08 septiembre 2020

Impacto ambiental de nuestras carreteras

Según un estudio publicado el pasado mes de junio en la revista Frontiers in Ecology and Environment, en las carreteras europeas mueren atropelladas 194 millones de aves y 29 millones de mamíferos. La densidad de carreteras en Europa se encuentra entre las más altas del mundo, con la mitad del continente a menos de 1,5 km de una vía de transporte. Según la bióloga portuguesa Clara Grilo, autora principal del estudio, esta realidad convierte a estas infraestructuras en una seria amenaza para la conservación de las especies a medio plazo.


La red viaria de España tiene más de 800.000 kilómetros repartidos entre carreteras estatales, regionales y locales. Debido a razones históricas, las vías principales de la red tienen su origen en Madrid, desde donde parten, como los radios de una circunferencia, una serie de autovías y autopistas que conectan a la capital del estado con los seis puntos importantes de la periferia geográfica.

Esta circunstancia se fue modificando durante el siglo xx mediante la construcción de varios ejes transversales, creando una red más mallada. Si a esto le sumamos la progresiva red de carreteras regionales y provinciales que se han construido en los últimos cincuenta años, se configura una gigantesca  tela de araña viaria que ha fragmentado el medio natural de una forma ya irreversible.

Mapa de calor de las áreas mundiales que tienen una mayor conectividad por carretera. Gradiente desde máximo desarrollo (color naranja) a mínimo (color azul). Tomado de Sciencemag.org

El desarrollo de este tipo de infraestructuras supone un significativo riesgo sobre las faunas locales que no sólo trae muertes por atropellamiento de animales sino la disminución de especies por el creciente deterioro de sus ecosistemas. Las carreteras generan un efecto barrera que limita el movimiento de la fauna, reduce la conectividad ecológica y aumenta la fragmentación de los hábitats.


La fragmentación del hábitat ocurre cuando un espacio grande y continuo se subdivide en dos o más partes. Este fenómeno está casi siempre asociado a la tala de bosques para su conversión en otros usos del suelo, pero también ocurre cuando el área es atravesada por una carretera, canal, línea férrea u otra obra de infraestructura que la divida. Está bien documentado por múltiples investigaciones que cuando ocurren perturbaciones de esta clase en áreas naturales, se registran cambios significativos en la intensidad de luz, la humedad y la temperatura que alteran el funcionamiento del ecosistema. Estos cambios físicos, a su vez, provocan alteraciones biológicas que afectan al hábitat de la fauna, lo cual incentiva su movilidad y el consiguiente riesgo de depredación o de proliferación de especies invasoras.

El efecto barrera que provoca una carretera en un ecosistema limita la movilidad de las especies entre los puntos situados a ambos lado de la vía y obliga a los animales a recorrer nuevos caminos o realizar trayectos más largos para acceder a los recursos que precisan. Además del evidente riesgo de atropello, incluso en animales voladores como las aves, quedan afectadas la reproducción de las especies y la propia dinámica de las cadenas alimenticias. A esto hay que añadir el impacto provocado por el ruido del tráfico, la contaminación lumínica de los vehículos durante la noche y la acumulación de residuos sólidos en los márgenes de las carreteras.

Como consecuencia de la división de espacios en los hábitats naturales, surgen con el tiempo “metapoblaciones”, subgrupos que resultan de la división de una población grande y continua en conjuntos pequeños y parcialmente aislados. Estas metapoblaciones pueden constar de una población "núcleo" con abundancia relativamente estable y varias poblaciones "satélites" con abundancia fluctuante. De hecho, algunas poblaciones (receptoras) se mantienen no solo por la reproducción de sus habitantes sino por la inmigración de individuos de otras poblaciones (donantes). La destrucción del hábitat de una población núcleo (donante) puede provocar la extinción de varias poblaciones satélites (receptoras) pequeñas.

Cartel promocional de Life Adaptamed sobre Doñana

Las perturbaciones humanas como cercas, carreteras o presas reducen los movimientos entre hábitats disminuyendo la probabilidad de recolonización después de una extinción local. Con la fragmentación inhibimos el intercambio de individuos haciendo a cada subpoblación más vulnerable a la extinción por problemas genéticos, demográficos o ambientales.

Aquí se abre un dilema de difícil solución. Si hacemos que las carreteras sean más permeables, es decir, que los animales puedan atravesarlas, reducimos la amenaza demográfica pero asumiendo un mayor riesgo de atropellos. Por el contrario, si incrementamos el efecto barrera de las vías reducimos la mortalidad, pero agravamos el problema de las metapoblaciones pequeñas. Cualquiera de las dos opciones conlleva un efecto perverso.

Además de la división que supone la construcción de una carretera, los ecólogos han detectado un segundo efecto que han definido como efecto de borde. Se presenta cuando la fragmentación de un ecosistema cambia las condiciones bióticas y abióticas de los fragmentos y de la matriz circundante. En el caso de carreteras este efecto se presentará en las inmediaciones o borde de la vía, donde se crearán condiciones de mayor temperatura, menor humedad, mayor radiación y mayor exposición al viento.

Como consecuencia del efecto de borde se modifica la distribución y abundancia de las especies, alterando la estructura de la vegetación y la oferta de alimento para la fauna. Estos cambios afectan sobre todo a las especies del interior del ecosistema fragmentado, ya que pueden ser desplazadas por las especies de espacios abiertos que encuentran en el nuevo hábitat condiciones más favorables para su supervivencia. Estas especies tienen mejor capacidad de dispersión, son capaces de invadir y colonizar hábitats alterados y pueden penetrar al interior. Muchas de ellas son depredadoras de huevos o de pollos, o parásitos de nidos, lo que influye negativamente en el éxito reproductivo de las especies de interior.

Buitre atropellado en el arcén de una carretera

Pero no cabe duda que el atropellamiento de fauna es el impacto directo más fácil de reconocer en comparación con otros como la fragmentación, el deterioro del ecosistema y los cambios en el comportamiento de los animales.

Numerosas investigaciones se han realizado a este respecto, sobre todo en los Estados Unidos, en algunos países europeos y en Australia. Estos estudios revelan cifras preocupantes de animales atropellados y la amenaza que esto representa para algunas especies en el futuro. En los Estados Unidos, el Centro de Investigación para la Vida Silvestre ha calculado que diariamente es atropellado un millón de animales en todas las autopistas del país. En nuestro país, se estima que mueren atropellados al menos 10 millones de animales cada año.

Grupo de gansos dispuestos a cruzar

El índice de colisiones y su frecuencia están relacionados con diversos factores, tales como la densidad de tráfico, la velocidad de los vehículos, la anchura de la vía o la cobertura vegetal de los márgenes. Además, ciertos patrones relativos al comportamiento de los animales pueden influir, como ocurre durante las épocas de migración o reproducción.

Aunque cueste creerlo, las carreteras pueden resultar atractivas para ciertos animales (y sus depredadores). Los reptiles, como las culebras o los lagartos, al ser ectotérmicos (de sangre fría) precisan regular su temperatura corporal mediante la absorción de calor del medio, incluso el desprendido por el pavimento. Ciertas aves toman pequeños granos de arena del borde de la vía para ayudar a la digestión de las semillas, incluso se han citado ingestas de granos de la sal vertida para descongelar las calzadas en invierno (piquituertos).

Pareja de piquituertos (Loxia curvirostra). Tomado de https://www.elclickverde.com

También se ven amenazadas las aves carroñeras como buitres y los cuervos, que frecuentan las calzadas para comer los cadáveres que yacen sobre ellas.

Papamoscas cerrojillo 

Con respecto a la distancia a la vía, un estudio elaborado por el biólogo finlandés Markku Kuitunen mostró que el número de crías emplumadas por puesta de papamoscas cerrojillos (Ficedula hypoleuca) disminuía con la cercanía a la carretera, probablemente por el riesgo que asumían los padres de morir atropellados en la búsqueda de alimento (invertebrados muertos en la calzada).

El ruido generado por el tráfico de vehículos es otro de los factores que mayor impacto ecológico causa a la fauna, ya que produce varios efectos  como la reducción de áreas de campeo o la merma en el éxito reproductivo. Las aves canoras parecen ser sensibles incluso a niveles muy bajos (entre los 42-48 dB). Hay estudios que sugieren que los machos de mosquitero musical (Phylloscopus trochilus) que vivían en las proximidades de vías rápidas experimentaron dificultades para atraer y mantener a su pareja por distorsiones en el canto atribuidas al tráfico.

Mosquitero musical

Se han propuesto numerosas medidas para paliar los efectos negativos que traen estas obras lineales que alteran los hábitats de las aves. Algunas son estructurales (cercados, señalizaciones, reflectores de luz, barreras sonoras, pasos subterráneos). Otras no precisan una obra de infraestructura para su implementación sino que propician cambios en el comportamiento de los animales con el fin de evitar que mueran atropelladas, por ejemplo el uso de repelentes olfativos o ultrasonidos que los alejen de la vía. Una interesante actuación, aplicada en varios países europeos, consiste en podar con regularidad la vegetación que se encuentra en los márgenes de la carretera con el fin de mejorar la visibilidad de los conductores y evitar colisiones.

Pingüino magallánico (Spheniscus magellanicus)

En suma, las infraestructuras de transporte, tan valiosas en nuestras sociedades, fragmentan los paisajes y desencadenan sucesivas etapas de colonización humana, con la consiguiente degradación de los ecosistemas. Su impacto se extiende más allá de sus límites inmediatos. Generan perturbación por ruido, provocan cambios en el flujo génico de las poblaciones y facilitan invasiones biológicas. Además, las carreteras favorecen una especie de "desarrollo por contagio" ya que facilitan el acceso a áreas remotas que quedan expuestas a nuevas prácticas de intervención humana.

José Antonio López Isarría