El 26 de abril de 1986, el reactor número cuatro de la central nuclear de Chernóbil (Ucrania) estalló a menos de tres kilómetros de distancia de Prípiat, una ciudad de 50.000 habitantes (del tamaño de Segovia en la actualidad). El edificio destruido ardió durante diez días, contaminando 142.000 kilómetros cuadrados en el norte de Ucrania, el sur de Bielorrusia y la región rusa de Briansk. Fue el peor accidente nuclear que ha conocido la historia.
Sala de control del reactor nº 4 de la central nuclear de Chernóbil |
En aquella madrugada de abril, los técnicos cometieron un fatal error en una rutinaria prueba de seguridad del reactor. El agua de refrigeración se vaporizó de forma instantánea, y destruyó las barras de combustible. Se produjo una violenta explosión que hizo volar por los aires el techo del reactor y dispersó sus entrañas por los alrededores del edificio. Dos trabajadores de la central murieron a consecuencia de la explosión y otros 28 (incluidos seis bomberos) recibieron elevadísimas dosis de radiación. Todos ellos murieron en las siguientes semanas o meses.
La lluvia radiactiva, 400
veces superior a la radiactividad liberada en Hiroshima, obligó a evacuar a más
de 300.000 personas de sus hogares. Las pérdidas económicas en costes sanitarios, limpieza, indemnizaciones
y pérdida de productividad, se han cifrado en cientos de miles de millones de
euros. Durante los días que siguieron a la explosión, más de 3.000 trabajadores fueron movilizados para dominar semejante infierno radiactivo. Se trabajó a contrarreloj en el enfriamiento del combustible nuclear y en la extinción total del incendio. Muchas de las personas que participaron en la operación absorbieron en segundos la dosis de radiación de toda una vida.
El 6 de mayo las llamas del
reactor fueron por fin extinguidas. Se pasó a la segunda fase de actuación, que
consistió en la construcción de un “sarcófago” que actuara como contenedor de emisiones
radiactivas. Treinta años después, en noviembre de 2016, se inauguró un nuevo “sarcófago”
a la vista del grave deterioro de la vieja estructura contenedora. La nueva
construcción tiene una forma de arco de 110 metros de alto y más de 30.000
toneladas de peso, la mayor construida hasta la fecha en el mundo. Su coste
final fue de 1.500 millones de euros. Queda pendiente desmantelar por completo el
primer contenedor, viejo y agrietado, una tarea muy delicada ya que precisa
trabajar en el interior del reactor. Este proceso se espera que quede terminado
en 2023.
Nuevo sarcófago protector del reactor nº 4 de Chernóbil |
Tras el accidente, los
primeros cálculos vaticinaron decenas de miles de muertos, cifra que
no ha sido posible comprobar debido al secretismo que impusieron las autoridades soviéticas. Se habla de una cifra indefinida entre 4.000 y 90.000 víctimas mortales. A esto hay que añadir el daño psicológico
sufrido por los que fueron obligados a abandonar su hogar.
Vídeo de Danny Cooke
Los dos radioisótopos más
generalizados de Chernóbil, el Cesio-137 y el Estroncio-90, permanecerán en el
ambiente durante decenios. Los campos se han abonado con potasio para que los
cultivos absorban menos cesio, y se les añade cal para bloquear el estroncio.
Minuciosas regulaciones fijan lo que se puede cultivar en cada tipo de suelo.
La tierra más contaminada (200.000 hectáreas) todavía sigue en barbecho, aunque
el gobierno de Bielorrusia ya está iniciando medidas para recuperarla. Y a
pesar de todo lo ocurrido, los ecólogos que han estudiado la zona se maravillan
de la resistencia de la naturaleza ante la adversidad radiológica. También las
personas han demostrado ser resistentes. Al cabo de unos meses del accidente,
desafiando a las autoridades ucranianas, algunos lugareños comenzaron a
regresar a la zona de exclusión.
Pareja de lobos (Canis lupus) |
Más de un centenar de estos cánidos merodean por bosques aledaños, y parejas de cigüeñas negras (Ciconia nigra) y pigargos europeos (Haliaeetus albicilla) nidifican en las ciénagas. En 1998, zoólogos ucranianos liberaron en la zona una manada de 30 caballos de Przewalski (Equus ferus przewalskii), una especie de équidos en estado crítico de extinción que sólo viven en libertad en el Parque Nacional Hustai (Mongolia) y en el Parque Nacional Kalamery (China). El objetivo era que los ungulados pastasen la vegetación exuberante y redujeran el riesgo de incendios forestales. Hoy han duplicado la población inicial, y vagan en manadas dispersas por Ucrania y Bielorrusia.
Manada de caballos przewalskii (Equus ferus przewalskii) |
Alce (Alces alces) |
En un reciente estudio publicado este mes por la revista Food Webs se ha obtenido una nueva evidencia de la proliferación de especies salvajes en la zona. Durante un mes se usaron cadáveres de peces como cebo, y mediante el uso de cámaras ocultas, se obtuvieron imágenes de 10 especies de mamíferos y cinco de aves. Estos animales fueron fotografiados mientras consumían los restos de peces en las márgenes de los ríos y canales de la zona de exclusión.
Los animales carroñeros se
alimentan de cadáveres de animales que son cazados y abandonados por otros
depredadores, por lo que al no participar en su captura se consideran animales
oportunistas. Los carroñeros cumplen una función vital en los ecosistemas, pues
eliminan los restos orgánicos, y participan en el reciclaje de nutrientes y el
retorno de energía al sistema. Por otro lado, tienen un papel muy importante en
las cadenas tróficas, puesto que son el eslabón que acelera la transformación
de la materia orgánica muerta en forma de cadáveres, dando paso a la actuación
posterior de los organismos descomponedores (bacterias y hongos). En
consecuencia, mantienen un hábitat sano al eliminar los animales muertos y
evitar la propagación de posibles enfermedades que puedan afectar a animales
vivos por exposición a cadáveres.
Reserva Radioecológica de Polesia (Bielorrusia) |
El estudio reseñado se realizó en un sector de la Reserva Radioecológica de Polesia (REP), en el sector bielorruso de la zona de exclusión de Chernobil. Este espacio protegido tiene una extensión de 2.165 kilómetros cuadrados, la mitad del área total. Tras el accidente nuclear, se estableció un perímetro de exclusión de 1.313 km² de extensión. En esa zona se creó una reserva natural que sirve hoy para el estudio de los efectos que dejó la contaminación por radioisótopos. En el momento del accidente residían 22.000 habitantes que tuvieron que ser evacuados. En 1993 se añadieron 849 km², conformando el espacio protegido más grande del país y uno de los más extensos de Europa.
Cigüeña negra (Ciconia nigra) |
Históricamente, esta región era
básicamente agraria, con granjas de propiedad estatal explotadas en forma cooperativa.
Para ayudar en la producción agrícola, los canales de riego se construyeron a
principios del siglo XX en toda la zona. Estos canales, alimentados por ríos
locales, mantenían el caudal de agua durante todo el año. Fueron abandonados tras
el accidente nuclear, aunque la mayoría aún retienen agua. Los cultivos
agrícolas fueron abandonados o reforestados con pino silvestre (Pinus sylvestris) para combatir el
efecto de los radioisótopos y la erosión del suelo. La zona está atravesada por
el río Prípiat, un gran río trenzado con muchos lagos adyacentes.
El llamado Bosque Rojo de
Chernóbil se refiere a la masa forestal ubicada en los alrededores de la
central nuclear. Su nombre deriva del
color que tomaron los pinos tras absorber altas dosis de radiación.
Diversos ensayos de captura
(usando como cebo cadáveres de carpas comunes) permitieron la identificación de
15 especies de vertebrados: 10 especies de mamíferos y 5 de aves. Entre los
carroñeros más comunes había tres especies de ratones (Apodemus agrarius, Apodemus flavicollis y Micromys minutus), y dos
especies de aves, arrendajos (Garrulus
glandarius) y urracas (Pica pica).
Estas especies ingieren las porciones más carnosas del cadáver, dejando la eliminación
completa a los grandes carroñeros, tanto mamíferos (perros mapaches, visones
americanos, nutrias y lobos) como aves, especialmente los pigargos europeos (Haliaeetus albicilla) y los cuervos (Corvus corax).
Los resultados de la investigación sugieren que estos vertebrados necrófilos utilizan los recursos acuáticos con un alto grado de eficiencia, y redistribuyen los nutrientes entre los ecosistemas acuáticos y terrestres. Aunque los mamíferos son más propensos a consumir la totalidad de los cadáveres una vez encontrados, en el estudio se observó que las aves gestionaban el 33% de los restos. Entre las aves que capturaron el cebo de carpa en el estudio también figuran los cárabos (Strix aluco).
Cárabo común |
Pigargo europeo |
Arrendajo |
Urraca |
Cuervo |
José Antonio López Isarría