Durante muchos años, la comunidad científica consideró que la biología y la física cuántica tenían poco que ver, una idea que hoy es vista como errónea. En realidad, la mecánica cuántica juega un papel importante en procesos biológicos variopintos como la fotosíntesis de las plantas, la producción de radicales libres en las células, la genética o la migración de las aves. De la interacción de ambas disciplinas científicas nació la biología cuántica, de la que hoy veremos dos ejemplos concretos relativos al mundo de las aves: la sensibilidad al campo magnético terrestre y el daño oxidativo que provoca el esfuerzo de la migración.
Dibujo de Corinna Langebrake e Ilia Solov`yov |
Estos viajes suponen una
necesidad pero también un riesgo. El primer problema que
deben resolver es cómo orientarse. Las aves pueden viajar de día o de noche
según la especie que consideremos. Rapaces, cigüeñas, flamencos y grullas son
viajeras diurnas ya que dependen de corrientes térmicas para migrar y éstas
solo se dan durante ciertas horas de día. También vuelan de día otras aves
pequeñas que recorren menores distancias como los fringílidos, así como
aquellas que se guían por accidentes geográficos, como las palomas, abejarucos
y golondrinas. Otros, como los cucos, búhos, oropéndolas, carriceros, zorzales,
petirrojos, mosquiteros o currucas, realizan sus vuelos migratorios de noche.
Se alimentan durante el día mientras reponen fuerzas en sus estaciones de
tránsito y pueden usar la posición de las estrellas como sistema de
referencia en sus vuelos nocturnos.
Fernando G. Baptista. National Geographic |
Las aves obtienen sus datos de
navegación a través de diversos sentidos, sobre todo la vista, el olfato y la
recepción magnética. Los científicos conocen bastante bien los mecanismos
biofísicos de los sentidos de la vista y el olfato. Sin embargo, el
funcionamiento interno de su brújula magnética está siendo más difícil de
desentrañar.
Líneas de fuerza del campo magnético terrestre |
En 1978, en un intento de
explicar esas características de la magnetorrecepción, el biofísico alemán Klaus Schulten propuso que la brújula
de las aves se basaba en transformaciones químicas sensibles al magnetismo. Se
inspiró en un descubrimiento realizado unos años antes que señalaba que ciertos
intermediarios químicos efímeros conocidos como pares de radicales poseen propiedades únicas que los hacen
sensibles a interacciones magnéticas débiles.
Petirrojo europeo |
Recientemente, investigadores de las universidades de Oxford (Reino Unido) y Oldenburg (Alemania) ha profundizado en el conocimiento de esta especie de “brújula” o GPS interno que permite orientarse y volar durante la noche a los migradores nocturnos.
En dicho trabajo se explica cómo
los científicos aplicaron técnicas de resonancia magnética y óptica para
analizar la proteína, y esto les permitió descubrir su marcada sensibilidad a
los campos magnéticos. Al parecer, dicha sensibilidad se debería a reacciones
de transferencia de electrones provocadas por la absorción del color azul del
espectro de la luz.
En la conclusión del estudio se
apunta que esta reacción química desencadena efectos cuánticos capaces de
amplificar las débiles señales geomagnéticas (entre 10 y 100 veces más débiles
que la de un imán de nevera). Los criptocromos CRY4 contienen una molécula de dinucleótido de flavina y adenina (DFA) y
un aminoácido triptófano (TRP). En el
estado estable, estas moléculas son eléctricamente neutras, pero cuando un
fotón de luz azul incide sobre el criptocromo, salta un electrón del TRP al DFA.
Las moléculas resultantes, cada una con un número impar de electrones,
constituyen un par radical magnéticamente sensible.
Modificado de www.investigacionyciencia.es/revistas/investigacion-y-ciencia/navegacin-cuntica-859 |
Los triptófanos parecen ser la clave de la brújula magnética ya que si se sustituyen por otros aminoácidos diferentes se bloquea el movimiento de electrones y los petirrojos se desorientan por completo. De manera que la retina de estas aves presenta un complejo mosaico de células perfectamente fijadas y alineadas que aumentan su sensibilidad a la dirección del campo magnético de la Tierra. Esto hace posible que cada petirrojo pueda volar solo en la oscuridad de las noches sin Luna y sin desviarse apenas de su ruta migratoria. Son aves que están perfectamente diseñadas para seguir con precisión el campo magnético terrestre.
Los investigadores reconocen que
no han verificado de manera concluyente que las aves usen el criptocromo-4 para
detectar los campos magnéticos ya que solo han comprobado en laboratorio (in vitro) que dicha proteína parece ser
adecuada para su propósito como imán magnético. Comprobar esa funcionalidad en
un petirrojo vivo es algo mucho más complejo, y habrá que esperar un tiempo
para la confirmación.
Sin embargo, los problemas no
acaban con saber orientarse. Las aves deben superar todas las barreras físicas
que encuentran en el camino, como barreras montañosas, grandes masas de agua oceánica
y grandes desiertos. Durante el recorrido deben abastecerse de alimento y agua,
eludir a los depredadores, aguantar las inclemencias del tiempo y las
enfermedades, y reponerse de la fatiga.
Macho reproductor de Limosa haemastica |
Bandada de agujas café |
También en este proceso químico asistimos a una especie de vals cuántico, un complejo baile de electrones entre diminutas sustancias que los ceden o los ganan cambiando de estado.
Comenzamos con los petirrojos y nos despediremos también con ellos. Es conocida la relación de estos pájaros con la Navidad. En un artículo publicado en este blog ya hablamos de ello. Con la cercanía de la Navidad, quiero transmitir mis deseos de un Feliz Año 2023 a todos los lectores del blog Certhia y nada mejor que hacerlo con una imagen de nuestro querido petirrojo, tomada por el fotógrafo escocés Mark Hamblin. Puede revisarse su excelente trabajo en la web: https://www.markhamblin.com/home.
José Antonio López Isarría