16 marzo 2023

A la sierra, ni dueña ni cigüeña

Las cigüeñas blancas (Ciconia ciconia) son, quizá, las aves más representativas de los pueblos de buena parte de España, con sus grandes nidos adornando el campanario de la iglesia. De los conocidos refranes que protagonizan estas zancudas, el que da título al artículo de hoy es tan poco conocido como acertado y alude a su desapego por los bosques y las montañas. La generalización de basureros de residuos sólidos urbanos en España ha provocado un cambio generalizado del patrón alimentario de la especie, que ha pasado de capturar sus presas en prados, charcas y lagunas, a buscar alternativas en estos vertederos. Este cambio ha tenido importantes consecuencias en su comportamiento migratorio.


Se reproduce en Europa (aunque muy fragmentada), norte de África, Turquía, el Cáucaso, Irán y Asia Central. España y Polonia albergan las principales poblaciones europeas de la especie. Siempre fue catalogada como migradora transahariana. De hecho, hasta hace poco tiempo sólo se veían cigüeñas en nuestro país durante la época reproductora. En los últimos años, sin embargo, un creciente número de aves nativas también pasan el invierno con nosotros. Se reparten por sus áreas de cría o se congregan en grandes cantidades en las marismas del Guadalquivir, los regadíos de las Vegas Altas del Guadiana y otras localidades ligadas a grandes vertederos de residuos sólidos urbanos que les proporcionen alimento seguro. Las zonas tradicionales de invernada de las cigüeñas blancas se situaban en el Sahel africano, en concreto en la parte occidental, desde Mauritania hasta Nigeria.

Pollos de cigüeña. Fotografía de Juan Bécares

En la actualidad, las cigüeñas españolas muestran una diferencia de comportamiento migratorio entre los jóvenes de 1º año de vida y los adultos. Y es que, una vez abandonan el nido, los jóvenes son objeto de una pulsión migratoria que promueve su primer viaje en dirección sur a países transaharianos. Ciertos estudios ponen de manifiesto que, para las aves nacidas en España, sólo uno de cada 10 ejemplares que abandonan el nido e inicia su migración sobrevive al primer año, mientras que los ejemplares centroeuropeos elevan esa cifra hasta casi un 50%. Estas diferencias parecen estar relacionadas con las duras condiciones que impone el paso por el desierto del Sáhara, ya que todas las aves de primer año nacidas en España invernan o lo intentan en el Sahel, mientras que las centroeuropeas lo hacen, en su mayoría, en el sur de España o el norte de Marruecos. 

En la figura de abajo se muestran las rutas migratorias de cigüeñas jóvenes marcadas con dispositivos GPS. En la izquierda se representa a los ejemplares marcados en España y en la derecha a los ejemplares marcados en países centroeuropeos. Las edades se muestran en años reales de modo que se incluya la migración  postnupcial y prenupcial para cada grupo con el mismo color. En el caso de las cigüeñas centroeuropeas se muestran también dos viajes ya como ejemplar adulto (3º y 4º año). 

Fuente: https://seo.org/boletin/seguimiento/migracion/05_ciguena_blanca/pdf/Migra_5_Ciguena_blanca_HR.pdf

Cuando las cigüeñas alcanzan la madurez sexual (3º-4º año de vida) ocurre un cambio en su comportamiento migratorio y la mayoría decide pasar el invierno en la península Ibérica y en la cuenca mediterránea. Esto les supone ahorrarse un largo y penoso viaje hasta África de más de un mes de duración y 2.000 km de distancia, en el que hay que cruzar peligrosos tramos de mar y desierto. En su lugar se desplazan a destinos situados a pocos cientos de kilómetros de sus nidos (en los casos más extremos) o incluso se quedan en sus territorios de cría toda la temporada de invierno. El conocido refrán: “por San Blas la cigüeña verás…” ya no rige en España.

Este cambio de patrón migratorio no solo se ha detectado en la cigüeña blanca en España sino también en otras grandes aves planeadoras como el milano real (Milvus milvus) y el águila calzada (Hieraaetus pennatus). Es probable que las causas que han contribuido a este cambio se deban al aumento de las temperaturas, los cambios en los usos del suelo y la disponibilidad de alimento durante la invernada.

Aunque la cigüeña blanca es una especie oportunista, muy adaptable a diferentes tipos de presa, durante la época reproductora muestra preferencia por los anfibios (ranas y tritones), los peces y las culebras de agua que pesca en charcas y lagunas de aguas someras, además de pequeños reptiles, lombrices de tierra, gusanos e insectos que captura en tierra. En sus áreas de invernada, una parte importante de su dieta se basa en ortópteros (saltamontes y langostas), algunos de ellos de gran tamaño (hasta 10 cm) y muy abundantes en ambientes tipo sabana herbácea durante la época seca, cuando pueden convertirse en plagas. Las cigüeñas blancas también se asocian a humedales en esta época, pero en el Sahel lo hacen aparentemente para descansar.


En España, los grandes basureros urbanos se han convertido en la principal fuente de alimentación durante la época reproductora de muchas colonias de cigüeñas. Además, muchos jóvenes vuelan de sus nidos a estas zonas en las que consiguen alimento con un mínimo esfuerzo y de forma continua, elevando las tasas de supervivencia. Este fenómeno también se ha observado en otras especies como la garcilla bueyera (Bubulcus ibis) o gaviotas invernantes como la gaviota reidora (Larus ridibundus) y la gaviota sombría (Larus fuscus). Estos lugares son utilizados como área de alimentación y reposo no solo en la estación de cría sino también en invernada y durante la migración lo que reduce el riesgo de mortalidad en los periodos críticos de migración y emancipación juvenil.

Actualmente, en España los residuos contenidos en los vertederos todavía presentan un gran porcentaje de materia orgánica. Sin embargo, es previsible que esta fracción orgánica vaya reduciéndose por una mejora en las técnicas de separación, una mayor concienciación ciudadana y una mejor gestión de la basura doméstica en origen. De hecho, en el año 2035, los países miembros de la Unión Europea no podrán depositar en vertederos más del 10% de los residuos municipales generados, frente al actual 47%. Estos cambios podrían revertir la tendencia poblacional positiva de la especie al disminuir los parámetros reproductivos, aumentar la mortalidad anual juvenil y adulta, y alterar el comportamiento migrador.


La población reproductora de cigüeñas se ha incrementado de forma significativa en las últimas décadas. Ente los años 2004 y 2014 aumentó de 33.000 a 42.000 parejas, según SEO/BirdLife. A falta de una actualización del censo, la propia entidad ornitológica ha sugerido que es posible que hoy la población sea mayor, aunque en los últimos años hayan desaparecido colonias en ciertas regiones debido al cierre de vertederos, la reducción de la ganadería extensiva o la desaparición de algunos regadíos.


El hecho es que la tendencia a la sedentarización de estas aves y el aumento de sus poblaciones ha multiplicado el número de nidos en torres y campanarios hasta convertirse en un problema no menor. Esto ha provocado que los responsables de numerosos edificios eclesiásticos en España libren una continua batalla contra las cigüeñas. Año tras año, las mismas parejas vuelven al mismo nido y lo recrecen hasta alcanzar estructuras que llegan a medir 2 metros de diámetro y pesar entre 200 y 400 kilogramos. Algunos de estos nidos monumentales obstruyen las canalizaciones de agua de los tejados, causan humedades en el interior de los edificios y ensucian los aledaños. 

El problema se agrava porque la regulación ambiental ahora es más proteccionista y prohíbe retirar los nidos en época de cría (entre febrero y octubre). Frente a esta situación, los expertos aconsejan colocar los nidos sobre plataformas metálicas. Recuerdan que los edificios eclesiásticos son financiados en un 80% con fondos públicos y argumentan que ya que se destina dinero público para la rehabilitación de estos edificios sería deseable que se cumpliera con la legislación ambiental y se protegiera el patrimonio natural.

De hecho, estas hermosas zancudas no siempre son vistas como vecinas incómodas. El pueblo riojano de Alfaro presume de tener la mayor colonia del mundo de cigüeñas blancas que crían en un solo edificio. Sobre el tejado de la Colegiata de San Miguel, iglesia barroca del siglo XVII, se instalan 120 nidos en una colonia única que se ha convertido en un importante atractivo turístico.


Para el geógrafo e historiador griego Estrabón, las cigüeñas simbolizaban al viajero que recorre muchos países. En la Antigüedad clásica estaban consagradas a Juno, Hera para los griegos, diosa del Matrimonio, y en Roma se las consideraba el símbolo de la piedad filial por suponer que cuidaban a sus padres en la vejez. En la cultura cristiana se ha asociado con la piedad, la castidad, la prudencia y la vigilancia.

Pero por encima de todo, la cigüeña es el ave encargada de entregar los recién nacidos a sus nuevos padres, especialmente en la tradición europea. Aunque la leyenda es muy antigua, fue popularizada durante el siglo XIX por un cuento del escritor danés Hans Christian Andersen.​ En dicho cuento se habla de un estanque en el que yacen todos los bebés hasta que las cigüeñas los recogen y entregan a los padres. El cuento, no obstante, incorporaba un giro cruel, pues a aquellos niños que se portaban mal, las cigüeñas les llevaban un hermanito muerto como castigo.


Algunos historiadores sugieren que la fábula de la cigüeña repartidora de bebés se estableció en el Norte de Europa durante la época medieval. En aquel tiempo era común que las parejas se casaran durante el solsticio de verano porque esta estación se asociaba a la fertilidad. En esas mismas fechas, las cigüeñas comenzaban su migración anual y viajaban a sus zonas de invernada africanas. Como nueve meses después estas aves regresaban para una nueva temporada de cría, pudo ocurrir una cierta asimilación de la llegada anual de estas aves con el tiempo de nacimiento de muchos bebés, convirtiéndolas en heraldos de una nueva vida. Esta idea persistió en el tiempo y se extendió a otros países. Se ha sugerido que el éxito de esta fábula ha estado ligado a una necesidad psicológica, ya que alivia la incomodidad de hablar sobre sexo y procreación a los niños. Nuestras queridas cigüeñas siempre al rescate de las mamás y los papás.

José Antonio López Isarría