12 septiembre 2019

Fuego en la Amazonía

Una de las noticias ambientales más relevantes de este verano de 2019 ha sido el fuego que ha afectado a la selva amazónica. Se registraron 30.900 focos de incendio, casi el triple que en el mismo mes del año pasado. En total, la superficie quemada fue de casi 30.000 km², una extensión similar a toda la región de Galicia.




No obstante, Mark Parrington, investigador del programa europeo de observación de la Tierra (programa Copérnico), afirma que aunque ha habido una intensidad diaria de incendios por encima de la media en algunas partes de la Amazonia, las emisiones totales del dióxido de carbono generado por los fuegos están dentro de los límites “normales”. Han sido más elevadas que en los últimos 6-7 años, pero más bajas que a principios de la década de 2000.



Imagen de satélite que muestra la extensión de los focos de incendio en cuenca amazónica en Agosto de 2019. INPE. Queimadas. Rafael Cereceda
La agencia de investigación espacial norteamericana (NASA) recuerda que los incendios en esta cuenca son raros el resto del año, y aumentan a partir de julio, durante la estación seca, cuando muchas personas usan el fuego para labores de mantenimiento de cultivos o para despejar el suelo para pastos. Los incendios suelen alcanzar un máximo en septiembre y desaparecen en noviembre.

Parque Nacional Yasuní (Ecuador)
El río Amazonas, desde su nacimiento a más de 5.000 metros de altitud en las faldas del Nevado Quehuisha (Perú) hasta su desembocadura en el océano Atlántico, atraviesa tres países, Perú, Colombia y Brasil, y recorre una longitud de 7.000 kilómetros. Su cuenca hidrográfica, de casi 7 millones de kilómetros cuadrados, se reparte entre nueve países, de los cuales Brasil y Perú poseen la mayor extensión, seguidos por Bolivia, Colombia, Venezuela, Ecuador, Guyana, Francia (Guayana Francesa) y Surinam. Se estima que una quinta parte de toda el agua dulce del planeta fluye por esta gigantesca cuenca. 

Límites geográficos de la Amazonia
El bioma predominante de la cuenca amazónica es la pluvisilva ecuatorial. Esta formación bioclimática se localiza en una franja que circunda la Tierra al nivel del Ecuador, y que alcanza latitudes variables dependiendo de los continentes. Las mayores extensiones se encuentran en América Central y del Sur (cuencas del Amazonas y del Orinoco), África (cuenca del Congo y países costeros del golfo de Guinea), Sudeste de Asia (Indonesia) y algunas áreas de Oceanía.

Distribución geogáfica de la pluvisilva
Un conjunto de factores geográficos, geomorfológicos y climáticos hacen de la cuenca del Amazonas un área extraordinariamente lluviosa. La precipitación anual promedio de toda la cuenca es del orden de 2.200 mm/año. Los valores oscilan entre los 3.000 mm en el oeste, debido a la influencia de los Andes, hasta los 1.700 mm en el sureste de la cuenca, un área de uso intensivo de la tierra y cambio de la cobertura del suelo (aquí estan las zonas más deforestadas en la actualidad). La alta tasa de precipitación se mantiene tanto por los flujos de humedad procedente de la evaporación en el Océano Atlántico tropical como por el reciclaje de la gran evapotranspiración forestal. 

Selva del río Ariau (zona del Río Negro, Brasil).
La amplitud térmica anual (diferencia entre las temperaturas del mes más cálido y la del mes más frío del año) no suele superar un par de grados centígrados aunque sí existen diferencias apreciables entre las temperaturas del día y de la noche y entre las de los días despejados y cubiertos.


Los suelos más extendidos en las regiones ecuatoriales son latosoles, con un contenido alto de hierro y óxidos de aluminio. Son ácidos (pH en torno a 5) como consecuencia del intenso lavado de sus componentes, y muy pobres en sílice y nutrientes. En estas selvas de lluvia, la descomposición de la materia orgánica es muy rápida gracias a la acción de las termitas y a los numerosos microorganismos descomponedores que viven en el suelo, por lo que la capa de humus es muy delgada. Los nutrientes se captan con rapidez por las raíces de los árboles. Es posible incluso que muchos árboles los extraigan directamente de la delgada capa de humus gracias a la colaboración de los hongos presentes en sus raíces, lo que reduciría aún más la permanencia de materia orgánica y nutrientes en el suelo.

La rápida circulación de la materia asegura la estabilidad de la selva. El fuego provoca la mineralización instantánea de la biomasa contenida en los árboles y esta se incorpora al suelo enriqueciéndolo. No obstante, al quedar desprotegido y expuesto a las lluvias abundantes, sufre el efecto de un intenso lavado que arrastra los nutrientes. Si se abandona la parcela, se instalará un bosque secundario más pobre que el original. En zonas muy castigadas, el suelo no permitirá más que el crecimiento de un manto de helechos (Pteridium spp) o de una exigua vegetación herbácea.


Entre la comunidad científica existe la preocupación de que la selva amazónica acabe convirtiéndose en una sabana tropical, con un dosel arbóreo de escasa cobertura y un estrato de vegetación herbácea dominante. En 2016, un equipo de científicos brasileños encabezado por el climatólogo Carlos Nobre, de la Academia Nacional de Ciencias de EE UU, publicó un artículo en la revista PNAS en el advirtieron que la Amazonía presenta dos "puntos de inflexión", a saber, un aumento de la temperatura de 4°C o una deforestación que exceda el 40% del área forestal. Si se transgreden estos límites, tendrá lugar lugar una "sabanización" a gran escala de la mayoría de las regiones meridionales y orientales del Amazonas. Diversos estudios afirman que la región ya ha experimentado un calentamiento de 1°C durante los últimos 60 años, y la deforestación total está llegando al 20% del área boscosa. Sabemos pues en qué punto del camino hacia el desastre nos encontramos.

Desde el descubrimiento del Nuevo Mundo por exploradores españoles, la extensa región amazónica ha proporcionado grandes beneficios económicos por la riqueza de su flora y fauna. Recordemos que la cuenca del rio más largo y caudaloso del mundo alberga 40.000 especies de plantas, 427 de mamíferos, 378 de reptiles, 426 de anfibios y unas 3.000 especies de peces.


Algunos representantes de la avifauna amazónica

Colibrí inca (Coeligena torquata) y hembra de Hormiguerito amazónico (Myrmotherula multostriata)
Colibrí topacio​ (Topaza pella) y Dacnis pechiamarillo (Dacnis flaviventer)
Tororoí amazónico (Hylopezus berlepschi) y Tucán de Cuvier (Ramphastos cuvieri)
Guacamayo rojo (Ara macao) y Garza cebra (Zebrilus undulatus)

Respecto a las aves, más de 1.300 especies habitan en esta región, casi el triple de las que podemos encontrar en toda Europa. La avifauna amazónica es diversa y exuberante, aunque difícil de observar por la altura y frondosidad de la vegetación. Y es que la flora de esta zona está conformada por una tupida red de arbustos y árboles junto a otros tipos de plantas como lianas, epífitas, plantas acuáticas y plantas herbáceas. Además, esta parte de la Tierra alberga la mayor cantidad de aves endémicas de cualquier área boscosa del mundo. Muchos puntos de la región exhiben una increíble biodiversidad. Por ejemplo, en una zona cercana a Manaos, en Brasil, se identificaron 352 especies diferentes durante un estudio de avifauna local (un número superior al total de especies censadas en la península ibérica, 347). Otro estudio realizado por el ornitólogo John Terborgh, encontró 526 especies de aves en una zona del Parque Nacional del Manu, hoy conocida como Estación Biológica Cocha Cashu, un ecosistema de bosque primario en la ladera oriental de los Andes, en Perú.

Parque Nacional del Manu, Perú
Mientras los medios de comunicación de todo el mundo se hacían eco de los incendios en la cuenca amazónica, una imagen de satélite difundida el pasado 25 de agosto por la NASA y analizada por Weather Source revelaba que en África central había más incendios que en Brasil. Solo en Angola y el sur de la República Democrática del Congo (RDC) había ese día más de 10.000 fuegos activos, frente a los 2.127 del país sudamericano. Responsables de Medio Ambiente del gobierno de Angola comunicaron que se trata de fuegos que los agricultores provocan cada año al final de la estación seca. Los hacen para preparar las tierras antes de la llegada de las lluvias.

Imagen de satélite difundida el pasado 25 de agosto por la NASA
Hay diferencias significativas entre los incendios africanos y los amazónicos. En África el fuego se considera una “herramienta cultural” y se utiliza para la quema de rastrojos que quedan en los terrenos, un sistema denominado “slash and burn” en inglés. Estos incendios no corren tanto peligro como los del Amazonas, que están descontrolados. El fuego de África es estable en el tiempo, ocurre cada año. Todos los puntos rojos que se ven desde las imágenes de satélite son el resultado de la actividad agrícola. El bosque de la cuenca del rio Congo alberga a un millón de indígenas que son sus primeros guardianes y valedores.

Y no sólo ocurren incendios en estas dos regiones de selva ecuatorial. El centro de datos de la NASA, Fire Information for Resource Management System (VER)ha desvelado que un elevado número de incendios está afectando a diversos puntos de la Tierra, desde Nueva Zelanda hasta Siberia, con más intensidad en el sur de África, Siberia e Indonesia. 

Imagen de satélite de los incendios que arden actualmente en el planeta tierra (FIRMS/NASA)
Diversos estudios geoclimáticos nos dicen que el 50% de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera se retiran de forma natural: un 20% lo absorben los océanos y un 30% los bosques. El otro 50% se acumula en la atmósfera y contribuye a acelerar el cambio climático. Es obvio que si quemamos nuestros bosques, el 30% de dióxido de carbono que pueden absorber se acumulará en la atmósfera y empeorará la crisis climática. De modo que convendría preservar los sumideros naturales de CO2.

Selva de Borneo (Indonesia)
Indonesia es el quinto emisor mundial de gases de efecto invernadero y sufre una de las mayores tasas de desforestación, según los últimos datos de Global Forest Watch. El profesor de Incendios Forestales y Cambio Global de la Universidad de Lleida, Victor Resco, asegura que los incendios de Indonesia son edáficos, de suelo, es decir, no hay llamas visibles, solo se aprecia humo en el ambiente. Advierte que lo preocupante de este tipo de incendios es que afectan a turberas tropicales que almacenan mucho carbono en el suelo y, al quemarse, va directo a la atmósfera en forma de CO2.

Probablemente, los indígenas americanos descienden de pueblos asiáticos que cruzaron el estrecho de Bering hace unos 30.000 años, los verdaderos descubridores del continente americano. Los primeros asentamientos se establecieron en Alaska y más tarde fueron extendiéndose hacia el Sur. Los pobladores americanos se fueron adaptando a los diferentes ecosistemas en los que se establecían. El bosque amazónico ya era el hogar de más de 200 etnias con lenguas, culturas y cosmologías propias cuando llegaron los primeros europeos, hace 500 años. La población humana en la selva nunca fue abundante y se concentró en las orillas de los grandes ríos. 

En la actualidad, la población de la cuenca se estima en unos 30 millones de personas. La gran mayoría de los habitantes se concentra en ciudades a orillas del Amazonas, en la práctica, la única vía real de transporte y comunicación. Las principales ciudades son: Manaos (Brasil), la gran capital amazónica, cuya población se aproxima a los 2 millones de habitantes, Belém do Pará (Brasil) situada cerca de la desembocadura, con una población que ronda el millón y medio de personas, Iquitos (Perú), con una población estimada en 350.000 habitantes, Tabatinga (Brasil) y Leticia (Colombia), estas dos ciudades últimas suman alrededor de 100.000 habitantes.

Complejo hotelero en Manaos (Brasil)
Precisamente la ciudad de Leticia, capital del departamento colombiano del Amazonas, ha sido la sede de un acuerdo suscrito el pasado 7 de septiembre por los presidentes Evo Morales, de Bolivia, Iván Duque, de Colombia, Martín Vizcarra, de Perú, Lenin Moreno, de Ecuador, así como delegados de la región de Surinam y Guyana para poner remedio a la deforestación. Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, intervino por videoconferencia y también firmó el acuerdo. Los países amazónicos firmantes se comprometen a promover un programa de atención y salvaguarda de la Amazonía que descansa en ocho puntos básicos: creación de una Red Amazónica de Cooperación, atención a las zonas afectadas por incendios y minería ilegal, sistema de alertas tempranas, vigilancia del clima y la biodiversidad, uso sostenible de los ecosistemas, empoderamiento de mujeres e indígenas, educación y fortalecimiento de los mecanismos financieros.

Firma del Pacto de Leticia por los gobernantes de siete países amazónicos. 7/09/2019
La conservación de la Amazonia es uno de los principales retos que tiene la humanidad. Sólo en las últimas tres décadas ha desaparecido el 18% de selva. La cuenca funciona como un gigantesco almacén de carbono, un contenedor de 100.000 millones de TM de carbono, una cifra que supone el triple del total de las emisiones anuales de dióxido de carbono procedentes de combustibles fósiles. La deforestación para la industria de maderas de alto valor (la caoba o el ipé), los grandes incendios para abrir terrenos a la ganadería y al cultivo de soja, la extracción de petróleo, oro y aluminio, la construcción de grandes embalses y carreteras, son impactos de muy graves consecuencias para este ecosistema único, el de mayor biodiversidad de nuestro planeta.

Nos despedimos con un bellísimo vídeo del fotógrafo Gustavo Carrasco, filmado en la selva de Ucayali de Perú . 
(Tomado de https://www.youtube.com/watch?v=S7Aj8n5bF0sBirds of Amazon Rainforest )



José Antonio López Isarría