el pequeño cuerpo de un ruiseñor. Lo que sí está claro es que tenemos la gran fortuna de poder escuchar sus conciertos en nuestros campos y bosques. 

José Antonio López Isarría