21 abril 2021

Totovías y abubillas

Las palabras que imitan el sonido de aquello que designan se llaman onomatopeyas y son muy usadas en ornitología para poner nombre a las aves. Así ocurre con la voz, el grito o el canto en los cucos, las carracas o las abubillas. También entran en juego otros criterios como el comportamiento (picapinos) o los hábitos de alimentación (abejaruco). En otros casos nos fijamos en el color (verdecillo), el diseño (petirrojo) o ciertas singularidades del cuerpo (piquituerto). 

Abubilla (Upupa epops)

Todos estos nombres populares de aves son diferentes según el idioma o dialecto. Francisco Bernis, pionero de la ornitología en España, decía que tan interesante es la biología de las aves y sus pautas de conducta como el fenómeno antropológico que producen en el lenguaje y conocimiento humano. Él fue el primero que propuso un listado de nombres vulgares de aves aprovechando vernáculos populares ya existentes o acuñando otros nuevos. Con el tiempo, esta primera lista se fue ampliando y actualizando hasta configurar el actual listado de nombres comunesun sistema paralelo al de los nombres científicos regulados por el Código Internacional de Nomenclatura Zoológica.

Piquituerto (izquierda) y pico picapinos (derecha)
Poner nombre a cada especie de ave es una forma de reconocer su existencia real como entidad natural. Todas las culturas, incluidas las tribus más primitivas, lo han hecho. La prueba más ilustrativa la vivió el gran biólogo evolutivo Ernst Mayr hace casi un siglo durante su convivencia de varios meses con una comunidad de cazadores de las montañas Arfak de Nueva Guinea. Esta tribu de cazadores y recolectores divide el trabajo por sexos. Las tareas del campo las realizan las mujeres, mientras que los hombres se ocupan de la caza. Una parte importante de esta actividad se centra en las aves, muy abundantes y variadas en esos bosques indonesios. Ya desde muy jóvenes, los cazadores aprenden los cantos y hábitos de los pájaros. 

Fotografía de Ernst Mayr en su expedición a Nueva Guinea. 1928

Mayr se asombró del conocimiento preciso de la avifauna local que poseían estos nativos. Disponían de 136 nombres vernáculos distintos para designar las 137 especies de aves de la región. No podemos pensar que sea una mera coincidencia que estas personas primitivas lleguen a la misma conclusión que los taxonomistas del Museo de Historia Natural de Londres. Más bien, este hecho indica que ambos grupos de observadores reconocen las mismas discontinuidades, objetivas y no arbitrarias, de la naturaleza.

Y es que las primeras clasificaciones de aves se hicieron considerando sobre todo la morfología externa, fácilmente apreciable en ejemplares disecados de los museos europeos del siglo XVIII. Como esos caracteres también llamaban de inmediato la atención de todo el mundo, independientemente de su mayor o menor afinidad por las ciencias naturales, contribuyeron a generar la mayoría de nombres vernáculos, es decir, los nombres comunes o vulgares que utilizamos para designar las aves de nuestro pueblo, ciudad o país. Curiosamente, entre esos caracteres figuran las plumas ornamentales y ciertas localizaciones de color y diseño (rabadilla, garganta, pecho, dorso de alas) que poseen función epigámica, es decir, que hacen "atractivo" a un individuo, en las que fijan la atención las propias aves cuando se miran unas a otras.

Las aves, como el resto de los seres vivos descritos y catalogados por los biólogos, tienen un nombre científico compuesto de dos términos. El primero corresponde al Género y el segundo a la Especie. Esta nomenclatura fue ideada por el gran naturalista sueco del siglo XVIII Carl Linnaeus, que puso nombre a las 4.200 especies de animales y 7.700 especies de plantas conocidas en la época, una vasta tarea que sólo fue posible gracias a su trabajo incesante y a su enorme talla intelectual.

Grupo de gorriones (Passer domesticus)

Hasta entonces, las especies se nombraban con una frase que era una descripción corta y diferencial de sus características (la “diagnosis” de la especie). Estas frases tenían dos partes: la parte “genérica” formada por la primera palabra de la serie y común a todas las especies del género, y la parte “específica” compuesta por el resto de palabras de la frase. Es como si para designar el nombre científico del gorrión (Passer domesticus) usáramos una frase descriptiva del ave como “pájaro pequeño poco exigente en sus condiciones de vida, muy bien adaptado al hábitat humano”Linneo sustituyó la frase de diagnosis por dos palabras, una correspondiente al género (Passer) y otra correspondiente a la especie (domesticus). Ambas se escriben en latín y la primera comienza por letra mayúscula. Esta nueva forma de denominar a los seres vivos se conoce como Sistema de Nomenclatura Binomial y tres siglos después está consolidado en la comunidad científica internacional

El naturalista Carlos de Hita nos recuerda que, con toda pro­ba­bi­li­dad, laka­laka fue la pri­mera alu­sión al pai­saje sonoro de la his­to­ria. Apa­reció escrita en una tabli­lla de barro de época sume­ria, de hace cua­tro mil años y se refiere a las cigüeñas que habi­taban ya entonces en edi­fi­cios urba­nos. El nombre es una trans­crip­ción del crotoreo, típico cas­ta­ñe­teo que hacen estas aves con el pico en la cere­mo­nia de salu­ta­ción del nido.

Crotoreo de cigüeña. Vídeo de Miguel Ángel Quintás Veiga

En nuestro idioma decimos que los cisnes voznan, las golondrinas trisan, los cuervos crascitan, las perdices ajean, las grullas gruyen, los búhos ululan, los pavos gluglutean y las cigüeñas crotoran. Pero no debemos confundir el sustantivo de la voz del ave con la onomatopeya del canto. Por ejemplo, solo en español los patos hacen 'cuac', porque en francés suenan 'coin', en japonés 'ga' y en ruso 'krya'.

Totovía (Lullula arborea)
Unos de mis nombres onomatopéyicos favoritos es “totovía”. Durante todos los meses del año se puede escuchar el canto de la alondra totovía (Lullula arborea), un aláudido común en paisajes abiertos con árboles o arbustos dispersos. Pero hay que señalar que la mayor potencia vocal la exhibe entre febrero y julio. Intermitentemente se oye en enero y muy poco en agosto. Normalmente canta de día y al anochecer. Al hacerlo, el pájaro se eleva en espirales amplias, hasta llegar a cierta altura donde ya casi se pierde su voz. Puede permanecer cantando sin apenas descanso durante una hora y aunque su trino carece del ímpetu y la variedad del de la alondra, no es menos musical y agradable al oído humano. Está constituido por una estrofa larga que comienza de manera relativamente lenta pero avanza con rapidez, se acelera y se vuelve cada vez más grave. Además de cantar en vuelo también lo hace desde el posadero de un arbusto, en la rama de un árbol e incluso en el suelo, aunque en estos casos su voz no suena igual y el trino parece más pobre.

Totovía. Vídeo de José Francisco Calvo

Hay nombres de pájaros que creemos onomatopéyicos pero podrían responder a otro origen. El mejor ejemplo es el de la abubilla (Upupa epops). El nombre castellano deriva del latín upupella, diminutivo de upupa, nombre latino científico del género.  Aunque la voz recuerda al canto típico y trisilábico¡¡¡pu-pu-pu!!! no cuadra bien con los otros sentidos del vocablo upupa ya que desde muy antiguo significó "pico". Y debemos admitir que el pico largo y curvado hacia abajo es uno de sus rasgos más llamativos. El canto es realizado sólo por los machos en periodo de cortejo. Se escucha sobre todo a lo largo de la mañana, con máxima actividad entre una y tres horas después del amanecer. Consta de una larga serie de estrofas en las que se repite un mismo elemento de sonido “pu” varias veces, lo más habitual 3 (“pu-pu-pu”). Las sílabas producidas a lo largo de un canto son similares en tono, volumen y duración, aunque a veces la última sílaba de una estrofa puede ser algo más larga. 

Cuando cantan, inclinan hacia abajo la cabeza en cada estrofa emitida, lo que podría servir para aumentar el volumen de aire retenido en la garganta, que actúa como caja de resonancia. Las estrofas largas van precedidas de pausas también más largas y en cada sílaba emitida el ave entera vibra como si necesitara que todos los músculos del cuerpo tuvieran que impulsar el aire para conseguir la producción del sonido, dando la sensación de ser una actividad muy costosa. De hecho se ha comprobado que la longitud de estrofa media de los cantos de los machos se correlaciona con su condición física.

Canto de la abubilla 

Terminamos este artículo con un vídeo de Carlos de Hita que recoge los sonidos de algunas de las aves que han sido tratadas aquí. Este viajero incansable que se autodefine como “técnico de sonido de la naturaleza”, ha participado en casi dos centenares de documentales entre los que destacan “Cantábrico, las montañas del oso pardo” y “Guadalquivir”. Tiene un estupendo blog titulado “El sonido de la naturaleza” que todo amante de la naturaleza debería conocer. 

José Antonio López Isarría