En un artículo anterior ya mencionamos que las plumas han supuesto un importante avance evolutivo pues permiten un excelente aislamiento térmico. Este aislamiento ayuda a mantener constante la temperatura del organismo, independientemente de los cambios de la temperatura ambiental (homeotermia). Además, las plumas consiguen este logro manteniendo una gran flexibilidad y un mínimo peso, aspectos básicos que facilitan el vuelo.
El plumaje también es el principal
responsable de la forma, el color y el porte de las aves, juega un papel vital
en la comunicación entre individuos y en su camuflaje, y sirve para señalizar
la presencia de un individuo, atraer posibles parejas, defender su territorio y
esconderse de los predadores. Además, puede cumplir funciones secundarias muy interesantes, como proteger frente a la
radiación solar y al agua, regular la flotabilidad (en las anátidas), producir
sonidos (en los chotacabras y las agachadizas), transportar agua (en las gangas), amplificar la audición (en
algunas rapaces nocturnas), servir de
soporte mecánico (rectrices de los picos picapinos y los
agateadores) e incrementar la sensibilidad táctil (en los kiwis de Nueva
Zelanda).
La coloración de las aves
depende de la estructura de las plumas y del color de los pigmentos y otras
sustancias depositadas en ellas. El ornitólogo norteamericano Richard O.
Prum clasificó los colores estructurales del plumaje en tres tipos: el blanco de las
plumas no pigmentadas, los colores iridiscentes y los colores no iridiscentes.
Los colores iridiscentes cambian de tonalidad según el
ángulo desde donde se observan. Es el caso del plumaje de algunos colibríes y
de las urracas. La estructura responsable de la iridiscencia está en las
bárbulas, que son capaces de reflejar la luz según la curvatura que presentan
(un efecto óptico parecido al que tiene la superficie curvada de la pared de
una pompa de jabón).
En los colores no
iridiscentes, como pueden ser el color azul o verde, la luz responsable del
color es reflejada por unas estructuras especializadas de las barbas,
constituidas por tejido de células incoloras y llenas de aire, con un fondo
oscuro bajo las mismas. Sobre este tapiz celular hay una capa cortical incolora.
Detalle de la estructura interna de la pluma |
Plumaje iridiscente del Colibrí insigne |
Las coloraciones
pigmentadas son producidas por tres tipos principales de pigmentos: las
melaninas, responsable de los colores
negros, grises, marrones y algunos amarillos de tono pálido, los carotenos, que proporcionan coloraciones rojas, amarillas
y naranjas, y las porfirinas,
responsables de los colores rojos, verdes y marrones, que aparecen en las
plumas de las partes inferiores de diversos pájaros y en las de contorno de las
rapaces nocturnas.
Exuberante plumaje del Pato mandarín (Aix
galericulata) |
Es obvio que el
plumaje está sometido a múltiples vicisitudes. El roce continuo contra la
vegetación o el nido produce un desgaste importante. Se sabe, además, que la
luz ultravioleta del sol altera la estructura física de la queratina y los
pigmentos. También ciertos ectoparásitos, como los piojos masticadores
(malófagos) y algunos ácaros, se alimentan directamente de las plumas.
Adulto y larva del piojo Columbicola
columbae, parásito del plumaje de palomas
Para mantener el buen estado del plumaje, los pájaros
realizan diversas tareas de mantenimiento; se rascan las plumas de la cabeza,
se atusan las plumas de contorno y las alas con el pico, se bañan en agua y se
engrasan el plumaje con una secreción procedente de la glándula uropigial, situada
en la parte superior del arranque de la cola.
También existen aves que se bañan en arena, toman el sol
e, incluso, capturan hormigas con el pico y las restriegan contra su plumaje.
Estas tres últimas actividades, que antes se creía que eran maniobras de
desparasitación, podrían estar dirigidas a mitigar el deterioro del plumaje por
agentes bacterianos. Al restregar hormigas contra su cuerpo, los pájaros
aprovechan las secreciones antibióticas de aquellas, mientras que al tomar
baños de arena o exponerse al sol,
resecan y calientan el plumaje con el consiguiente efecto bactericida.
A pesar de todas estas maniobras de mantenimiento, si las aves quieren mantener la funcionalidad de sus plumas, al final deben someterse a un complejo proceso de sustitución de su plumaje, fenómeno denominado muda. La principal
función de la muda es reemplazar el plumaje gastado pero también se consigue
adaptar el aspecto del ave a sus diferentes etapas vitales y anuales. En un artículo posterior abordaremos este proceso tan interesante de la vida de las aves.
José Antonio López Isarría