La avutarda común (Otis tarda), es el ave más voluminosa de la Península Ibérica, una de las aves voladoras de mayor tamaño de la avifauna mundial. Debido a su gran peso, está casi en el límite que permite el vuelo. Los machos tienen una envergadura alar que puede superar los 2,5 metros, y en los meses de marzo/abril representan una de las danzas más singulares que pueden verse en nuestras estepas cerealistas de secano.
Tarjeta postal de una avutarda, matasellada en
Montilla en 2015. Tomado de
https://www.todocoleccion.net/sellos-tarjetas-maximas |
La avutarda es una de las aves que muestra
un mayor dimorfismo sexual. Esta diferencia se aprecia tanto desde el punto de
vista morfológico como etológico. Los machos pueden alcanzar pesos de hasta
17-18 Kg (hay citas de más de 20 kg) mientras
que las hembras no pasan de 5-6 kg. También existen diferencias en el diseño y colorido del
plumaje, especialmente en la época reproductora. Además del tamaño,
el rasgo más distintivo de los machos adultos es un ramillete de finas
plumas que nace a cada lado de la base del pico, a modo de bigotera. Aparece a
partir de los 3 años y está plenamente desarrollada a los 6 años.
Es interesante remarcar la proporción de sexos sesgada ya desde la edad juvenil a favor de las hembras, en una ratio que oscila entre 1,5 a 4 hembras por macho, según las poblaciones. Durante la mayor parte del año, los machos y las hembras viven en grupos separados. Sólo se reúnen en la época de celo, y una vez que se ha producido la puesta, los grupos vuelven a dividirse. Esta segregación es social, no espacial, ya que comparten el mismo espacio pero en bandos separados. Se sabe que durante el verano se separan debido al rol reproductivo de hembras y machos, pero se desconoce por qué lo hacen el resto del año, quizá sea por las diferencias en su tamaño, dieta y comportamiento.
Hembra de avutarda |
Las avutardas realizan cortos
desplazamientos estacionales en busca de alimento y agua. En estos desplazamientos
el comportamiento de ambos sexos es diferente. Los machos recorren más
distancia, unos 80-100 Km, mientras que las hembras se permanecen más cerca de sus
zonas de cría, y no se desplazan más de 40 y 50 km. Los machos abandonan antes el
área de cría ya que no se ocupan de incubar los huevos y cuidar a los pollos,
tarea reservada solo a las hembras.
Huevos de avutarda. Dibujo de Eduardo Pino Escudero |
En España, la
época de nidificación va de abril a junio, con una puesta que suele ser de 2-3
huevos de dimensiones parecidas a las que tienen los de un ganso, muy pequeños
para su tamaño corporal. La hembra se dedica en solitario a las tareas de cría
y no construye nido sino que excava en el suelo una leve depresión en la que
deposita los huevos, que incuba durante 3-4 semanas. Los pollos recién nacidos
son nidífugos, es decir, capaces de caminar inmediatamente tras el momento de
la eclosión. Abandonan el nido en compañía de su madre, a la que acompañan
durante varios meses. 8 de cada 10 pollos mueren en su primer año de vida, la
mayoría víctimas de los depredadores, entre los que se cuentan las rapaces, los
córvidos, zorros, tejones, o jabalíes.
Pollos de avutarda |
Al mes de
vida ya efectúan cortos vuelos. La emancipación se produce antes en los machos
que en las hembras. De hecho, éstas pueden permanecer con sus madres hasta la
siguiente temporada de cría. Una vez se produce la emancipación, las avutardas
jóvenes se agrupan temporalmente con otros individuos del mismo sexo y edad.
Las avutardas adquieren la madurez sexual entre los 3 y 4 años de vida, pero no
suelen reproducirse hasta los 5 o 6 años de edad.
Estas
aves siempre han sido habitantes de zonas esteparias. El registro fósil muestra
que ya en la era posterior a la última glaciación ocupaba las estepas frías de
Europa central. Más tarde, el avance del bosque en gran parte de Europa redujo
su área de distribución hasta que las masivas deforestaciones que ocurrieron en
la Europa medieval ayudaron a que la avutarda fuera un animal común en los
campos agrícolas de la vieja Europa. En los siglos XVII y XVIII alcanzó su máxima
distribución pero el posterior abandono del sistema medieval de la rotación de
cultivos, la mecanización de la agricultura a partir de la segunda mitad del
siglo XIX y la construcción de tendidos eléctricos de alta y media tensión
causó una drástica disminución de las poblaciones de avutardas. Desaparecieron
en primer lugar las poblaciones situadas en los límites occidental (Islas
Británicas) y septentrional (Suecia) de su distribución, zonas en las que a las
causas referidas anteriormente se sumaba un clima poco favorable.
Hembra acompañada de dos jóvenes |
En
la actualidad, las avutardas ocupan de forma discontinua una amplia franja que se
extiende desde la Península Ibérica y Marruecos en el Atlántico hasta la costa pacífica
de China. Se estima una población mundial de 44.000 - 51.000 individuos (datos
de 2008). La mayoría de ellos (casi un 90%) vive en Europa. Los lugares con
mayor presencia de la avutarda son las mesetas españolas (que albergan el 60%
de la población mundial), la llanura húngara y Rusia meridional. Las
principales áreas de distribución en la Península Ibérica se reparten por Extremadura
y las dos Castillas. Es posible ver avutardas en terrenos desarbolados y
abiertos de llanura, y en los cultivos extensivos de cereal de Castilla y León,
Navarra, Aragón, Castilla-La Mancha, Madrid, Extremadura, Andalucía, Murcia y
Portugal. La comunidad que más ejemplares alberga es Castilla y León seguida de
Extremadura, Castilla-La Mancha y Madrid. Las avutardas del resto de
poblaciones están muy amenazadas.
Machos en pleno cortejo sexual
El acontecimiento más espectacular en
la vida de las avutardas es el cortejo de los machos a las hembras. Sólo los
dominantes de cada grupo podrán optar por la reproducción, siguiendo un esquema
poligínico, en el que cada uno de
ellos fecunda a varias hembras. Éstas son, sin embargo, las encargadas de
elegir al macho con el que desean aparearse. El cortejo nupcial de esta especie, popularmente conocido como “hacer la rueda”, ocurre generalmente a
las horas del alba y del atardecer. En sus exhibiciones nupciales, los machos se
agrupan en áreas de cortejo conocidas como “leks”
y allí erizan las plumas, alzan la cola en forma de abanico y dejan caer las alas para mostrar el color blanco de su plumaje. Además, aumentan el grosor del cuello
gracias al saco gular, una estructura
hinchable exclusiva de los machos adultos, que parte del suelo de la cavidad
bucal, bajo la lengua, y se ensancha durante las exhibiciones. Las hembras se acercan hacia estos lugares de
reclamo y allí eligen a los machos de mayor edad y peso, y a los que pasan más
tiempo exhibiéndose, que son los que tienen desarrollo más marcado de sus caracteres sexuales secundarios.
Video de
Jose Manuel Hiniesto
En
nuestro país, el desarrollo agrícola ha transformado los ecosistemas meseteños iniciales
en llanuras cerealistas, extensiones de herbáceas como el trigo, la avena, la
cebada y la veza (algarroba). La dieta de la avutarda es omnívora y varía con
las estaciones del año. En verano, casi la mitad de la ingesta de los adultos está
compuesta de materia vegetal verde, un 40% de invertebrados y el resto de
semillas. En invierno las semillas y la materia vegetal verde conforman casi la
totalidad de la dieta. Al parecer la alfalfa (Medicago sativa),
una planta forrajera con alto contenido en proteínas,
y la veza (Vicia sativa) son el alimento preferido de las avutardas en España. Entre sus
presas animales, destacan los insectos, y son el principal alimento de las
jóvenes avutardas durante su primer verano para facilitar su crecimiento, aunque
cambian a la dieta herbívora estacional de los adultos en invierno. Los
coleópteros (escarabajos), los himenópteros (abejas, avispas, hormigas) y los
ortópteros (grillos, saltamontes, langostas) son los insectos más consumidos.
La
avutarda está catalogada como “vulnerable” en la mayor parte de España, lo que
quiere decir que es una especie que ha sufrido una disminución de población muy
rápida en épocas no lejanas y que posee una probabilidad de extinción del 10 %
dentro de los siguientes 100 años. En las últimas décadas la intensificación
agrícola (implantación de regadíos, abandono de prácticas extensivas
tradicionales, roturación de pastizales naturales, pérdida de barbechos de
larga duración), la expansión
urbanística y la proliferación de infraestructuras, y la colisión con tendidos
eléctricos son las principales amenazas responsables de su delicado estado de
conservación actual. La electrocución por colisión contra tendidos eléctricos es
hoy una de las causas más importantes de mortalidad. Afecta sobre todo a machos
adultos, ya que su gran tamaño les resta habilidad en el vuelo y les dificulta
esquivar los cables, especialmente bajo condiciones de visibilidad reducida. También
les puede afectar de la misma manera la existencia de alambradas y parques
eólicos.
Ejemplar macho electrocutado |
Hasta
1980 la caza de la avutarda era legal, situación que provocó un gran declive de
sus poblaciones y la desaparición de muchos núcleos de reproducción. La presión
cinegética llegó a ser tan alta que durante algunos años se cazaban unas 2000
avutardas al año. En la actualidad la caza es ilegal aunque hay episodios de furtivismo
y muertes accidentales.
La
búsqueda de un nuevo hábitat no es nada fácil para estas aves ya que muestran una
escasa capacidad de colonización de nuevas áreas. Se adaptan muy mal a hábitats
distintos a la estepa cerealista, por lo que si su propia “casa” se degrada
tienden a concentrarse en otras estepas ya ocupadas por otras avutardas. Esto
lleva a una competencia excesiva de individuos en espacios limitados.
Macho de avutarda. Detrás se aprecia un macho de sisón (Tetrax tetrax) |
La avutarda selecciona su hábitat, por orden de preferencia, según los siguientes tipos de uso del suelo: cultivos de leguminosas y cereales, barbechos, campos arados y campos no cultivados. El tamaño del área de forrajeo en la especie está condicionada por el tipo de vegetación que existe, de modo que en aquellas áreas donde el sustrato está compuesto mayoritariamente por leguminosas, el área de alimentación es menor. Esto puede deberse a que al disponer de un recurso alimentario altamente nutritivo (leguminosas), la necesidad de la avutarda de contar con una amplia área de campeo para alimentarse se reduce. Por otro lado, se ha comprobado que en los cultivos de tipo extensivo existe una mayor densidad de artrópodos, lo que garantiza una mayor disponibilidad de alimento y recursos para la alimentación de los pollos.
Ante los
riesgos que acechan a esta especie, buenas son las iniciativas de conservación
que están en marcha en diversas zonas de nuestro país, con especial mención a
las llamada Zonas de Especial Protección
para las Aves (ZEPA). La principal finalidad de esta figura administrativa
de protección es paliar la pérdida de biodiversidad que ocasionan las
actividades humanas asegurando la supervivencia a largo plazo de las especies y
los hábitats más amenazados. Es el principal instrumento para la conservación
de la naturaleza en los países de la Unión Europea. La designación como ZEPA de
un territorio no supone expropiación o pérdida de titularidad de las
propiedades incluidas en su ámbito. En estas zonas se pueden llevar a cabo
todas aquellas actividades que no perjudiquen a las especies que la
constituyen. Se pueden realizar, y a su vez se promueven, actividades agrarias,
ganaderas y forestales. Se debe vigilar en extremo el urbanismo intensivo en
estas zonas pues dañan irreversiblemente el hábitat y contradicen el espíritu mismo de la
conservación.
Durante esta primavera de 2019 se ha realizado el Censo Nacional de Avutarda Común, entre el 1 y el 20 de marzo se desarrolló en la mitad sur
peninsular, y del 15 de marzo al 5 de
abril en la mitad norte peninsular. Ha sido dirigido y coordinado por SEO BirdLife (VER).
Una vez finalizado sabremos cómo evoluciona la población de esta formidable ave
esteparia y la efectividad de sus planes de protección.
Fotografía de David Pascual Carpizo |
José Antonio López Isarría