29 septiembre 2017

Un caso de cooperación entre aves y seres humanos

Un artículo publicado en 2016 por la revista Science, titulado “Comunicación recíproca en el mutualismo entre humanos y guías de miel”, explica el proceso por el cual los humanos son guiados por un tipo de pájaros para encontrar panales de miel. La zoóloga sudafricana Claire Spottiswoode ha estudiado este comportamiento durante ocho años en la tribu Mbamba, que vive en la sabana boscosa de la reserva natural Niassa, al norte de Mozambique. Este nuevo estudio aporta como novedad que tanto los pájaros como los humanos implicados utilizan una llamada especial para comunicarse entre sí. Sería la primera vez que se descubre una comunicación recíproca entre seres humanos y animales salvajes.



Estas aves pertenecen al género Indicator, nombre que hace referencia a su facultad de señalar a los humanos (y también a ciertos mamíferos) dónde se encuentran las colmenas de abejas. Todas sus especies habitan en el África subsahariana, salvo dos que son nativas del sur de Asia

Reserva natural Niassa (Mozambique)
La primera referencia que se conoce sobre este raro comportamiento alimenticio se debe al misionero portugués Joao dos Santos, quien en 1569 escribió que estas aves entraban en la iglesia de su misión de Sofala (Mozambique) a comer la cera de las velas del altar. Desde entonces, los naturalistas han acumulado indicios de este singular consumo por parte de estas aves, confirmados por el hallazgo de restos de cera en sus estómagos. En 1954, se publicó un artículo en la revista National Geographic  por el biólogo H. Friedmann titulado “Guías de la miel: pájaros que comen cera”. El descubrimiento de este hábito alimenticio era desconcertante, ya que se consideraba una sustancia indigerible, al menos para las aves y los mamíferos.


Pero lo cierto es que la facultad de comer y digerir la cera de abejas ha sido ya confirmada en dos especies de miel: el “indicador menor” (Indicator minor)  y la “guía de miel de garganta negra” (Indicator indicator), gracias a los trabajos de la bióloga Colleen Downs, de la universidad KwaZulu-Natal, (Sudáfrica). La capacidad de digerir las ceras se ha establecido desde entonces en algunos vertebrados marinos, y más recientemente en las crías de varias aves marinas planctívoras y aves frugívoras.

Desde el punto de vista químico, las ceras son lípidos simples. En general son sólidas e insolubles en agua. Los lípidos constituyen la fuente de energía más concentrada que un ave pueden consumir y, además, son el único componente dietético que se deposita intacto en tejidos con poca o ninguna modificación. La manera en que las guías de miel digieren la cera todavía no se entiende con claridad. No hay una especialización evidente en sus órganos digestivos. En principio, la digestión de la cera podría tener lugar con el concurso de bacterias simbióticas presentes en el intestino del ave o con la ayuda de enzimas específicas.


Gracias al trabajo de Colleen Downs sabemos los microorganismos simbiontes no juegan un papel relevante sino que los pájaros disponen de capacidad endógena para digerir la cera consumida. Se han hallado lipasas (enzimas que disgregan las grasas de los alimentos de manera que se puedan absorber) en el páncreas y en el intestino delgado que podrían colaborar en la tarea. Además, se observó una larga permanencia del tracto digestivo en el intestino que haría posible la absorción de hasta un 90% de la cera consumida. No obstante, el consumo exclusivo de cera plantea un déficit nutricional de proteínas que se debe compensar con la ingesta de insectos.


Aunque la comunicación entre seres humanos y animales domesticados es común, la comunicación regular con animales salvajes es rara. El equipo de la doctora Spottiswoode ha demostrado que cuando los cazadores Mbamba hacen una llamada específica (un gorjeo seguido de un breve gruñido), los pájaros son más propensos a acudir en su ayuda y encontrarles un nido de abeja. Esta interacción sugiere que las aves son capaces de asociar un significado específico de cooperación a la llamada del ser humano. De ser cierto, significaría un raro caso de mutualismo entre los humanos y un animal salvaje. El mutualismo es una forma de interacción con beneficio mutuo entre individuos de diferentes especies.

Falta por investigar qué impacto ha tenido la extensión de iglesias en las áreas de distribución de estas aves. Estas construcciones pueden convertirse en depósitos de comida seguros, sin la molesta presencia de las abejas. Quizá se estaría modificando la secular comunicación entre pájaros y seres humanos.

Finalizamos con la emisión de un vídeo de apenas 3 minutos coproducido por las universidades de Cambridge y Cape Town, y la BBSRC (Bioscience for the future) en la que se expone el trabajo realizado por el equipo de Claire Spottiswoode. 



José Antonio López Isarría