26 octubre 2018

Las aves y la pintura

Las aves han sido fuente de inspiración artística, religiosa y espiritual para muchas culturas a través de la historia. Se han asociado a diferentes sentimientos y virtudes humanas como la sabiduría, la libertad, la piedad y el amor. También se han relacionado con manifestaciones de naturaleza artística, como la música, la poesía, la danza o la pintura. Desde épocas antiguas, los seres humanos hemos tratado de plasmar y copiar la naturaleza que nos rodea. Ese interés por recrear nuestro entorno ha evolucionado a través del tiempo y nos ha proporcionado innumerables obras de arte de todo tipo de influencia.

"Jilguero atado" de Carel Fabritius, (1654)

Las aves han estado presentes en la cultura humana ya desde la prehistoria. En la provincia de Cádiz, en el interior del Parque Natural de los Alcornocales, hay un afloramiento rocoso con un extraordinario número de pinturas rupestres que datan de la época neolítica y la Edad del Cobre. Se trata de la conocida Cueva del Tajo de las Figuras. Se cree que en esta zona existía un enorme humedal, una de las mayores lagunas de Europa

Cueva del Tajo de las Figuras (Cádiz)
Estas pinturas representan, entre otros animales, a miles de aves que residían aquí. Se admite que estas imágenes tienen un significado mágico-religioso y una función propiciatoria para la caza. También sería una forma de plasmar la admiración de aquellos habitantes ante el espectáculo natural que ofrecen los pasos migratorios en la región.


Calco de las pinturas de aves en la Cueva del Tajo de las Figuras. Están representadas siluetas de avutardas, gansos, grullas, flamencos y diversas especies de limícolas

El profesor Gerardo Orellana es el autor de una interesante tesis doctoral en la que hace un estudio histórico/artístico de las aves como argumento en la pintura. Sirviéndonos de su estudio, haremos un rápido viaje por la historia para conocer la impronta que estos animales han dejado en distintas manifestaciones culturales a través de los tiempos, tanto desde el punto de vista simbólico (en los mitos, en la magia, en el arte) como científico.

En la civilización egipcia el dios del cielo Horus era representado por un halcón, y el dios de la sabiduría Thoth, por un ibis. También en las culturas griegas y romanas encontramos numerosos ejemplos de animales que están muy presentes en su religión.

Representación de Thoth, dios egipcio de la sabiduría, la escritura y la música

Durante la Edad Media el saber se refugió en los monasterios, donde se produjeron algunas de las joyas del arte medieval: libros manuscritos con bellas ilustraciones. En estos scriptorium se copiaban también otros códices que contenían imágenes de aves: los bestiarios. Eran códices manuscritos que compilaban diversos tipos de textos, desde narraciones hasta descripciones etimológicas, en torno a un inventario de animales reales o fantásticos. Estaban escritos a mano por amanuenses e ilustrados por monjes iluministas. Se trata de libros de gran tamaño y valor, ya que en su confección se utilizaban materiales de gran calidad: tintas caligráficas, pinturas doradas y azules, papeles de lino o algodón, encuadernación en cuero. Uno de los más valiosos es el Bestiario de Aberdeen, escrito e ilustrado en la Inglaterra del 1200.

Ilustración del Bestiario de Aberdeen

Con el Renacimiento (siglos XV y XVI) se recupera el arte y la cultura de la Antigüedad clásica grecorromana. De forma simultánea, se observa una creciente preocupación por la ciencia. Los nuevos descubrimientos geográficos reavivan el interés por la historia natural. Con la aparición de los libros impresos, el trabajo manual y artístico de los escribas y miniaturistas queda relegado, pues ahora la rapidez de la imprenta para producir libros exige técnicas rápidas de ilustración. Se usa una nueva técnica basada en placas de madera tallada con las imágenes que se van a imprimir (xilografías).

Xilografía de Jost Amman que muestra el trabajo de un grabador del siglo XVI 
Durante los siglos XVII y XVIII la utilización de los animales con significados simbólicos continúa estando presente en la pintura, especialmente en el arte de contenido religioso o mitológico. Como sigue con fuerza la expansión colonial y la exploración de tierras lejanas por parte de expedicionarios europeos, el número de especies animales descubiertas no deja de crecer. Al final de este periodo aparecen los atlas de divulgación zoológica. Se trata de publicaciones que tratan de difundir los conocimientos científicos. La popularización de la ciencia dependió en gran medida de la posibilidad de ilustrar nuestro entorno próximo o lejano. A través de la ilustración y su difusión fue posible que se diera a conocer la avifauna de nuestro planeta. Una descripción acompañada por una ilustración dio la oportunidad de conocer a los animales  sin necesidad de ser un experto zoólogo.

Como recuerda Claudia Múnera-Roldán, del Instituto “Alexander von Humboldt” de Colombia, desde comienzos del siglo XVIII hasta mediados del siglo XX, era casi indispensable que las expediciones científicas estuvieran acompañadas por una persona que supiera dibujar, y en muchas ocasiones eran los mismos artistas quienes recolectaban los especímenes. En aquella época sus herramientas de trabajo se reducían al papel y el lápiz, coloreando con tintas, óleos o acuarelas.

En la segunda mitad del siglo XVIII, la nueva clasificación propuesta por  Linneo basada en nombres latinos y griegos, fortaleció el avance de las ciencias naturales y el intercambio de información sobre un mismo sistema o lenguaje. La ornitología como ciencia comenzó a desarrollarse rápidamente al tiempo que la ilustración científica describía y dibujaba nuevas especies. Los trabajos enciclopédicos, especialmente por parte de los franceses a finales del siglo XVIII, dedicaron volúmenes completos a las aves.

Retrato de  Audubon. Pintura de John Syme. Cortesía de White House Historical Association
En la primera mitad del siglo XIX, entre 1827-1838, el naturalista y pintor John James Audubon publicó su gran obra Birds of America y marcó un hito en la historia de la ilustración divulgativa de las aves. El libro consta de 435 acuarelas de 99 x 66 cm, organizadas en cuatro volúmenes. La colección de grabados se acompañó de un volumen de texto titulado Ornithological Biographies, del ornitólogo William MacGillivray, en el que se describían muchas de las especies ilustradas.

 
Dibujo de Audubon de un calamoncillo americano (Porphyrio martinica)
La gran tradición naturalista y ornitológica del Reino Unido y su gran poder económico hicieron que, a medida que se expandía el imperio británico, crecieran las colecciones científicas y a su vez la demanda de ilustradores de aves. Se hizo habitual que las expediciones agregaran la investigación de la naturaleza a su lista de objetivos con el fin de tener un conocimiento más amplio de las lejanas tierras exploradas. De esta manera llegaron ejemplares, ilustraciones y diarios de viaje que fueron luego aprovechados por los museos, las academias y los investigadores

Dentro de estos viajeros, naturalistas e ilustradores, el inglés John Gould, fue uno de los grandes naturalistas de todos los tiempos. Ya hablamos de él en un artículo anterior, pues en 1837 clasificó por primera vez los ejemplares de sinsontes que Darwin trajo de las islas Galápagos (enlace).

Vitrina de colibríes cedidos por Gould al Museo de Historia Natural de Londres. Tomado de la web www.taxidermidades.com
Aunque no fue un dibujante brillante, se convirtió en el editor y autor de los libros de aves con ilustraciones más completas y exactas de las aves de Europa, América y Australia. Se incorporó a la Sociedad Zoológica de Londres como taxidermista. Hay que recordar que la fotografía aún no formaba parte del instrumental científico y la taxidermia era esencial para la investigación, pues los animales disecados permitían coleccionar especímenes que se podían manipular y observar en el laboratorio. Llegó a poseer la mayor colección de colibríes americanos disecados: 5.378 en total.

Desde las primitivas pinturas rupestres a las modernas guías de campo de identificación de aves, los ilustradores han intentado realizar una aproximación a la realidad, de manera que el resultado sea lo más parecido a la especie representada, independientemente del significado mágico, religioso, simbólico o científico que persiga.

Portada del libro "Las aves en el Museo del Prado". Reproducción parcial del óleo "Concierto de aves" de Frans Snyders
Fruto de una investigación llevada a cabo por SEO/BirdLife, el biólogo Joaquín Gómez Cano y los pintores e ilustradores  Juan Varela y Gerardo Orellana, publicaron en 2010 un delicioso libro que titularon “Las aves en el Museo del Prado”. Encontraron más de 700 obras con representaciones de aves, pertenecientes a 136 especies. Concluyeron que hay pintores especializados en representar la fauna alada, otros que a veces incluyen algún ejemplar en sus obras y los que nunca representan aves o bien las utilizan como simples siluetas decorativas en el cielo. Al primer grupo pertenecen los miembros de dos conocidas sagas familiares: la de los Brueghel, asentada en los Países Bajos, y la de los Bassano, procedente de Italia.


El Paraíso Terrenal. Pieter Brueghel el Joven. Aparecen en escena un caballo, tigres, ciervos, dromedarios, aves palmípedas y acuáticas que completan una idílica visión del Paraíso
A ellos hay que añadir cuadros de El Bosco o Rubens, que nos ofrecen algunas de las representaciones de aves más fidedignas que se conocen. Junto a estos grandes maestros, pintores menos conocidos por el gran público, como Frans Snyders o Paul y Martin de Vos, aparecen como los auténticos especialistas en la representación ornitológica.

Eolo de Pedro Pablo Rubens. Actualmente depositado en el Museo de Bellas Artes de Asturias (Oviedo)


La imagen superior corresponde a una de las pinturas más enigmáticas en la Historia del Arte. El Jardín de las Delicias, la gran obra de El Bosco que ha fascinado durante siglos a todos los que han tenido la fortuna de contemplarlo de cerca, es un tríptico de 2,20 por 3,90 metros que representa el Génesis, el Paraíso y el Infierno. El maestro pinta animales reales y fantásticos, plantas y frutos a un tamaño igual o mayor que los seres humanos.La tabla central está presidida por una escena en la que se aprecian jinetes que cabalgan a lomos de jabalíes, unicornios, caballos, osos, toros, leones, panteras, que simbolizan pecados como la gula, la avaricia, la ira, la soberbia o la lujuria. Son numerosos los especímenes de aves que aparecen en toda la extensión del cuadro. Abajo un detalle en el que podemos apreciar un martín pescador, un jilguero, un pito real, un petirrojo, una abubilla, un cárabo y dos ánades. 



Dejamos para el final uno de mis cuadros favoritos, del pintor flamenco Martin de Vos titulado "El Aire". La obra representa la Alegoría del Aire, en la que aparece el dios Eolo, mientras que los niños que soplan personifican los vientos. Eolo lleva en la mano derecha un camaleón, símbolo mediador entre los hombres y las fuerzas trascendentales. El pintor reproduce los animales con el rigor de un ilustrador actual de guías de identificación de aves. Las hay en vuelo y posadas. Se pueden reconocer ejemplares de ostrero, cernícalo, somormujo, calamón, espátula, águila real, martín pescador, garza, arrendajo, lechuza, pito real, grulla coronada y otras más de más difícil determinación.


José Antonio López Isarría