Las aves han sido fuente de inspiración artística, religiosa y espiritual para muchas culturas a través de la historia. Se han asociado a diferentes sentimientos y virtudes humanas como la sabiduría, la libertad, la piedad y el amor. También se han relacionado con manifestaciones de naturaleza artística, como la música, la poesía, la danza o la pintura. Desde épocas antiguas, los seres humanos hemos tratado de plasmar y copiar la naturaleza que nos rodea. Ese interés por recrear nuestro entorno ha evolucionado a través del tiempo y nos ha proporcionado innumerables obras de arte de todo tipo de influencia.
Las aves han
estado presentes en la cultura humana ya desde la prehistoria. En la provincia
de Cádiz, en el interior del Parque Natural de los Alcornocales, hay un
afloramiento rocoso con un extraordinario número de pinturas rupestres que
datan de la época neolítica y la Edad del Cobre. Se trata de la conocida Cueva
del Tajo de las Figuras. Se cree que en esta zona existía un enorme humedal,
una de las mayores lagunas de Europa
Cueva del Tajo de las Figuras (Cádiz) |
Calco de las pinturas de aves en la Cueva del Tajo de las Figuras. Están representadas siluetas de avutardas, gansos, grullas, flamencos y diversas especies de limícolas |
El profesor Gerardo Orellana
es el autor de una interesante tesis doctoral en la que hace un estudio
histórico/artístico de las aves como argumento en la pintura. Sirviéndonos de
su estudio, haremos un rápido viaje por la historia para conocer la impronta que
estos animales han dejado en distintas manifestaciones culturales a través de
los tiempos, tanto desde el punto de vista simbólico (en los mitos, en la
magia, en el arte) como científico.
En la civilización egipcia el dios del cielo Horus era representado por un halcón, y el dios de la sabiduría Thoth, por un ibis. También en las culturas griegas y romanas encontramos numerosos ejemplos de animales que están muy presentes en su religión.
Representación de Thoth, dios egipcio de la sabiduría, la escritura y la música |
Durante la Edad Media el saber se refugió en los monasterios, donde se produjeron algunas de las joyas del arte medieval: libros manuscritos con bellas ilustraciones. En estos scriptorium se copiaban también otros códices que contenían imágenes de aves: los bestiarios. Eran códices manuscritos que compilaban diversos tipos de textos, desde narraciones hasta descripciones etimológicas, en torno a un inventario de animales reales o fantásticos. Estaban escritos a mano por amanuenses e ilustrados por monjes iluministas. Se trata de libros de gran tamaño y valor, ya que en su confección se utilizaban materiales de gran calidad: tintas caligráficas, pinturas doradas y azules, papeles de lino o algodón, encuadernación en cuero. Uno de los más valiosos es el Bestiario de Aberdeen, escrito e ilustrado en la Inglaterra del 1200.
Con el Renacimiento (siglos
XV y XVI) se recupera el arte y la cultura de la Antigüedad clásica
grecorromana. De forma simultánea, se observa una creciente preocupación por la
ciencia. Los nuevos descubrimientos geográficos reavivan el interés por la
historia natural. Con la aparición de los libros impresos, el trabajo manual y
artístico de los escribas y miniaturistas queda relegado, pues ahora la rapidez
de la imprenta para producir libros exige técnicas rápidas de ilustración. Se
usa una nueva técnica basada en placas de madera tallada con las imágenes que
se van a imprimir (xilografías).
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Durante los siglos XVII y
XVIII la utilización de los animales con significados simbólicos continúa
estando presente en la pintura, especialmente en el arte de contenido religioso
o mitológico. Como sigue con fuerza la expansión colonial y la exploración de
tierras lejanas por parte de expedicionarios europeos, el número de especies
animales descubiertas no deja de crecer. Al final de este periodo aparecen los atlas de divulgación zoológica. Se trata
de publicaciones que tratan de difundir los conocimientos científicos. La
popularización de la ciencia dependió en gran medida de la posibilidad de
ilustrar nuestro entorno próximo o lejano. A través de la ilustración y su
difusión fue posible que se diera a conocer la avifauna de nuestro planeta. Una
descripción acompañada por una ilustración dio la oportunidad de conocer a los
animales sin necesidad de ser un experto
zoólogo.
Como recuerda Claudia Múnera-Roldán, del Instituto “Alexander
von Humboldt” de Colombia, desde comienzos del siglo XVIII hasta mediados del
siglo XX, era casi indispensable que las expediciones científicas estuvieran
acompañadas por una persona que supiera dibujar, y en muchas ocasiones eran los
mismos artistas quienes recolectaban los especímenes. En aquella época sus
herramientas de trabajo se reducían al papel y el lápiz, coloreando con tintas,
óleos o acuarelas.
En la segunda mitad del
siglo XVIII, la nueva clasificación propuesta por Linneo
basada en nombres latinos y griegos, fortaleció el avance de las ciencias
naturales y el intercambio de información sobre un mismo sistema o lenguaje. La
ornitología como ciencia comenzó a desarrollarse rápidamente al tiempo que la
ilustración científica describía y dibujaba nuevas especies. Los trabajos enciclopédicos,
especialmente por parte de los franceses a finales del siglo XVIII, dedicaron
volúmenes completos a las aves.
Retrato de Audubon. Pintura de John Syme. Cortesía de White House Historical Association |
En la primera mitad del
siglo XIX, entre 1827-1838, el naturalista y pintor John James Audubon publicó su gran obra Birds of America y marcó un hito en la historia de la ilustración
divulgativa de las aves. El libro consta de 435 acuarelas de 99 x 66 cm,
organizadas en cuatro volúmenes. La colección de grabados se acompañó de un
volumen de texto titulado Ornithological
Biographies, del ornitólogo William
MacGillivray, en el que se describían muchas de las especies ilustradas.
La gran tradición naturalista
y ornitológica del Reino Unido y su gran poder económico hicieron que, a medida
que se expandía el imperio británico, crecieran las colecciones científicas y a
su vez la demanda de ilustradores de aves. Se hizo habitual que las expediciones
agregaran la investigación de la naturaleza a su lista de objetivos con el fin
de tener un conocimiento más amplio de las lejanas tierras exploradas. De esta
manera llegaron ejemplares, ilustraciones y diarios de viaje que fueron luego
aprovechados por los museos, las academias y los investigadores
Dentro de estos viajeros, naturalistas
e ilustradores, el inglés John Gould, fue
uno de los grandes naturalistas de todos los tiempos. Ya hablamos de él en un
artículo anterior, pues en 1837 clasificó por primera vez los ejemplares de sinsontes que Darwin trajo de las islas Galápagos (enlace).
Vitrina de colibríes cedidos por Gould al Museo de Historia Natural de Londres. Tomado de la web www.taxidermidades.com |
Aunque no fue un dibujante
brillante, se convirtió en el editor y autor de los libros de aves con ilustraciones
más completas y exactas de las aves de Europa, América y Australia. Se
incorporó a la Sociedad Zoológica de Londres como taxidermista. Hay que recordar que la fotografía aún no formaba
parte del instrumental científico y la taxidermia
era esencial para la investigación, pues los animales disecados permitían
coleccionar especímenes que se podían manipular y observar en el laboratorio. Llegó
a poseer la mayor colección de colibríes americanos disecados: 5.378 en total.
Desde las primitivas
pinturas rupestres a las modernas guías de campo de identificación de aves, los
ilustradores han intentado realizar una aproximación a la realidad, de manera
que el resultado sea lo más parecido a la especie representada,
independientemente del significado mágico, religioso, simbólico o científico
que persiga.
Portada del libro "Las aves en el Museo del Prado". Reproducción parcial del óleo "Concierto de aves" de Frans Snyders |
Fruto de una investigación
llevada a cabo por SEO/BirdLife, el
biólogo Joaquín Gómez Cano y los
pintores e ilustradores Juan Varela y Gerardo Orellana, publicaron
en 2010 un delicioso libro que titularon “Las
aves en el Museo del Prado”. Encontraron más de 700 obras con
representaciones de aves, pertenecientes a 136 especies. Concluyeron que hay pintores
especializados en representar la fauna alada, otros que a veces incluyen algún
ejemplar en sus obras y los que nunca representan aves o bien las utilizan como
simples siluetas decorativas en el cielo. Al primer grupo pertenecen los miembros
de dos conocidas sagas familiares: la de los Brueghel, asentada en los Países Bajos, y la de los Bassano, procedente de Italia.
El Paraíso Terrenal. Pieter Brueghel el Joven. Aparecen en escena un caballo, tigres, ciervos, dromedarios, aves palmípedas y acuáticas que completan una idílica visión del Paraíso |
Eolo de Pedro Pablo Rubens. Actualmente depositado en el Museo de Bellas Artes de Asturias (Oviedo) |
La imagen superior corresponde a una de las pinturas más enigmáticas en la Historia del Arte. El Jardín de las Delicias, la gran obra de El Bosco que ha fascinado durante siglos a todos los que han tenido la fortuna de contemplarlo de cerca, es un tríptico de 2,20 por 3,90 metros que representa el Génesis, el Paraíso y el Infierno. El maestro pinta animales reales y fantásticos, plantas y frutos a un tamaño igual o mayor que los seres humanos.La tabla central está presidida por una escena en la que se aprecian jinetes que cabalgan a lomos de jabalíes, unicornios, caballos, osos, toros, leones, panteras, que simbolizan pecados como la gula, la avaricia, la ira, la soberbia o la lujuria. Son numerosos los especímenes de aves que aparecen en toda la extensión del cuadro. Abajo un detalle en el que podemos apreciar un martín pescador, un jilguero, un pito real, un petirrojo, una abubilla, un cárabo y dos ánades.
Dejamos para el final uno de mis cuadros favoritos, del pintor flamenco Martin de Vos titulado "El Aire". La obra representa la Alegoría del Aire, en la que aparece el dios Eolo, mientras que los niños que soplan personifican los vientos. Eolo lleva en la mano derecha un camaleón, símbolo mediador entre los hombres y las fuerzas trascendentales. El pintor reproduce los animales con el rigor de un ilustrador actual de guías de identificación de aves. Las hay en vuelo y posadas. Se pueden reconocer ejemplares de ostrero, cernícalo, somormujo, calamón, espátula, águila real, martín pescador, garza, arrendajo, lechuza, pito real, grulla coronada y otras más de más difícil determinación.
José Antonio López Isarría