Algunos animales almacenan semillas en lugares ocultos a la vista de posibles competidores. Por lo común, el hecho de hacer acopio de alimentos en escondrijos suele ocurrir en tiempos de excedentes para asegurar comida en momentos de escasez. Es una práctica común en roedores (ardillas y hámsteres) y en algunas especies de aves.
Arrendajo azul (Cyanocitta cristata) |
Las semillas pueden ser almacenadas en una única despensa o ser repartidas por varios puntos. Ambas estrategias tienen sus ventajas e inconvenientes. En el primer caso se elige un único lugar protegido de intrusos y próximo al lugar donde vive el animal. Si bien es más fácil recordar la ubicación del recurso, el problema aparece cuando un intruso encuentra el escondite pues se pone en riesgo el hogar mismo. En el segundo caso, al repartir la cosecha por muchos sitios, los acaparadores complican el rastreo a los “ladrones”, aunque ello requiera una buena memoria y un mayor esfuerzo en la tarea de reparto.
Despensa del carpintero
bellotero americano (Melanerpes formicivorus) |
Abeja (Apis mellifera) |
Por otra parte, todo lo que ayude a eludir los efectos adversos de la germinación bajo la copa de los árboles es crucial para su éxito demográfico. Y aquí, la dispersión de semillas puede prestar un servicio notable. Las aves acaparadoras dependen de las semillas tanto para su ingesta inmediata como para un consumo posterior tras ser almacenadas y el hecho de llevarlas a escondites alejados es una manera de dispersar semillas si no se recuperan. Esto podría suceder con más frecuencia de lo que se cree.
Las razones por las que el alimento queda abandonado en bancos de semillas son muy variadas. A veces se almacena más comida de la que se necesitará en el invierno y la primavera siguientes. El acaparador también puede ser expulsado de su territorio o morir, dejando una buena cosecha en los escondites. Cualquiera que sea el motivo por el que se abandona un escondite, si el lugar es apto para la germinación, el vegetal de origen acaba beneficiándose. En esta relación mutualista, el vegetal cambia un recurso (sus semillas) por un servicio (la dispersión a lugares alejados) que realiza el animal.
Ampelis europeo (Bombycilla garrulus) |
El ecólogo austriaco Mario Pesendorfe ha revisado las investigaciones relativas al mutualismo entre los córvidos con las bellotas y piñones. En bosques templados del hemisferio norte, muchas especies de árboles y arbustos caducifolios dependen en gran medida de los acumuladores para diseminar sus semillas. Es el caso de las los nogales (Juglans spp.), los avellanos (Corylus spp.), las hayas (Fagus spp.), los castaños (Castanea spp.) y los robles (Quercus spp.). A estas especies arbóreas hay que añadir casi 20 especies de pinos que han desarrollado semillas grandes sin alas adaptadas a la dispersión por animales acaparadores.
Estos vegetales han desarrollado
adaptaciones como la forma de sus semillas, defensas químicas y un patrón anual
de producción de frutos que maximizan el beneficio mutualista de sus socios
animales. Por lo general, tienen semillas grandes que contienen altos niveles
de carbohidratos y niveles moderados de lípidos y proteínas, lo que genera un
efecto saciante que, a su vez, aumenta la probabilidad de que muchas sean
almacenadas y no consumidas.
Además, muchas semillas contienen
productos químicos protectores. En el caso de las las bellotas, por ejemplo,
contienen unos compuestos fenólicos (taninos) que son difíciles de digerir y permiten
tiempos prolongados de almacenamiento sin pudrirse, hasta un año. Los córvidos
almacenan las semillas introduciéndolas en el suelo con sus picos, colocándolas
de manera que no puedan ser vistas y cubriéndolas con materiales cercanos.
Dependiendo del terreno, la semilla puede ser alojada en una grieta o hendidura
del suelo, o puede ser depositada en un hueco preparado previamente por el
pájaro. Las semillas se colocan a una profundidad de 1-5 cm, suficiente para
impedir la deshidratación y apta para protegerla de los depredadores.
Cascanueces (Nucifraga caryocatactes) |
Arrendajo azul |
Tomado de https://www.allaboutbirds.org/guide/BlueJay/sounds. © Jay McGowan
Es muy habitual ver a los arrendajos transportar semillas en la garganta y la parte superior del esófago, en la "bolsa gular". Pueden almacenar 2-3 bellotas en la bolsa, otra en la boca y una más en la punta del pico. De esta forma pueden llevarse 5 bellotas a la vez para almacenarlas para su posterior alimentación. Seis arrendajos que fueron equipados con radiotransmisores para monitorizar su actividad almacenaron cada uno entre 3.000 y 5.000 bellotas un otoño. Su afición por las bellotas y su precisión para seleccionar (y luego enterrar) las que no han sido infestadas de gorgojos se ha relacionado con la expansión de los robles después del último período glacial.
Es evidente que estas aves no
tienen el propósito de enterrar semillas para cultivar plántulas.
Pero no es menos cierto que su inconsciente labor silvicultora resulta muy útil.
En opinión de Pesendorfer, en un
escenario como el actual de cambio climático y con un proceso de creciente
fragmentación de hábitats, estos dispersores de semillas a larga distancia
probablemente sean especies cruciales ya que permiten que las poblaciones
vegetales cambien sus áreas de distribución. Dado que los robles y los pinos
son especies clave que por sí mismas proporcionan hábitat para cientos de
especies animales, dicha dispersión puede tener beneficios para todo el
ecosistema.
Los arrendajos no sólo alegran el paisaje con su ruidosa y llamativa presencia. Los hábitos alimenticios de estos córvidos azulados tienen consecuencias muy relevantes en la ecología forestal. Es bueno conocerlo y es obligado reconocer su importancia.
Este artículo es el último de 2020, un año en el que una pandemia sacudió nuestras vidas y nos trajo una gran crisis sanitaria, económica y social. Con la esperanza que que el año próximo nos traiga la felicidad que secuestró un diminuto virus, deseo lo mejor para todos los lectores de este blog.