09 enero 2021

El petirrojo y la Navidad

La tradición de enviar christmas nació a mediados del siglo XIX en Gran Bretaña. Los historiadores creen que el pintor inglés John Horsley fue la persona que creó la primera tarjeta de Navidad. Lo hizo por encargo de su amigo Henry Cole, un famoso diseñador que tuvo la idea de usarlas en esas fechas.

En la Navidad de 1843 se imprimieron en Londres un total de 2050 tarjetas. Las había en blanco y negro al precio de seis peniques la unidad, y un chelín las coloreadas a mano. Tuvieron un éxito extraordinario e iniciaron la tradición de enviar christmas en Gran Bretaña.

La primera tarjeta de Navidad producida comercialmente del mundo, diseñada por John Callcott Horsley en 1843.

Estas felicitaciones fueron incorporando temas muy variados: escenas sobre el nacimiento del niño Jesús, árboles de Navidad, cantantes de villancicos, la estrella de Belén, paisajes nevados, acebos y coronas festivas. La imagen del petirrojo, un pajarillo muy popular entre los ingleses, apareció como nuevo motivo navideño en la década de 1880. Los carteros del Royal Mail vestían sus característicos uniformes rojos, un color vinculado a la bandera británica y a la familia real. Por su atuendo rojo, estos carteros victorianos eran apodados como “robin” (petirrojo en inglés). 

Cartero del Royal Mail con su uniforme de trabajo

Cada Navidad, los británicos recibían christmas de familiares y amigos que vivían lejos. El correo era entregado por los “robins”. Algunas tarjetas ilustraban a un cartero ataviado con su chaqueta roja entregando la misiva. Probablemente alguien tuvo la idea de dibujar un petirrojo portando una tarjeta en su pico en lugar de su homónimo humano. Este nuevo motivo laico se popularizó con tal rapidez que el petirrojo se convirtió en un símbolo de la Navidad, una tradición que continúa hoy, casi siglo y medio después.

El Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula) tiene el plumaje de la cabeza y espalda de color pardo, poco destacado en comparación con el vivo color rojizo/anaranjado de la frente, cara, garganta y pecho. El resto de las partes inferiores son de color claro. Ambos sexos son indistinguibles por el plumaje. Los jóvenes carecen de la marca rojiza. Tienen las partes superiores beige con bordes y puntas de las plumas pardo oscuras, lo que da la apariencia de un plumaje muy moteado.

Es un pájaro sedentario o migrador según el lugar en el que nace. Las poblaciones norteuropeas son migradoras totales, mientras que las de Europa occidental y el norte de África son sedentarias con ligeros desplazamientos en invierno. En los meses invernales, España acoge numerosos petirrojos procedentes del norte de Europa, aunque su número ha descendido en las últimas décadas como veremos más adelante.

Tiene un fuerte instinto territorial durante casi todo el año. Es muy agresivo, tanto con sus congéneres como con el resto de las aves. Salvo cuando está mudando su plumaje en verano, canta desde enclaves visibles como forma de señalizar su territorio, ya sea en invierno o durante la temporada de cría. En invierno, las parejas se separan y defienden territorios individuales ante cualquier intruso que intente traspasar sus límites. También lo hacen algunas hembras, hecho muy infrecuente en el mundo de las aves.

Puede pensarse que para un ave ibérica que reside todo el año en un mismo lugar, la defensa de un territorio en invierno le asegura un sitio para nidificar y tener acceso preferente a los recursos, con lo que tendrá mejores oportunidades de reproducción en la próxima temporada. Sin embargo, los petirrojos europeos que pasan el invierno con nosotros también establecen territorios y es obvio que no lo hacen para obtener ese tipo de beneficios pues sus áreas de cría están muy alejadas.

A priori, es razonable suponer que un propietario sobrevivirá mejor que un congénere no territorial pues, al excluir a los intrusos, tendrá acceso exclusivo a la despensa de alimentos. Además sufrirá menos mortalidad porque un territorio controlado reduce el riesgo de depredación. Por lo tanto, un territorio no es solo sería un área de alimentación más rentable sino también un ámbito de descanso o refugio adecuado. En 1995, el ecólogo español Mariano Cuadrado hizo un interesante estudio sobre poblaciones migratorias de petirrojos que invernan en el sur de España.  Concluyó que un territorio invernal es antes un buen refugio que un espacio privilegiado de alimentación. Al atacar a los intrusos, los propietarios están defendiendo un área de alimentación conocida y segura, además de un buen lugar de descanso. Ambos beneficios serían suficientes para explicar el mantenimiento de los territorios invernales y el esfuerzo que supone mantener una intensa competencia con otros pájaros de su especie o de otras ecológicamente similares que invernan en el área.

En general, el emparejamiento de machos y hembras se produce a partir de enero, unos dos meses antes de que se inicie la reproducción. Durante este período que va desde enero a marzo, ambos sexos comparten territorio pero no existe señal alguna de celo. Las hembras que entran en el territorio defendido por los machos pueden ser aceptadas o rechazadas. Las que son admitidas lo hacen sin oposición alguna por parte del macho y sin un cortejo nupcial destacado. Los gestos y movimientos que exhiben los machos, abombando el pecho y erizando las plumas, deben ser considerados como demostraciones de fuerza y defensa del espacio ante otros machos pretendientes.

En 1943, el gran ornitólogo británico David Lack descubrió que cuando un macho de esta especie defiende su territorio, responde con mayor rapidez e intensidad a un simple penacho de plumas rojas que a un petirrojo joven disecado (que carece de la marca coloreada del pecho). Así pues, es la coloración rojo/anaranjada de las plumas lo que configura el estímulo eficaz.


Este tipo de estímulo recibe el nombre de “estímulo desencadenador innato” (EDI), un concepto central en la etología. Son estímulos muy específicos que desencadenan una pauta de acción fija, y la prueba más irrefutable de su existencia es que suscitan respuestas más intensas y frecuentes que los estímulos “realistas”. Otro hecho que explican los EDI es el parasitismo de algunas aves que ponen sus huevos en los nidos de pájaros de otras especies y consiguen que los polluelos sean alimentados por ellas, como hacen los cucos (Cuculus canorus) y los críalos (Clamator glandarius). Hay que hacer constar que la respuesta a este tipo de estímulos no es adaptativa, puesto que en ningún caso favorece el éxito reproductivo de quien responde a ellos.

La distribución del petirrojo en España está relacionada inversamente con la temperatura y directamente con la precipitación.  En invierno es muy común en todo el territorio nacional (incluidas islas) pero evita las montañas, sobre todo en la mitad norte. En cambio, en primavera prefiere climas con precipitaciones elevadas o moderadas (superiores a los 600 milímetros anuales) y se distribuye por el norte de España con penetraciones hacia el sur a favor de las montañas y de los bosques de ribera.


Es un pájaro forestal que prefiere hábitats con una buena representación de sotobosque, tanto en bosques de coníferas como de frondosas, en los que tiende a ser una de las especies dominantes de la comunidad. También ocupa áreas de matorral alto, sobre todo de orla forestal, y se mueve por campiñas, riberas, parques y jardines.

En una votación popular que se hizo en 2015 en el Reino Unido en la que participaron 213.000 personas, el petirrojo consiguió el honorífico título de “ave nacional”. Allí es un pájaro muy popular y un visitante asiduo de los jardines de las viviendas. Se ha adaptado muy bien a las construcciones humanas. David Lack describió lugares insólitos de nidificación como una vasija, un buzón de correos campestre, una bota o unos zapatos viejos.

Esta especie muestra con claridad la gradación latitudinal del tamaño de las puestas, es decir, el cambio progresivo en el número de huevos por puesta desde países meridionales hasta los más norteños. Así, en España la puesta media es de 4-6 huevos, en Suiza 6-9 y en Finlandia 6-13. La causa es la mayor duración de los días en la primavera (época de cría del petirrojo) a medida que viajamos al norte. Y esto lo aprovechan los pájaros para conseguir más comida con la que alimentar a sus crías. De esta forma, el tamaño de la nidada se corresponde con el máximo número de crías que los adultos pueden alimentar.

En las últimas décadas se ha detectado un importante descenso en la llegada de petirrojos invernantes europeos. En 2014, un trabajo realizado por el biólogo José Luis Telleria situaba ese descenso en torno a un 80%. El estudio analizó los cambios en el número de recuperaciones de anillas de petirrojos durante las últimas décadas para comprobar si el número de invernantes había disminuido en España. Los resultados demostraron que había una reducción significativa en el número de recuperaciones de aves no ibéricas desde la década de los 70.

Este descenso no se puede explicar por cambios en la actividad anilladora en dichas décadas ya que los esfuerzos de anillamiento se incrementaron. Tampoco se debe al declive de las poblaciones de esta especie pues hay evidencias de que el número de petirrojos está aumentando en Europa. Así pues, tomaría fuerza la idea de una posible retirada hacia el norte de las áreas de invernada de las poblaciones de petirrojos europeos migrantes por efecto del calentamiento global.

Currucas capirotadas (izquierda) y lavanderas blancas (derecha)

Tellería sugiere que la conducta del petirrojo es una tendencia general que afecta a otros paseriformes estudiados como el bisbita pratense (Anthus pratensis), la lavandera blanca (Motacilla alba), el zorzal alirrojo (Turdus iliacus), el zorzal común  (Turdus philomelos), la curruca capirotada (Sylvia atricapilla)  y el mosquitero común (Phylloscopus collybita), con descensos que oscilan entre el 30-100 % aproximadamente.

El calentamiento global está consiguiendo que nuestro país deje de ser un atractivo destino migratorio para miles de pájaros europeos.

José Antonio López Isarría