24 noviembre 2020

Vuelo en formación

Es muy probable que alguna vez hayamos observado una bandada de aves migratorias que dibuja una gran V en el cielo. Aparte de ser un espectáculo visualmente muy llamativo, esta alineación en vuelo también es un ejemplo especial de comportamiento cooperativo en animales pues proporciona seguridad, favorece la orientación y supone una forma de ahorrar esfuerzo. 


Cada individuo vuela detrás y a un lado del que está delante, beneficiándose de su estela, ganando sustentación y reduciendo la resistencia que sufre el cuerpo al desplazarse por el aire. Los largos y exigentes vuelos migratorios agradecen estas soluciones de ahorro energético.

Existen complejos estudios de dinámica de fluidos que predicen cómo deben alinearse los cuerpos para conservar la mayor cantidad de energía mientras viajan por el aire. Pero la realidad nos dice que las aves se desempeñan mejor de lo que predicen estos modelos aerodinámicos. Esto se debe principalmente a que las aves tienen varias formas de reducir el esfuerzo de volar, en parte debido a que sus cuerpos son mucho más flexibles que los de los aviones, alrededor de los cuales se desarrolló la teoría aerodinámica. Pueden cambiar la forma de sus alas y cola, alterando el contorno de su cuerpo y la relación de elevación y arrastre para adaptarse a las circunstancias. Algunas pueden alternar aleteo “motorizado” y vuelo “sin motor”. 

Fuerzas que actúan sobre un perfil. La sustentación se opone al peso, y el impulso o tracción a la resistencia aerodinámica. Tomado de Wikipedia

Además, muchas aves pequeñas no aletean de forma continua durante la migración sino que adoptan un vuelo levemente ondulado, elevándose mientras aletean y descendiendo con las alas plegadas o medio cerradas para reducir la resistencia. Esto permite que muchos pajarillos se desplacen a más velocidad de lo esperable, sin contar con el alivio añadido que proporcionan las breves pausas de descanso entre los episodios de aleteo. Se ha estimado que estos “trucos” proporcionan un  ahorro de energía del 10-15%.

Algunas aves más grandes, como gansos, cisnes, gaviotas, grullas, pelícanos y cormoranes, ahorran energía volando en línea o en formación de V. Las estimaciones de ahorro de energía individual se encuentran en el rango del 12-20% en comparación con las mismas aves que vuelan solas. Los líderes de estas formaciones, que marca la dirección y el ritmo, cambian de vez en cuando, aunque aún no se conocen bien las causas, la frecuencia y las características de estos cambios. Lo razonable es que, con el tiempo, el ave que abre la ruta se cansará, momento en el que retrocederá y dejará que otro congénere haga el trabajo duro de ariete mientras él descansa en la cola de la agrupación. Este es el mismo comportamiento que se observa en las carreras de ciclistas. Los corredores que van a rebufo del primero se aprovechan del efecto cortaviento manteniendo su velocidad sin tener que pedalear tan fuerte.

Bandada de gansos Brent (Branta bernicla) en formación de vuelo

Resulta muy complicado investigar con detalle la dinámica de una bandada de aves que vuela a gran altura y sigue una ruta lineal con cierta velocidad de desplazamiento. La solución ha venido de la mano de un proyecto de conservación que tiene como objetivo principal la reintroducción de una zancuda migratoria extinguida en Europa hace siglos, el ibis eremita (Geronticus eremita).

Ibis eremita (Geronticus eremita)

Esta especie vive en zonas áridas con cortados rocosos donde las parejas reproductoras instalan sus colonias de cría. También frecuenta, sobre todo en invierno, campos de cultivo, prados y pastizales. En la actualidad está en peligro crítico de extinción. Cuenta con una pequeña población en el suroeste de Marruecos (cerca de Agadir) y con otras todavía menores en el desierto de Palmira (Siria) y en Birecik, cerca del río Éufrates (Turquía).

El proyecto de reintroducción de ibis en Europa se llama Waldrappteam y está dirigido por el biólogo Johannes Fritz ("waldrapp" es ibis en alemán). Desde 2003, los técnicos del programa han entrenado a las aves jóvenes para que sigan a “padres adoptivos” humanos, quienes las guían desde las áreas de cría en Austria y Alemania hasta las zonas de invernada en la región italiana de Toscana. Para ello utilizan parapentes motorizados que hacen las veces de líder de la formación.

Grupo de ibis eremitas en vuelo acompañados por técnicos de Waldrappteam

Por invitación de Fritz, en agosto de 2011 el ecólogo británico Steven Portugal  equipó a un grupo de 14 jóvenes ibis con dispositivos GPS y acelerómetros capaces de determinar la posición de vuelo de cada ave y conocer detalles de la sincronización de las alas. Los datos recopilados mostraron que la formación en vuelo se ajustaba a las predicciones teóricas de la aerodinámica. De alguna manera, las aves eran capaces de colocarse en el sitio correcto con una cadencia de aleteo precisa.

Las estimaciones aerodinámicas predicen que el movimiento descendente del ala crea pequeños remolinos en el aire que salen de la punta del ala y fluyen detrás del ave. Si el segundo pájaro de una bandada se coloca directamente detrás del pájaro líder, los vórtices causados por éste se ubicarán justo más allá de las puntas de las alas del segundo pájaro. Sin embargo, si el segundo pájaro se mueve de modo que la línea central de su cuerpo esté directamente detrás de la punta del ala del pájaro líder, correrá directamente hacia el vórtice. Este vórtice giratorio de aire agregará un poco de sustentación adicional al cuerpo del segundo pájaro, lo que facilitará que permanezcan en el aire.


Y en efecto, estas predicciones resultaron ser correctas. Las aves se posicionaron para volar justo detrás y al costado del ave precedente, sincronizando los batidos de sus alas para "atrapar" los remolinos. Observaron que cuando un pájaro volaba directamente detrás de otro, la sincronización del aleteo se invirtió para minimizar los efectos de la corriente descendente que provenía de la parte posterior del cuerpo del ave. El éxito requiere un vuelo grupal que esté atento a la sincronización. En palabras de uno de los autores de la investigación “quizás se pueda pensar en estas grandes aves en formación de V como un avión con alas que suben y bajan”.

Pero también descubrieron que los ibis se desplazaban con frecuencia a posiciones menos óptimas, abandonando la disposición en V, quizá para ajustar su aleteo. No dieron explicación a estas desviaciones de navegación y estimaron que la respuesta llegaría cuando mejorara la tecnología GPS usada en la experiencia.

Como continuación de los trabajos de Portugal, en 2018 y 2019 un equipo de Waldrappteam guio a dos grupos de jóvenes ibis en su primera migración desde una colonia reproductora en el lago de Constanza a sus zonas de invernada en el sur de la Toscana italiana. Volando con las aves en un parapente motorizado, los investigadores asumían la función de líder, necesaria porque era el estreno del vuelo migratorio de estos jóvenes, una experiencia muy arriesgada. Si un ibis joven pierde el contacto con su bandada y no puede unirse a ningún otro grupo, está condenado a una muerte segura.

Estos investigadores utilizaron tres sistemas globales de navegación por satélite (GPS, Galileo, GLONASS). Usaron dispositivos individuales con sensores de movimiento que registraban de forma continua la frecuencia de aleteo y la posición del ala. Los investigadores también midieron la frecuencia cardíaca de cuatro aves mediante electrodos para averiguar cuánta energía ahorra el individuo en el proceso. Para poder relacionar la frecuencia cardíaca con el gasto energético (la tasa metabólica) que se mide a través del aire respirado, fue necesario calibrar estos dos valores en condiciones de laboratorio. Estos datos fueron estudiados en un túnel de viento desarrollado específicamente.

Vídeo producido por Waldrappteam

En el transcurso de las dos migraciones, el equipo recopiló información muy relevante. El análisis de los datos está aún en curso pero ciertas simulaciones señalan cifras de ahorro de energía de entre 15-30 %. También están estudiando si este comportamiento cooperativo es genético o se adquiere con la experiencia. Las primeras impresiones apuntan a que las habilidades de cooperación son el resultado de un proceso de desarrollo. Los investigadores notaron que durante los vuelos de entrenamiento, las aves se comportaban como una tripulación descoordinada. Pero cuando les llegó el impulso migratorio parecieron reconocer la importancia del momento y empezaron a volar en formación. Con cada etapa del vuelo, la cooperación fue mejorando.

En nuestro país, las aves que más se dejan ver volando en formación V son las grullas (Grus grus). Durante la migración otoñal (de octubre a diciembre) la espectacularidad del paso de grullas a los dormideros es mayor que en el paso primaveral (de marzo a abril), ya que las concentraciones de estas aves son más numerosas.

Grupo de grullas en formación de vuelo

Las grullas crían en zonas pantanosas de Alemania, Finlandia, Noruega, Polonia, Rusia y Suecia. A finales del verano inician sus desplazamientos hacia el sur. Usan tres rutas migratorias. La occidental las lleva a pasar el invierno en España, Portugal y Marruecos. La central o báltica llega a África desde Polonia atravesando Serbia e Italia. Por último la oriental parte de Estonia y Rusia, atraviesa Turquía y Egipto, y llega a Etiopía.

Más de 200.000 grullas vienen a la Península Ibérica cada año para pasar el invierno después de un largo viaje de 3.000 kilómetros.  La mayoría de las bandadas hacen jornadas de 400-500 kilómetros al día, por lo que completan el viaje en una semana. Los encinares y alcornocales  extremeños acogen a la mitad de las grullas invernantes, aprovechando la despensa natural de bellotas y bulbos. Al atardecer acuden a humedales cercanos para dormir.


La colocación de dispositivos GPS en grullas europeas está suministrando información muy interesante. Hasta el momento, la mayor distancia registrada de vuelo sin paradas ha sido de 2.100 kilómetros, en una jornada en la que un ejemplar lituano tardó  28 horas en viajar desde Serbia hasta la laguna aragonesa de Gallocanta. También se ha registrado la velocidad récord, ¡154 km/h! Corresponde a una grulla sueca en su paso por los Pirineos. En general, durante sus desplazamientos migratorios, las grullas vuelan a una media de 75-80 km/h, mientras que durante la cría o en la invernada se desplazan a un poco más de la mitad de velocidad.


Estas esbeltas zancudas se pueden oír desde 5 km de distancia, mucho antes de ser vistas. Su larga tráquea está unida al esternón por unas placas óseas y se enrolla en el pecho conformando una caja de resonancia natural. Cuando atraviesan pueblos y ciudades aumentan la altitud en sus desplazamientos. Verlas en formación es un auténtico regalo de la naturaleza.
José Antonio López Isarría