Una de las noticias ambientales más relevantes de este verano de 2019 ha sido el fuego que ha afectado a la selva amazónica. Se registraron 30.900 focos de incendio, casi el triple que en el mismo mes del año pasado. En total, la superficie quemada fue de casi 30.000 km², una extensión similar a toda la región de Galicia.
No obstante, Mark Parrington, investigador del programa europeo de observación de la Tierra (programa Copérnico), afirma que aunque ha habido una intensidad diaria de incendios por encima de la media en algunas partes de la Amazonia, las emisiones totales del dióxido de carbono generado por los fuegos están dentro de los límites “normales”. Han sido más elevadas que en los últimos 6-7 años, pero más bajas que a principios de la década de 2000.
Imagen de satélite que muestra la extensión de los focos de incendio en cuenca amazónica en Agosto de 2019. INPE. Queimadas. Rafael Cereceda |
La agencia de investigación
espacial norteamericana (NASA) recuerda que los incendios en esta cuenca son
raros el resto del año, y aumentan a partir de julio, durante la estación seca,
cuando muchas personas usan el fuego para labores de mantenimiento de cultivos
o para despejar el suelo para pastos. Los incendios suelen alcanzar un máximo
en septiembre y desaparecen en noviembre.
Parque Nacional Yasuní (Ecuador) |
El río Amazonas, desde su
nacimiento a más de 5.000 metros de altitud en las faldas del Nevado Quehuisha
(Perú) hasta su desembocadura en el océano Atlántico, atraviesa tres países,
Perú, Colombia y Brasil, y recorre una longitud de 7.000 kilómetros. Su cuenca hidrográfica, de casi 7 millones de kilómetros cuadrados, se reparte entre nueve países, de los cuales Brasil y
Perú poseen la mayor extensión, seguidos por Bolivia, Colombia, Venezuela,
Ecuador, Guyana, Francia (Guayana Francesa) y Surinam. Se estima que una quinta parte de toda el
agua dulce del planeta fluye por esta gigantesca cuenca.
Límites geográficos de la Amazonia |
El bioma predominante de la
cuenca amazónica es la pluvisilva
ecuatorial. Esta formación bioclimática se localiza en una franja que
circunda la Tierra al nivel del Ecuador, y que alcanza latitudes variables
dependiendo de los continentes. Las mayores extensiones se encuentran en
América Central y del Sur (cuencas del Amazonas y del Orinoco), África (cuenca
del Congo y países costeros del golfo de Guinea), Sudeste de Asia (Indonesia) y
algunas áreas de Oceanía.
Distribución geogáfica de la pluvisilva |
Un conjunto de factores
geográficos, geomorfológicos y climáticos hacen de la cuenca del Amazonas un
área extraordinariamente lluviosa. La precipitación anual promedio de toda la
cuenca es del orden de 2.200 mm/año. Los valores oscilan entre
los 3.000 mm en el oeste, debido a la influencia de los Andes,
hasta los 1.700 mm en el sureste de la cuenca, un área de uso
intensivo de la tierra y cambio de la cobertura del suelo (aquí estan las zonas más
deforestadas en la actualidad). La alta tasa de precipitación se mantiene tanto
por los flujos de humedad procedente de la evaporación en el Océano Atlántico
tropical como por el reciclaje de la gran evapotranspiración forestal.
Selva del río Ariau (zona del Río Negro, Brasil). |
La amplitud térmica anual
(diferencia entre las temperaturas del mes más cálido y la del mes más frío del
año) no suele superar un par de grados centígrados aunque sí existen
diferencias apreciables entre las temperaturas del día y de la noche y entre
las de los días despejados y cubiertos.
Los suelos más extendidos en
las regiones ecuatoriales son latosoles,
con un contenido alto de hierro y óxidos de aluminio. Son ácidos (pH en torno a 5) como consecuencia del intenso lavado
de sus componentes, y muy pobres en sílice y nutrientes. En estas selvas de
lluvia, la descomposición de la materia orgánica es muy rápida gracias a la
acción de las termitas y a los numerosos microorganismos descomponedores que
viven en el suelo, por lo que la capa de humus es muy delgada. Los
nutrientes se captan con rapidez por las raíces de los árboles. Es posible
incluso que muchos árboles los extraigan directamente de la delgada capa de
humus gracias a la colaboración de los hongos presentes en sus raíces, lo que
reduciría aún más la permanencia de materia orgánica y nutrientes en
el suelo.
La rápida circulación de la materia asegura la estabilidad de la selva. El fuego provoca la mineralización
instantánea de la biomasa contenida en los árboles y esta se incorpora al suelo
enriqueciéndolo. No obstante, al quedar desprotegido y expuesto a las lluvias
abundantes, sufre el efecto de un intenso lavado que arrastra los nutrientes. Si se abandona la parcela, se instalará un bosque secundario más
pobre que el original. En zonas muy castigadas, el suelo no permitirá más que
el crecimiento de un manto de helechos (Pteridium
spp) o de una exigua vegetación
herbácea.
Entre la comunidad
científica existe la preocupación de que la selva amazónica acabe convirtiéndose en una sabana tropical, con un dosel arbóreo de escasa cobertura y un estrato de vegetación herbácea dominante. En 2016, un equipo de científicos brasileños
encabezado por el climatólogo Carlos Nobre, de la Academia Nacional de Ciencias
de EE UU, publicó un artículo en la revista PNAS en el advirtieron que la Amazonía presenta dos "puntos de
inflexión", a saber, un aumento de la temperatura de 4°C o una
deforestación que exceda el 40% del área forestal. Si se transgreden estos límites,
tendrá lugar lugar una "sabanización" a gran escala de la mayoría de
las regiones meridionales y orientales del Amazonas. Diversos estudios afirman que la región ya ha
experimentado un calentamiento de 1°C durante los últimos 60 años, y la
deforestación total está llegando al 20% del área boscosa. Sabemos pues en qué punto del camino hacia el desastre nos encontramos.
Desde el descubrimiento del
Nuevo Mundo por exploradores españoles, la extensa región amazónica ha
proporcionado grandes beneficios económicos por la riqueza de su flora y fauna.
Recordemos que la cuenca del rio más largo y caudaloso del mundo alberga 40.000
especies de plantas, 427 de mamíferos, 378 de reptiles, 426 de anfibios y unas
3.000 especies de peces.
Algunos representantes de la avifauna amazónica
Colibrí inca (Coeligena torquata) y hembra de Hormiguerito amazónico (Myrmotherula multostriata)
Colibrí topacio (Topaza
pella) y Dacnis pechiamarillo (Dacnis flaviventer)
Tororoí amazónico (Hylopezus berlepschi) y Tucán de Cuvier (Ramphastos cuvieri)
Guacamayo rojo (Ara macao) y Garza cebra (Zebrilus undulatus)
Parque Nacional del Manu, Perú |
Mientras los medios de
comunicación de todo el mundo se hacían eco de los incendios en la cuenca amazónica,
una imagen de satélite difundida el pasado 25 de agosto por la NASA y analizada
por Weather Source revelaba que en
África central había más incendios que en Brasil. Solo en Angola y el sur de la
República Democrática del Congo (RDC) había ese día más de 10.000 fuegos
activos, frente a los 2.127 del país sudamericano. Responsables de Medio
Ambiente del gobierno de Angola comunicaron que se trata de fuegos que los
agricultores provocan cada año al final de la estación seca. Los hacen para
preparar las tierras antes de la llegada de las lluvias.
Imagen de satélite difundida el pasado 25 de agosto por la NASA |
Hay diferencias
significativas entre los incendios africanos y los amazónicos. En África el
fuego se considera una “herramienta cultural” y se utiliza para la quema de rastrojos que quedan en los terrenos, un sistema denominado “slash and burn” en inglés. Estos
incendios no corren tanto peligro como los del Amazonas, que están
descontrolados. El fuego de África es estable en el tiempo, ocurre
cada año. Todos los puntos rojos que se ven desde las imágenes de satélite son
el resultado de la actividad agrícola. El bosque de la cuenca del rio Congo
alberga a un millón de indígenas que son sus primeros guardianes y valedores.
Y no sólo ocurren incendios en
estas dos regiones de selva ecuatorial. El centro de datos de la NASA, Fire Information for Resource Management
System (VER), ha desvelado que un elevado
número de incendios está afectando a diversos puntos de la Tierra, desde Nueva
Zelanda hasta Siberia, con más intensidad en el sur de África, Siberia e
Indonesia.
Imagen de satélite de los incendios que arden actualmente en el planeta tierra (FIRMS/NASA) |
Diversos estudios geoclimáticos nos dicen que el 50% de
las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera se retiran de forma natural: un
20% lo absorben los océanos y un 30% los bosques. El otro 50% se acumula en la
atmósfera y contribuye a acelerar el cambio climático. Es obvio que si quemamos
nuestros bosques, el 30% de dióxido de carbono que pueden absorber se acumulará
en la atmósfera y empeorará la crisis climática. De modo que convendría
preservar los sumideros naturales de CO2.
Selva de Borneo (Indonesia) |
Indonesia es el quinto
emisor mundial de gases de efecto invernadero y sufre una de las mayores tasas
de desforestación, según los últimos datos de Global Forest Watch. El profesor de Incendios Forestales y Cambio
Global de la Universidad de Lleida, Victor
Resco, asegura que los incendios de Indonesia son edáficos, de suelo, es decir, no hay
llamas visibles, solo se aprecia humo en el ambiente. Advierte que lo
preocupante de este tipo de incendios es que afectan a turberas tropicales que
almacenan mucho carbono en el suelo y, al quemarse, va directo a la atmósfera en forma de CO2.
Probablemente, los indígenas
americanos descienden de pueblos asiáticos que cruzaron el estrecho de
Bering hace unos 30.000 años, los verdaderos descubridores del continente americano. Los primeros asentamientos se establecieron en Alaska
y más tarde fueron extendiéndose hacia el Sur. Los pobladores americanos se fueron adaptando a los
diferentes ecosistemas en los que se establecían. El bosque amazónico ya era el
hogar de más de 200 etnias con lenguas, culturas y cosmologías propias cuando
llegaron los primeros europeos, hace 500 años. La población humana en la selva
nunca fue abundante y se concentró en las orillas de los grandes ríos.
En la actualidad, la población de la cuenca se estima en unos 30 millones de personas. La gran mayoría de los habitantes se concentra en ciudades a orillas del Amazonas, en la práctica, la única vía real de transporte y comunicación. Las principales ciudades son: Manaos (Brasil), la gran capital amazónica, cuya población se aproxima a los 2 millones de habitantes, Belém do Pará (Brasil) situada cerca de la desembocadura, con una población que ronda el millón y medio de personas, Iquitos (Perú), con una población estimada en 350.000 habitantes, Tabatinga (Brasil) y Leticia (Colombia), estas dos ciudades últimas suman alrededor de 100.000 habitantes.
Complejo hotelero en Manaos (Brasil) |
Firma del Pacto de Leticia por los gobernantes de siete países amazónicos. 7/09/2019 |
La conservación de la
Amazonia es uno de los principales retos que tiene la humanidad. Sólo en las
últimas tres décadas ha desaparecido el 18% de selva. La
cuenca funciona como un gigantesco almacén de carbono, un contenedor de 100.000
millones de TM de carbono, una cifra que supone el triple del total de las emisiones anuales de dióxido de carbono procedentes de combustibles fósiles. La deforestación para la
industria de maderas de alto valor (la caoba
o el ipé), los grandes incendios para
abrir terrenos a la ganadería y al cultivo de soja, la extracción de petróleo,
oro y aluminio, la construcción de grandes embalses y carreteras, son impactos
de muy graves consecuencias para este ecosistema único, el de mayor biodiversidad
de nuestro planeta.
Nos despedimos con un bellísimo vídeo del fotógrafo Gustavo Carrasco, filmado en la selva de Ucayali de Perú .
(Tomado de https://www.youtube.com/watch?v=S7Aj8n5bF0s. Birds of Amazon Rainforest )
José Antonio López Isarría