Así definió los virus el Premio Nobel de Medicina Peter Medawar. En estos tiempos en los que vivimos sumidos en un confinamiento casi global hay que reflexionar sobre el enorme poder de estas ínfimas partículas infecciosas. Y lo que es aun más preocupante, cómo son capaces de saltar las barreras entre especies distintas. Más del 70% de las infecciones emergentes de los últimos cuarenta años han sido zoonosis, es decir, enfermedades infecciosas que “saltan” de un portador animal a los seres humanos.
Los virus son partículas que
contienen un ácido nucleico (ADN o ARN) y capaces de alternar entre dos
estados distintos, dentro o fuera de las células a las que parasitan. Cuando
están fuera, se rodean de una cubierta proteica y son metabólicamente inertes.
Cuando entran en una célula son capaces de reproducirse utilizando, en gran
medida, la maquinaria vital de la célula parasitada. El resultado es la aparición de miles de copias de su ácido nucleico y la destrucción de la célula parasitada.
Las nuevas réplicas virales reconstituyen su envoltura proteica y salen en
busca de nuevas células a las que infectar. Se propaga de esta forma una
infección que solo será combatida por el sistema inmunológico del individuo
infectado.
Martinus Beijerinck |
Todos los organismos vivos
conocidos, sean bacterias, protistas, hongos, vegetales o animales, son células
o se componen de ellas. Los virus son estructuras acelulares, es decir, ajenas al mundo celular. El
hecho de ser parásitos intracelulares obligados marca el sello de patogenicidad
de estas partículas ya que al multiplicarse a expensas de ellas terminan
provocando la destrucción de los tejidos infectados. Fuera de las células son
entidades inertes que no se alimentan, ni crecen, ni se multiplican. Algunos pueden
cristalizar, como los minerales, y de esta forma pueden sobrevivir hasta que
entran en contacto con condiciones de humedad adecuada y con células huésped
particulares.
La bióloga norteamericana Eleanor Lutz, ha elaborado unas llamativas
presentaciones de algunos virus que muestran la estructura cristalizada
de su cubierta proteica, en este caso icosaédrica. Arriba se representa la
estructura del virus del dengue. En
la parte superior izquierda aparece el nombre de la especie. En la parte
inferior izquierda se indica la especie que infectan, así como una breve
descripción del virus y la enfermedad que producen. Esta investigadora tiene un blog muy interesante con sus trabajos en este y otros campos.
Mucho se ha escrito sobre el
origen de estas entidades que transitan entre el mundo inerte y los seres vivos.
Se ha sugerido que podrían ser pequeñas células que parasitaban a células más
grandes y luego perdieron los genes que no empleaban en su vida parasitaria.
Otros autores sostienen que podrían haber evolucionado a partir de fragmentos
de ADN o ARN que escaparon de las células y empezaron a replicarse por
separado. El ADN “fugitivo” podría haber provenido de plásmidos (fragmentos de ADN que pueden moverse entre células) o transposones (fragmentos de ADN que se
multiplican y se mueven a diferentes posiciones en el interior del genoma de la
célula). Por último, algunos autores creen que los virus podrían haber evolucionado
conjuntamente con las primeras células que aparecieron en nuestro planeta a
partir de complejas moléculas de proteínas y ácidos nucleicos, y habrían sido
dependientes de la vida celular durante muchos millones de años.
Murciélago egipcio de la fruta (Rousettus aegyptiacus), un huésped natural del virus de Marburgo
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Civeta de las palmeras (Paradoxurus hermaphroditus)
|
Mercado chino de animales salvajes. Stand de murciélagos |
El hecho probado de que estas
infecciones implican a varias especies nos lleva a reflexionar de qué forma los
cambios en la diversidad biológica podrían influir en la patogenidad de estos
virus. Hay estudios que revelan cierto efecto de amortiguamiento en el contagio
de virus a humanos en escenarios de alta biodiversidad animal. En 2006, la
bióloga Vanessa Ezenwa publicó un
interesante estudio sobre la propagación del virus del Nilo Occidental (VNO) en zonas con distinta diversidad
aviar.
Este virus actúa en África, Europa, Oriente Medio, América del Norte y Asia occidental. Se mantiene en la naturaleza mediante un ciclo que incluye la transmisión entre aves y mosquitos. La infección del ser humano ocurre por la picadura de mosquitos, únicos vectores de transmisión del virus.
Se aisló por vez primera en
1937 de una mujer infectada en Uganda. En 1953 se identificó en aves (cuervos y
palomas) del delta del Nilo. Aunque no se consideraba patógeno para las aves, en
1997 una cepa muy virulenta causó la muerte de aves de diferentes especies que
presentaban signos de encefalitis y parálisis. A lo largo de 50 años se han
notificado casos de infección humana en muchos países del mundo. En los seres
humanos puede provocar graves daños en sistema nervioso.
Como las aves silvestres son
los principales reservorios del VNO, los investigadores estudiaron la correlación
entre su biodiversidad y los índices de infección de virus en mosquitos y en
seres humanos. Descubrieron que el riesgo de infección en humanos era más bajo en
comunidades con mayor diversidad biológica. Las infecciones humanas por VNO aparecen
cuando ciertas condiciones amplifican la propagación del virus en las
poblaciones de aves y mosquitos, lo que lleva a incorporar nuevos grupos de
huéspedes accidentales. Las aves del orden Paseriformes suelen ser los
reservorios de virus más competentes. El resto de las especies de aves (pertenecientes
a órdenes no paseriformes) son ´peores` reservorios de virus, pero al actuar como fuente alternativa de
alimento para los mosquitos pueden reducir la tasa de contacto entre los vectores
más competentes y los virus, y frenar la expansión de VNO. En consecuencia, la
velocidad a la que progresa la epidemia disminuye
con el aumento de la diversidad no paseriforme, que actuaría como un cortafuego inmune ralentizando la
transmisión.
Principales Órdenes de las Aves |
En contra de los que en un
principio cabría pensar, esto es, que una mayor biodiversidad representa una
amenaza al albergar numerosos patógenos potenciales que aumentan el riesgo de aparición
de nuevas enfermedades, vemos que juega un papel protector. Otra razón más para
preservarla. Otro ejemplo más de cómo en la ciencia no siempre la intuición
transita en el mismo sentido que la razón.
José Antonio López Isarría