El 28 de septiembre de 1799, el naturalista y geógrafo Alexander von
Humboldt descubrió para la ornitología una nueva especie de ave mientras
exploraba una cueva hoy conocida como Cueva del Guácharo, en honor al nombre
del extraño pájaro que allí reside. Se trata del Steatornis caripensis, un ave
nocturna que come fruta y usa la ecolocalización para moverse en oscuridad
plena. Nidifica dentro de cuevas, en ruidosas colonias cuyos reclamos evocan quejas o lamentos, “guácharos” en idioma nativo.
Durante su expedición a las
montañas bajas de Caripe, en el este de Venezuela, el gran naturalista berlinés
se hospedó en un convento de frailes aragoneses. Allí, los monjes le hablaron
de una cueva cercana que estaba ocupada por miles de pájaros nocturnos. Pocos
días después, miembros de una tribu indígena lo guiaron hasta la boca de la
cueva. A la luz de las antorchas, descubrió centenares de nidos pegados al techo de
la cueva.
Alexander von Humboldt. A la derecha, ilustración de la cabeza de un guácharo dibujada por el propio naturalista alemán
En palabras de Humboldt, “el guácharo es del tamaño de nuestras gallinas, tiene el pico de los
chotacabras, la traza de los buitres, cuyo pico ganchudo está rodeado de
mechones de cerdas rígidas […] Difícil es imaginarse el espantoso ruido que
hacen en la parte oscura de la caverna miríadas de estas aves. Sólo puede
compararse al ruido de nuestras cornejas que viven en sociedad en los bosques de
pinos del Norte y construyen sus nidos en árboles cuyas copas se tocan. Los
sonidos agudos y penetrantes de los guácharos se reflejan en las bóvedas y el
eco los devuelve al fondo de la caverna. Los indios nos mostraban los nidos de
estas aves fijando las antorchas en la punta de una larga percha. Estos nidos
se encontraban a 50 o 60 pies de altura, en agujeros con forma de embudo. Crecía
este ruido a medida que avanzábamos y que las aves se asustaban con la luz que irradiaban
nuestras antorchas; y cuando cesaba por algunos minutos junto a nosotros,
oíanse a lo lejos los quejumbrosos chillidos de las aves que anidaban en otros
compartimentos de la caverna. Era como si aquellas bandadas se contestaran
alternativamente”.
Pareja de guácharos (Steatornis caripensis) |
El mismo Humboldt explicó cómo, coincidiendo con la fiesta de San Juan, los nativos entraban a la Cueva del Guácharo y capturaban miles de pollos. Los
animales eran destripados al instante para descubrir sus depósitos grasos, que
forman una gruesa capa adiposa desde el abdomen hasta la cloaca. La grasa extraída se fundía después a fuego
lento hasta formar una manteca semilíquida, transparente e inodora usada como
grasa culinaria y como combustible de lámparas. Esta fue la razón que
movió al naturalista alemán a elegir el nombre Steatornis caripensis, que en latín significa "ave aceitosa de Caripe".
El guácharo es la única ave
del mundo que se alimenta a base de frutos ricos en lípidos durante la noche. Como
producto de su dieta a base de lauráceas, burseráceas y palmas, regurgita en el
interior de las cuevas las cáscaras y semillas de los frutos que ingiere,
generando enormes depósitos de restos vegetales, principalmente durante el
período de alimentación de las crías. Muchas semillas regurgitadas germinan en
oscuridad total y forman praderas subterráneas de vegetales despigmentados. De
esta forma se establecen genuinos ecosistemas con niveles tróficos de
productores (vegetales despigmentados) y niveles de herbívoros, carnívoros y detritívoros.
Estas comunidades biológicas se denominan troglobiontes,
evolucionan adaptándose a la vida troglodita, hipogea o cavernícola. Hay
muchos invertebrados descritos con características comunes: elongación de sus cuerpos,
extremidades y antenas, despigmentación, ojos pequeños o completamente
atrofiados, acusada ralentización del metabolismo, una vida relativamente
longeva y una progenie escasa aunque bien cuidada.
Las colonias de guácharos, que
llegan a tener hasta 20.000 ejemplares, son únicas en el mundo en cuanto a
diversidad y biomasa de las biocenosis que habitan en medios desprovistos de
luz solar. Se distribuyen por Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia
Guyana y Trinidad, con algunos registros esporádicos en Centro América.
Se cree que fue la exclusiva dieta frugívora la razón por la que el guácharo empezó a diferenciarse de sus parientes más cercanos. La alimentación a base de frutos pudo provocar que sus nidos, que inicialmente estaban en el suelo, fueran más vulnerables a los depredadores, ya que cuando regurgitaban las semillas, éstas señalizaban su localización. Con el transcurso del tiempo, la especie empezó a buscar sitios más seguros donde poder anidar hasta que empezó a colonizar cuevas. Para poder adaptarse a las condiciones especiales de estos lugares, el guácharo se vio obligado a desarrollar algún tipo de locomoción alternativa que le permitiera moverse en condiciones de oscuridad completa. Desarrolló entonces la técnica de la ecolocalización.
El zoólogo estadounidense Donald Griffin, que en 1938 ya había descrito
la ecolocalización en murciélagos, también confirmó el sistema de navegación en
los guácharos. Este mecanismo consiste básicamente en la emisión de ondas
sonoras de corta duración que al rebotar contra estructuras sólidas son
detectadas por el emisor, permitiéndole determinar características del objeto
como distancia de ubicación, forma y textura. Entre los animales con capacidad
de vuelo, los murciélagos son los que poseen el sistema de ecolocalización de mayor
resolución, determinado por la emisión de ondas de alta frecuencia, no
apreciables dentro del rango audible humano. Los pioneros trabajos de Griffin en 1953 permitieron establecer
que el guácharo era capaz de volar en absoluta oscuridad utilizando un sistema
de ecolocalización similar al conocido previamente para murciélagos.
Estudios más recientes han
permitido establecer con más detalle los mecanismos implicados en la
ecolocalización de los guácharos, incluyendo tanto su resolución como la
descripción de las vocalizaciones y la fisiología asociada a la producción de éstas.
Un aspecto distintivo de ecolocalización en aves es que las vocalizaciones son
de baja frecuencia (entre 2 y 10 kHz), en contraste con los murciélagos que
utilizan frecuencias entre 20 y 200 kHz, inaudibles al oído humano, sensible al
rango 20 Hz- 20 kHz.
Funcionamiento de la técnica de ecolocalización en murciélagos |
Entre las observaciones realizadas por Griffin
destaca la incapacidad de los guácharos, encerrados en una habitación oscura,
de esquivar un bombillo que colgaba del techo. El autor consideró que estos
tropiezos pudieron deberse al estrés provocado por las condiciones de
cautiverio, aunque no se evaluó experimentalmente la capacidad de detectar
objetos de este tamaño al volar de noche en libertad.
Otro aspecto ya observado por Griffin, es la importancia del oído como órgano receptor de las señales auditivas reflejadas. Él mismo liberó tres guácharos con los oídos ocluidos en una habitación oscura y descubrió que, a pesar de sus sostenidos intentos por volar y la continua emisión de sonidos, los pájaros chocaron contra las paredes. En cambio, al quitar los tapones, las aves volaron sin ninguna dificultad.
Salangana de la isla Mauricio (Aerodramus francicus) |
Además de los guácharos, la
ecolocalización en aves sólo se conoce en unos vencejos del género Aerodramus que viven en ciertas islas
del sur del Pacífico y el nordeste de Australia. Son miembros típicos de la familia
Apodidae, con alas estrechas para el
vuelo rápido así como una amplia apertura bucal y un pico comprimido para
atrapar insectos en vuelo. Lo que las distingue del resto de los vencejos es su
capacidad para volar en total oscuridad entre las simas y corredores de las
cuevas, donde descansan por la noche y se reproducen.
Chotacabras europeo (Caprimulgus europaeus) y lechuza (Tyto alba)
Hay que recordar que existen otras aves de hábitos nocturnos, como lechuzas (O. Strigiformes) y chotacabras (O. Caprimulgiformes), aunque dependen casi exclusivamente de la vista como mecanismo de orientación en la oscuridad.
Finalizamos con un vídeo en
el que visitaremos una cueva de guácharos ubicada dentro de un parque nacional de Colombia, con sus inquilinos en plena actividad.
Tomado de “El Tiempo. Casa Editorial 2019. Parques Nacionales de Colombia
José Antonio López Isarría