Las especies bioindicadoras son aquellas que miden el nivel de conservación de un hábitat al ser muy sensibles a las alteraciones del medio en el que viven. Tienen una tolerancia reducida respecto a uno o más factores ambientales y aportan información relevante desde un punto de vista biológico. Un buen ejemplo es el mirlo acuático (Cinclus cinclus), un pájaro marrón con babero blanco y cola corta, cuya presencia nos revela la buena salud de nuestros ríos.
Los bioindicadores advierten no solo del riesgo
que les afecta a ellos mismos sino del peligro que corre todo el ecosistema. Los seres vivos reaccionan
de forma distinta a las perturbaciones ambientales. Algunos sufren un aumento
en la mortalidad o una alteración en la actividad reproductiva y, en
consecuencia, una disminución en su abundancia. Este es el caso de los líquenes, muy sensibles ante contaminantes como el SO2.
Hay otro grupo de seres vivos que son muy sensibles a los contaminantes químicos, a los patógenos o a las toxinas, de forma que pueden
dar un aviso temprano de los posibles efectos adversos para la salud e informar sobre los mecanismos tóxicos de un agente peligroso
dado. Es el caso de las aves marinas como indicadoras de ciertas catástrofes en
el mar (véase en este mismo blog el artículo Plastisfera de 22 abril 2019).
Los bioindicadores pueden
clasificarse según la perturbación ambiental que detecten. Hay indicadores de biodiversidad, que reflejan el número
de especies que cohabitan en un ecosistema. Por ejemplo, en los campos
agrícolas, la abundancia de himenópteros (abejas, avispas, hormigas) está
correlacionada con la diversidad de todos los artrópodos que habitan en dichas
áreas. Y también existen indicadores
ecológicos, que permiten mediante su presencia o ausencia conocer el
impacto de la alteración ambiental sobre los demás seres vivos que cohabitan con
ellos. Son usados para evaluar el estado del ambiente, vigilar sus tendencias
en el tiempo y obtener señales de alerta temprana.
Invertebrados acuáticos bioindicadores de calidad del agua |
Como indicadores ecológicos
para medir la contaminación de las aguas son muy usados los invertebrados bentónicos, aquellos que viven en las
zonas profundas de lagos y ríos, adheridos a rocas o plantas acuáticas. Casi
todos son artrópodos, especialmente insectos que se encuentran en diferentes
etapas de desarrollo (ninfas, larvas y adultos). Son los más usados como indicadores
de la calidad del agua debido a que presentan notables ventajas respecto a
otros componentes de la biota acuática: tienen un complejo ciclo de vida de un
año o más viviendo en el medio acuático,
tienen una etapa de vida muy sensible al estrés ambiental, tienen un
estilo de vida sésil (de escasa o nula movilidad en el hábitat), son muy abundantes
y fáciles de recolectar, se pueden cultivar en el laboratorio y varían poco desde
el punto de vista genético.
Ninfa de un Efemeróptero |
Si encontramos un ave que
esté especializada en la alimentación de estos pequeños animales bentónicos
tendremos un buen candidato a bioindicador dentro del mundo de los
vertebrados. Esta ave existe, es el mirlo acuático, una valiosa especie
indicadora del nivel de contaminación de nuestros ríos y arroyos. En un estudio realizado en 35
arroyos del centro de Italia dirigido por el zoólogo italiano Alberto Sorace, los mirlos acuáticos
estaban presentes en el 93.3% de las corrientes no contaminadas y ausentes del
93.7% de las contaminadas. El dato es suficientemente revelador.
Mirlo acuático (izquierda) y martín pescador (derecha)
Este pájaro comparte tamaño
y hábitat con el martín pescador
(Alcedo atthis) pero tiene una alimentación diferente, basada en invertebrados acuáticos. Es una especie asociada a ríos y
arroyos de aguas limpias, bien oxigenadas, poco profundas y con abundantes piedras
en el lecho. En estas aguas encuentra su alimento normalmente bajo los
guijarros. Es muy sensible a la acidificación de las aguas. En el centro de la
Península Ibérica evita arroyos cuyo pH sea de 8 o superior, y todos los
estudios muestran una manifiesta correlación negativa entre el pH del agua y la
abundancia de estas aves. En esto se diferencia del martín pescador, menos
exigente con la calidad del agua, aunque más dependiente de un entorno con
pesca abundante, ya que es una especie fundamentalmente piscívora, con un 65% de su dieta formada por peces que captura
en rápidas zambullidas en el agua.
El mirlo acuático es un buceador
experto que se ayuda del batido de sus alas para desplazarse, especialmente bajo
el influjo de corrientes fuertes. En la captura de sus presas puede realizar inmersiones de 5-10
segundos. El buceo se ve favorecido por su plumaje denso y una membrana en la
narina que se cierra en la inmersión para evitar la entrada de agua. Para
voltear los guijarros se ayuda de un pico fino y algo recurvado hacia arriba. A
pesar de las adaptaciones del mirlo acuático, su comportamiento de caza es costoso
en términos energéticos. Para que esta forma de caza sea rentable en términos
calóricos debe cazar muchas veces y seleccionar las
presas de mayor tamaño entre las disponibles.
Estuches tubulares de Frigáneas |
En su dieta hay
una evidente preferencia por dos grupos de insectos acuáticos, las frigáneas y las efémeras, principalmente en sus fases larvarias. Las larvas de frigáneas suelen estar protegidas por un
estuche tubular fabricado con microguijarros que el mirlo acuático es capaz de
romper golpeándolo contra las rocas. Incluso puede llegar a ingerirlas con
estuche si las larvas son pequeñas. A parte de estos insectos, que
conforman las tres cuartas partes de su alimentación, también captura moluscos,
crustáceos, gusanos, e incluso alevines de peces y renacuajos. También puede
también alimentarse en tierra de otro tipo de insectos, incluso alados, y no
desdeña los peces muertos que pueda encontrar en las orillas del río.
Se distribuyen de forma casi
continua por toda la zona norte de la península, en áreas más fragmentadas por los
Sistemas Central e Ibérico, y de modo muy disperso el sur de la Península, con
poblaciones aisladas en los Montes de Toledo, Sierra Morena y Cordillera
Penibética.
Mapa de distribución. Tomado del Atlas de las Aves Reproductoras de España SEO BIRDLIFE |
Además de la ya citada
acidificación de las aguas, la contaminación por nitratos y fosfatos
procedentes de fertilizantes y aguas residuales, la deforestación de las riberas
de los ríos, con el consiguiente arrastre de arenas que enturbian en exceso sus
aguas, y la creciente red de embalses, canales o tomas de agua que alteran los
cursos altos de los ríos, están degradando el hábitat de los mirlos acuáticos.
Finalizamos con un estupendo
vídeo del fotógrafo polaco Miklós Heincz
en el que se muestra la destreza con la que maniobran estos bellos e
inquietos pájaros en los cursos rápidos de agua.
José Antonio López Isarría