22 abril 2019

Plastisfera

Cada año, los seres humanos tiramos al mar 8 millones de toneladas de plástico. Estos deshechos que flotan en los océanos del planeta se han convertido en nuevas comunidades ecológicas de la "plastisfera", un término acuñado por el biólogo Erik ZettlerConstituyen la basura más abundante y persistente de los océanos actuales, y su efecto se multiplicará inevitablemente porque los objetos de plástico más grandes acaban disgregándose en millones de micropartículas.

Composición de Nagy Bagoly

Cuando el tamaño de estas micropartículas es inferior a 5 milímetros de diámetro se habla de 
microplásticosEl área con mayor contaminación es el mar de Tasmania entre Australia y Nueva Zelanda, pero también los mares del hemisferio sur, entre Sudamérica, Sudáfrica y Australia. 
Suponen una grave preocupación ambiental al ser accesibles a un amplio rango de organismos, desde grandes cetáceos marinos a diminutos especímenes de zooplancton.  Las estimaciones actuales indican que hay más de 150 millones de toneladas de plásticos en nuestros mares. De persistir el ritmo de vertidos, en 2025 el océano contendrá 1 tonelada de plástico por cada 3 toneladas de pescado, y en 2050, los océanos ya tendrán más plástico que peces (en peso).

Tomado del informe de WWF "Una trampa de plástico. Liberando de plástico el Mediterráneo"
Los plásticos son compuestos sintéticos hechos a base de carbono. La mayor parte derivan del petróleo aunque también se pueden fabricar a partir de otras fuentes como celulosa y almidón de maíz. Son ampliamente utilizados debido a su durabilidad, pero esto también los convierte en peligrosos ya que, al no ser biodegradables, permanecen en el entorno durante cientos de años. Su vida útil media es de cuatro años (algunos son de un solo uso) pero en el mar pueden permanecer durante períodos que van desde 20 años para una bolsa, 50 años para un vaso de plástico y 600 años para un sedal de pesca.

Albatros de Laysan (Phoebastria immutabilis)
Una investigación dirigida por Chris Wilcox (VER) puso de manifiesto que si en 1960 “sólo” un 5% de las aves marinas tenían plásticos en sus estómagos, la cifra ya había aumentado hasta el 80% en 2010. Y anunciaron un dato más alarmante para 2050, año en el que la ingestión de estos materiales afectará a la casi totalidad de las aves marinas. Dado que en este grupo se incluye a cualquier ave que dependa en gran medida del entorno marino, estamos hablando de unas 350 especies en todo el mundo.

Fotografía de Richard Shucksmith/BarcroftMedia
Bolsas, botellas y fibras derivadas de la ropa sintética son parte de los materiales sintéticos que se vierten al océano procedentes de los ríos urbanos, el alcantarillado y los vertederos. Las aves confunden estos desechos por comida y los ingieren de forma accidental, provocándoles graves trastornos como obstrucción intestinal, pérdida de peso y, en casos extremos, la muerte. Es difícil explicar cómo especies adaptadas a sus entornos durante miles de años de evolución pueden equivocarse en algo tan básico como el alimento.

Petreles dameros (Daption capense)
El biólogo Matthew Savoca publicó  en 2016 un estudio en el que se confirmó que tras un mes flotando en aguas marinas, los plásticos más comunes comienzan a emitir sulfuro de dimetilo  (H3C-S-CH3)  (SDM). Este compuesto se produce de forma natural en los océanos como resultado de la descomposición enzimática por la acción metabólica del fitoplancton y por las células muertas del zooplancton. Los autores del estudio han comprobado que el SDM se relaciona directamente con la ingestión de plástico por parte de las aves marinas. Los plásticos, tras unas semanas en el mar, son colonizados por microorganismos que comienzan a producir SDM y atraen así a las aves. Sobre la superficie de los desechos se desarrolla una rica comunidad microbiana constituida por bacterias, protozoos, algas y briozoos. 

Con tal diversidad de vida marina desarrollándose en los restos plásticos, los investigadores usan incluso el término “arrecife microbiano” para referirse a esta “sopa” de fragmentos de polímeros. Terminan oliendo exactamente como la comida de la que se alimentan las aves marinas. Sabemos que las aves procelariformes (albatros, petreles y pardelas) tienen un afinado olfato para el SDM, que les señala el punto donde hay comida. Los microplásticos, con su tapiz de microorganismos emisores de SDM, actuarían, pues, como “trampas ecológicas”. Las aves no confunden plástico por comida, sino más bien ingieren “comida” contaminada. El SDM es, además, uno de los principales responsables del olor a mar y tiene un papel clave en el clima (ejerce un efecto contrario al “efecto invernadero”).

Pardela cenicienta (Calonectris diomedea)
No sólo las aves padecen el efecto de esta peligrosa ingestión. Un exhaustivo análisis realizado por científicos británicos realizado en febrero de este año halló macropartículas plásticas en todos los mamíferos marinos encallados en las costas de Gran Bretaña, incluidos marsopas, delfines, focas grises y cachalotes pigmeos. En el tracto digestivo de 50 individuos de 10 especies distintas se hallaron micropartículas de fibras sintéticas, y el nylon era el tipo de polímero más extendido, procedente de cabos de pesca y redes, de ropa y cerdas de cepillos de dientes. El estudio ha confirmado un relación directa entre la causa de la muerte y la abundancia de microplásticos, de forma que los animales que morían debido a una enfermedad infecciosa tenían una cuota mayor de partículas que aquellos que morían por otras causas. Además, se ha alertado sobre el peligro de que entre los productos que se adhieren a los trozos de plástico figuran los bifenilos policlorados (PCB) y el dicloro difenil tricloroetano (DDT), venenos para la vida animal. Así mismo es preocupante que estas micropartículas puedan ser también un vector de transmisión de virus y bacterias.

Desde hace mucho tiempo se sabe que numerosas poblaciones de aves marinas están en declive, pero un estudio publicado recientemente presenta una situación aún peor de lo que se esperaba. Según los investigadores, la abundancia de aves marinas se ha reducido en un 70% en solo 60 años, lo cual equivale a la desaparición de unos 230 millones de animales. Las causas más probables de esta tragedia ambiental son la pesca excesiva, el ahogamiento provocado por sedales o redes, la contaminación por microplásticos y la polución tóxica que se extiende por las cadenas tróficas. A esto hay que añadir el efecto del cambio climático y la acidificación del océano, que amenaza con inundar las zonas de nidificación y alterar las fuentes de alimento.


La mayoría de las aves marinas son muy longevas y se reproducen lentamente, de modo que incluso pequeños incrementos de la mortalidad pueden causar importantes disminuciones en las poblaciones, que tardan mucho en recuperarse. A esto hay que añadir que las zonas protegidas en los océanos van muy a la zaga de las terrestres. En la actualidad, solo un 2% de los océanos del mundo tienen algún tipo de protección frente a casi un 15% del paisaje terrestre, y menos de la mitad de las zonas marinas protegidas prohíben por completo la pesca. Con una extensión tan reducida cerrada a la pesca no es de extrañar que muchas aves marinas sean víctimas indirectas de la pesca excesiva. De hecho, está comprobado que si la abundancia de peces desciende por debajo de un tercio de su nivel máximo, se produce un impacto negativo en el crecimiento de las poblaciones de aves marinas.

El problema es crítico para los pollos. Pueden ser alimentados con fragmentos de plástico por sus progenitores pero son incapaces de regurgitarlos y en ocasiones pueden acumularse en el estómago hasta causarles la muerte. Este fenómeno es bien conocido en los albatros que crían en Hawaii. El fotógrafo Chris Jordan ha documentado este problema con impresionantes fotografías de cadáveres de polluelos con el estómago repleto de plásticos. 

Cadáver de un albatros en las islas Midway. Foto de Chris Jordan. Smithsonian Institution
Los plásticos pueden contener compuestos tóxicos en concentraciones de hasta un millón de veces más altas que las que se encuentran de forma natural en el agua marina. Los efectos perniciosos de estos contaminantes también dependen de la velocidad con la que se liberan en el cuerpo. Hay datos que muestran que el plástico libera hasta 30 veces más contaminantes cuando está presente en tejido corporal (intestinos) que en el agua de mar. Una vez que los tóxicos entran en el cuerpo, interfieren con procesos biológicos importantes, causando daño hepático o alteración hormonal. Esto a su vez puede influir en la movilidad, la reproducción y el crecimiento de los animales.

Playa cubierta de plástico en India (EFE/Divyakant Solanki)
Hemos diagnosticado el problema. Es hora de ir buscando soluciones. La organización World Wildlife Fund (WWF) propone una serie de acciones para empezar a solucionar este problema ambiental. Veamos un decálogo de las más interesantes, desglosadas según el ámbito de actuación:

A escala internacional:
1.- Aprobar un acuerdo internacional jurídicamente vinculante para eliminar los vertidos de plástico en los océanos.
2.- Asegurarse de que todos los aparejos de pesca se recuperan y eliminan adecuadamente.
3.- Adoptar normas de comercio internacional para los residuos plásticos en las que se definan criterios de reciclaje claros y precisos.

A escala nacional:
4.- Pasar del 30% actual a un 100% de residuos plásticos reciclados y reutilizables en un plazo que no debería superar el año 2030.
5.- Prohibir la venta o entrega de todas las bolsas de plástico ligeras (de espesor inferior a 50 micras) que no sean biodegradables. En España ya hay una orden gubernamental que ha puesto como fecha límite el año 2021. 
6.- Lograr la recuperación del 100% de estos residuos a través de planes de gestión integrada de recogida de deshechos y de reciclaje eficiente.

Acciones recomendadas para los consumidores:
7.- Elegir, cuando sea posible, productos hechos de materiales biodegradables o reciclados en lugar de plásticos.
8.- Evitar el consumo de artículos de plástico de un solo uso (vasos, platos, pajitas).
9.- Evitar el consumo de jabones y productos cosméticos que contengan microplásticos: comprobar si los ingredientes contienen polietileno, polipropileno o cloruro de polivinilo, todos ellos plásticos.
10.- Comprar, cuando sea posible, productos sin envasar: frutas, verduras, quesos, carnes, pescados y otros alimentos vendidos a granel o al peso.

José Antonio López Isarría