05 julio 2023

Morir de éxito

La primera persona que grabó en un disco el canto de un pájaro fue un criador de canarios alemán llamado Karl Reich. Con esta técnica logró que sus canarios aprendieran el canto de los ruiseñores (Luscinia megarhynchos), algo que nadie había conseguido ya que las temporadas de canto de ambas especies no están sincronizadas. En 1921 conoció al genetista Hans Duncker con el que inició una serie de experimentos de reproducción a gran escala para investigar el patrón de herencia del color del plumaje. Son muy conocidos los cruzamientos que llevaron a cabo entre canarios y cardenalitos, unos paseriformes nativos de Venezuela que serán los protagonistas de nuestra historia de hoy.

Macho de Carduelis cucullata

Los cardenalitos o jilgueros rojos (Carduelis cucullata), al igual que otras especies de fringílidos como los jilgueros (Carduelis carduelis) o los verderones (Chloris chloris), son generalistas en cuanto a preferencias de hábitat y viven tanto en zonas de bosque como en campo abierto. Los españoles que colonizaron Venezuela en el siglo XVI trajeron a Europa algunos especímenes como pájaros exóticos, atraídos por el llamativo color rojo de los machos y su agradable canto. La captura de estas aves fue en aumento en las siguientes décadas, y a finales del siglo XIX  ya se exportaban en grandes cantidades, no ya sólo como mascotas sino para abastecer el creciente comercio de plumas de adorno de sombreros.


Pero el mayor riesgo que acechaba a los jilgueros rojos estaba aún por llegar y fue propiciado por otros pájaros muy conocidos: los canarios. En un artículo pasado ya referimos que durante la ocupación de Lanzarote y Fuerteventura en 1402, el explorador  normando Jean de Bethencourt observó que los aborígenes insulares encerraban pájaros en jaulas para deleitarse con sus cantos. Se cree que fue él quien introdujo los primeros canarios al continente europeo. Durante el siglo XV, el canario se convirtió en ave de lujo en las cortes europeas y se puso de moda su cría entre la aristocracia.

Tal fue su creciente éxito comercial que a lo largo del siguiente siglo se extendió en las islas Canarias la caza y exportación sistemática. Tras numerosas generaciones de aves criadas en jaula, a mediados del siglo XVI ya eran muy comunes los canarios amarillos, a los que siguieron muchas razas de fantasía tanto en timbre de canto como en variedad de plumaje.

Canario doméstico con pigmentación naranja

A principios del siglo XX surgió el reto de conseguir canarios rojos. En 1924, Duncker y Reich, obtuvieron los primeros híbridos de cardenalitos y canarios, pero su plumaje carecía del color rojo esperado y era, más bien, de tono naranja apagado. Habría que esperar dos décadas en saber que la única forma de conseguir un canario de plumaje rojo era incorporar pigmentos carotenoides en la dieta. Estos pigmentos son compuestos responsables de la coloración de gran número de alimentos vegetales y animales, como las zanahorias, los tomates, el salmón o la yema de huevo.

Los cardenalitos, como otras aves silvestres rojas o rosáceas como los cardenales rojos (Cardinalis cardinalis) o los flamencos (Phoenicopterus roseus), adquieren estos carotenoides a través de la dieta. Los canarios de plumaje rojo aparecieron finalmente en 1964, cuando se alimentó a los canarios híbridos de la línea Dunker con un aditivo nutricional llamado Carophyll®  que se utiliza para pigmentar las yemas de los huevos de las gallinas criadas en naves. Al final, el canario rojo resulto ser un hijo tanto de la genética como de la dieta.

Canarios domésticos con pigmentación roja

Muchas especies de paseriformes exhiben plumajes distintos según sexos. Estas diferencias en la coloración surgen como respuesta a distintas presiones selectivas sobre ambos sexos. En el mundo de las aves, los colores tienen un significado especial y sirven como señales para disuadir a rivales o atraer a sus parejas. El mecanismo genético y molecular que controla este dicromatismo sexual sigue siendo en gran parte desconocido. Una investigación publicada en 2016 arrojó algo de luz al identificar el gen que codifica la enzima capaz de convertir los pigmentos amarillos obtenidos por la dieta en un llamativo color rojo.

Cruzamientos usados por los criadores para obtener canarios “mosaico” sexualmente dimórficos a partir de canarios comunes y cardenalitos.
Tomado de Gazda et al. (2020) Science.

El estudio se centró en una variedad de canarios domésticos denominada mosaico, creada por cruzamientos entre cardenalitos y canarios comunes carentes de dicromatismo. En los canarios mosaico, los machos acumulan más pigmento rojo en sus plumas que las hembras. Los investigadores compararon las secuencias del genoma de estos canarios con la de los jilgueros rojos, en busca del gen responsable de las diferencias de color de las aves.

Variedad "mosaico" de canario doméstico

Ya dijimos antes que para conseguir plumas rojas, las aves convierten los pigmentos carotenoides incorporados a través de la dieta en colorantes rojos que posteriormente se depositan en las plumas. Estos mismos pigmentos también se acumulan en los conos fotorreceptores existentes en la retina con el objetivo de mejorar la visión en color de las aves diurnas.

Los autores del estudio encontraron la enzima responsable de la coloración roja, que se expresa en altos niveles en la piel y en el hígado de los canarios rojos. Observaron que el gen que codifica la enzima está presente también en el genoma de la mayoría de especies, no solo en aquellas con plumas rojas. Parece que las aves diurnas se valen de este gen para producir pigmentos rojos en la retina y mejorar la visión del color. Sin embargo, solo las que tienen plumas de color rojo expresarían también el gen en su plumaje. Estos hallazgos podrían sugerir que casi todas las aves tienen la capacidad latente para colorear sus plumas de rojo pero deben “aprender” a desarrollarla.

Pareja (macho y hembra) de cardenalitos

El "éxito" conseguido en el patrón de color y el canto, sumado a su fácil manejo para la cría en jaula condenó a los cardenalitos. La moda de criar canarios de colores en Europa provocó su exportación continuada y masiva, con el consiguiente declive de sus poblaciones. A principios de la década de 1950, ya era la primera especie de Venezuela en adquirir el estatus de “especie amenazada”. Si a estos añadimos la destrucción de su hábitat originario por la expansión de la frontera agrícola y el crecimiento demográfico desordenado, el resultado es el declive de una población que hoy podría ser inferior a 3000 individuos después de haberse censado hasta 3 millones de ejemplares hace 60 años.

Grupo de jilgueros rojos enjaulados

La consanguinidad y la consiguiente pérdida de variabilidad genética es una preocupación importante para cualquier especie que mantiene números poblacionales bajos durante largos períodos de tiempo. La tasa elevada de endogamia pueden reducir la fertilidad y la resistencia a las enfermedades, y la pérdida de diversidad genética que conlleva altera la capacidad de las especies para adaptarse a los cambios ambientales. Otro efecto perjudicial es el creciente riesgo de que las hembras hibriden con machos de otra especie si hay pocos machos disponibles de la suya. Esto traería la pérdida de la identidad genética de la especie.

En Venezuela, el cardenalito rojo es una especie muy especial. Ha sido inspiración para generaciones de músicos, poetas y pintores venezolanos. Además de la necesidad y el deseo de conservar la biodiversidad, existe una fuerte conexión cultural entre el cardenalito y el pueblo venezolano. Su extinción sería una pérdida irreparable no solo para la naturaleza sino también para la cultura del país. Es mascota de varios equipos deportivos, ave oficial en el estado Lara e incluso ha aparecido en la ilustración de billetes del Banco Central de Venezuela. En noviembre de 2017, el presidente Nicolás Maduro anunció la emisión billetes de 100.000 bolívares (unos 26 € al cambio oficial de entonces) a la nueva familia de monedas del país. Tenía la imagen de una pareja de machos de esta especie en el reverso del billete.


Una interesante iniciativa denominada Red Siskin Initiative (RSI, que alude a su nombre en inglés) trabaja para asegurar la supervivencia y recuperación de esta especie. Auspiciada por el Centro de Conservación del Red Siskin (RSCC en sus siglas inglesas) ha recibido aves rescatadas del tráfico ilegal o entregadas voluntariamente por criadores que han decidido apoyar la conservación desde su entrada en funcionamiento en 2019. Debido a que muchos ejemplares están habituados a la convivencia con seres humanos, no son buenos candidatos para su liberación en la naturaleza ya que es probable que vuelvan a ser objeto de tráfico o que no sobrevivan en entornos desconocidos. Sin embargo,  quizá sus descendientes sí puedan serlo en el futuro una vez que los esfuerzos de RSI reduzcan las amenazas a la especie.

Mientras tanto, como parte de una población manejada según criterios conservacionistas y científicos, los pajarillos tutelados por esta iniciativa servirán como un importante seguro contra la extinción. Tras cuatro años de trabajo duro, los esfuerzos de RSCC han dado sus frutos con nuevas esperanzas para la especie. En septiembre del año pasado se consiguió la cría en cautividad de la especie.

Pollo de jilguero rojo criado en cautividad

En palabras del veterinario del RSCC Enrique Azuaje: “Estos pollitos no son como los demás. Bajo sus alas yace el valioso tesoro de genes únicos de una especie en peligro de extinción. Con su eclosión, hemos comenzado a desarrollar una población de origen protegida tan importante para algún día devolver esta especie a donde solía encontrarse en la naturaleza”. Hermosas palabras que nos devuelven la esperanza de recuperar esta especie para el futuro.

José Antonio López Isarría