25 marzo 2019

Renace la vida en Chernóbil

El 26 de abril de 1986, el reactor número cuatro de la central nuclear de Chernóbil (Ucrania) estalló a menos de tres kilómetros de distancia de Prípiat,  una ciudad de 50.000 habitantes (del tamaño de Segovia en la actualidad). El edificio destruido ardió durante diez días, contaminando 142.000 kilómetros cuadrados en el norte de Ucrania, el sur de Bielorrusia y la región rusa de Briansk. Fue el peor accidente nuclear que ha conocido la historia.


Sala de control del reactor nº 4 de la central nuclear de Chernóbil


En aquella madrugada de abril, los técnicos cometieron un fatal error en una rutinaria prueba de seguridad del reactor. El agua de refrigeración se vaporizó de forma instantánea, y destruyó las barras de combustible. Se produjo una violenta explosión que hizo volar por los aires el techo del reactor y dispersó sus entrañas por los alrededores del edificio. Dos trabajadores de la central murieron a consecuencia de la explosión y otros 28 (incluidos seis bomberos) recibieron elevadísimas dosis de radiación. Todos ellos murieron en las siguientes semanas o meses.

La lluvia radiactiva, 400 veces superior a la radiactividad liberada en Hiroshima, obligó a evacuar a más de 300.000 personas de sus hogares.  Las pérdidas económicas en costes sanitarios, limpieza, indemnizaciones y pérdida de productividad, se han cifrado en cientos de miles de millones de euros. Durante los días que siguieron a la explosión, más de 3.000 trabajadores fueron movilizados para dominar semejante infierno radiactivo. Se trabajó a contrarreloj en el enfriamiento del combustible nuclear y en la extinción total del incendio. Muchas de las personas que participaron en la operación absorbieron en segundos la dosis de radiación de toda una vida.


Zona inicial de evacuación y zona de exclusión actual 
El 6 de mayo las llamas del reactor fueron por fin extinguidas. Se pasó a la segunda fase de actuación, que consistió en la construcción de un “sarcófago” que actuara como contenedor de emisiones radiactivas. Treinta años después, en noviembre de 2016, se inauguró un nuevo “sarcófago” a la vista del grave deterioro de la vieja estructura contenedora. La nueva construcción tiene una forma de arco de 110 metros de alto y más de 30.000 toneladas de peso, la mayor construida hasta la fecha en el mundo. Su coste final fue de 1.500 millones de euros. Queda pendiente desmantelar por completo el primer contenedor, viejo y agrietado, una tarea muy delicada ya que precisa trabajar en el interior del reactor. Este proceso se espera que quede terminado en 2023.

Nuevo sarcófago protector del reactor nº 4 de Chernóbil
Tras el accidente, los primeros cálculos vaticinaron decenas de miles de muertos, cifra que no ha sido posible comprobar debido al secretismo que impusieron las autoridades soviéticas. Se habla de una cifra indefinida entre 4.000 y 90.000 víctimas mortales. A esto hay que añadir el daño psicológico sufrido por los que fueron obligados a abandonar su hogar.

Vídeo de Danny Cooke

Los dos radioisótopos más generalizados de Chernóbil, el Cesio-137 y el Estroncio-90, permanecerán en el ambiente durante decenios. Los campos se han abonado con potasio para que los cultivos absorban menos cesio, y se les añade cal para bloquear el estroncio. Minuciosas regulaciones fijan lo que se puede cultivar en cada tipo de suelo. La tierra más contaminada (200.000 hectáreas) todavía sigue en barbecho, aunque el gobierno de Bielorrusia ya está iniciando medidas para recuperarla. Y a pesar de todo lo ocurrido, los ecólogos que han estudiado la zona se maravillan de la resistencia de la naturaleza ante la adversidad radiológica. También las personas han demostrado ser resistentes. Al cabo de unos meses del accidente, desafiando a las autoridades ucranianas, algunos lugareños comenzaron a regresar a la zona de exclusión. 



Pareja de lobos (Canis lupus)
Actualmente, 400 personas casi todas mayores, viven en los deteriorados pueblos diseminados por la región, con el permiso tácito del gobierno, que les ha proporcionado electricidad y transporte para que puedan abastecerse en localidades próximas. Además, prácticamente cualquier persona puede entrar a la ciudad de Prípiat (zona cero del accidente) con la única recomendación de llevar un dosímetro y no permanecer de noche debido a la presencia lobos (Canis lupus).



Más de un centenar de estos cánidos merodean por bosques aledaños, y parejas de cigüeñas negras (Ciconia nigra) y pigargos europeos (Haliaeetus albicilla) nidifican en las ciénagas. En 1998, zoólogos ucranianos liberaron en la zona una manada de 30 caballos de Przewalski (Equus ferus przewalskii), una especie de équidos en estado crítico de extinción que sólo viven en libertad en el Parque Nacional Hustai (Mongolia) y en el Parque Nacional Kalamery (China). El objetivo era que los ungulados pastasen la vegetación exuberante y redujeran el riesgo de incendios forestales. Hoy han duplicado la población inicial, y vagan en manadas dispersas por Ucrania y Bielorrusia.


Manada de caballos przewalskii (Equus ferus przewalskii)
La amplia variedad de fauna que prospera dentro de la zona radiada ilustra la capacidad de recuperación de las poblaciones animales cuando se ven liberadas de las presiones de la actividad humana, tal como ha puesto de manifiesto Jim Beasley, investigador de la Universidad de Georgia (EE UU) y coautor de un estudio sobre la vida salvaje a largo plazo en Chernóbil, publicado en 2015, en la revista Current Biology. En este trabajo se ha comprobado que la fauna salvaje vive cerca de la zona evacuada como podría hacerlo en cualquier otra reserva natural.Pese a que la radiación provocó efectos perjudiciales (cuando no, letales) para numerosos animales, el hecho cierto es que cerca de Chernóbil viven ahora grandes poblaciones de alces (Alces alces), corzos (Capreolus capreolus), ciervos (Cervus elaphus), jabalíes (Sus scrofa), entre otras múltiples especies.

Alce (Alces alces)
Incluso es probable que las poblaciones de fauna salvaje actuales sean superiores a las que existían en la zona antes del accidente, un dato que podría indicar que la presencia humana es casi más negativa que los radioisótopos. Así lo afirma Jim Smith, de la Universidad de Portsmouth (Reino Unido). De hecho, la abundancia relativa de cérvidos en la zona de exclusión es similar a la estimada en otras cuatro reservas naturales no contaminadas de la región. Especialmente significativo es el número de lobos que viven allí, con una población siete veces mayor que la estimada en parques naturales no afectados.

En un reciente estudio publicado este mes por la revista Food Webs se ha obtenido una nueva evidencia de la proliferación de especies salvajes en la zona. Durante un mes se usaron cadáveres de peces como cebo, y mediante el uso de cámaras ocultas, se obtuvieron imágenes de 10 especies de mamíferos y cinco de aves. Estos animales fueron fotografiados mientras consumían los restos de peces en las márgenes de los ríos y canales de la zona de exclusión.

Los animales carroñeros se alimentan de cadáveres de animales que son cazados y abandonados por otros depredadores, por lo que al no participar en su captura se consideran animales oportunistas. Los carroñeros cumplen una función vital en los ecosistemas, pues eliminan los restos orgánicos, y participan en el reciclaje de nutrientes y el retorno de energía al sistema. Por otro lado, tienen un papel muy importante en las cadenas tróficas, puesto que son el eslabón que acelera la transformación de la materia orgánica muerta en forma de cadáveres, dando paso a la actuación posterior de los organismos descomponedores (bacterias y hongos). En consecuencia, mantienen un hábitat sano al eliminar los animales muertos y evitar la propagación de posibles enfermedades que puedan afectar a animales vivos por exposición a cadáveres.

Reserva Radioecológica de Polesia (Bielorrusia)
El estudio reseñado se realizó en un sector de la Reserva Radioecológica de Polesia (REP), en el sector bielorruso de la zona de exclusión de Chernobil. Este espacio protegido tiene una extensión de 2.165 kilómetros cuadrados, la mitad del área total. Tras el accidente nuclear, se estableció un perímetro de exclusión de 1.313 km² de extensión. En esa zona se creó una reserva natural que sirve hoy para el estudio de los efectos que dejó la contaminación por radioisótopos. En el momento del accidente residían 22.000 habitantes que tuvieron que ser evacuados. En 1993 se añadieron 849 km², conformando el espacio protegido más grande del país y uno de los más extensos de Europa.


Cigüeña negra (Ciconia nigra)
Según los responsables científicos de la Reserva, hay censadas 7 especies de reptiles, 11 de anfibios, 46 de mamíferos, 25 especies piscícolas y 213 especies de aves. Del total, 60 se encuentran en la Lista Roja de especies amenazadas de la UICN y del Gobierno Bielorruso. Además, la zona tiene más de 1.200 especies de plantas, dos tercios de la flora del país. La REP proporciona una oportunidad única de investigar la resistencia de la vida silvestre al peor accidente nuclear de la historia. Este espacio tiene una (casi) nula presencia humana, una nutrida y variada comunidad de vertebrados, y una yuxtaposición de hábitats distintos donde interactúan sistemas acuáticos y sistemas terrestres.

Históricamente, esta región era básicamente agraria, con granjas de propiedad estatal explotadas en forma cooperativa. Para ayudar en la producción agrícola, los canales de riego se construyeron a principios del siglo XX en toda la zona. Estos canales, alimentados por ríos locales, mantenían el caudal de agua durante todo el año. Fueron abandonados tras el accidente nuclear, aunque la mayoría aún retienen agua. Los cultivos agrícolas fueron abandonados o reforestados con pino silvestre (Pinus sylvestris) para combatir el efecto de los radioisótopos y la erosión del suelo. La zona está atravesada por el río Prípiat, un gran río trenzado con muchos lagos adyacentes.


El llamado Bosque Rojo de Chernóbil se refiere a la masa forestal ubicada en los alrededores de la central nuclear.  Su nombre deriva del color que tomaron los pinos tras absorber altas dosis de radiación. 

Diversos ensayos de captura (usando como cebo cadáveres de carpas comunes) permitieron la identificación de 15 especies de vertebrados: 10 especies de mamíferos y 5 de aves. Entre los carroñeros más comunes había tres especies de ratones (Apodemus agrarius, Apodemus flavicollis y Micromys minutus), y dos especies de aves, arrendajos (Garrulus glandarius) y urracas (Pica pica). Estas especies ingieren las porciones más carnosas del cadáver, dejando la eliminación completa a los grandes carroñeros, tanto mamíferos (perros mapaches, visones americanos, nutrias y lobos) como aves, especialmente los pigargos europeos (Haliaeetus albicilla) y los cuervos (Corvus corax).

Los resultados de la investigación sugieren que estos vertebrados necrófilos utilizan los recursos acuáticos con un alto grado de eficiencia, y redistribuyen los nutrientes entre los ecosistemas acuáticos y terrestres. Aunque los mamíferos son más propensos a consumir la totalidad de los cadáveres una vez encontrados, en el estudio se observó que las aves gestionaban el 33% de los restos. Entre las aves que capturaron el cebo de carpa en el estudio también figuran los cárabos (Strix aluco).

Cárabo común
Sorprende este comportamiento del cárabo, que no es una especie carroñera sino más bien depredadora. No obstante, hay que señalar que, como muchas otras aves, se adapta bien a los recursos que ofrece el hábitat según la estación del año y la abundancia de presas. Muestra preferencia por micromamíferos (topillos, ratones, ratas, lirones), aunque también incluye en su dieta desde conejos hasta grandes invertebrados, pasando por aves de todo tipo, reptiles y anfibios.


Pigargo europeo
En cambio, el pigargo tiene una dieta basada en peces, que atrapa vivos, moribundos o muertos. Es habitual encontrarlo en de humedales, ríos y marismas, y la más carroñera de las aves citadas en este estudio. También consume aves marinas, mamíferos, y descartes pesqueros.


Arrendajo
El arrendajo, como la mayoría de los córvidos, sí es un ave oportunista. Durante la primavera-verano muestra hábitos insectívoros que complementa con frutos silvestres y cultivados. En otoño-invierno, cuando los invertebrados escasean, incrementa el consumo de frutos, como castañas, bellotas o escaramujos. En aquellas ocasiones en las que se aproxima a zonas humanizadas, el arrendajo aprovecha todo tipo de restos y basuras, de los que obtiene una fuente segura de alimento durante todo el año.


Urraca
La urraca y los cuervos aún son más oportunistas. Son muy versátiles y tienen cierta capacidad predadora sobre cualquier objeto comestible que se ponga a su alcance. Comen desde granos y frutas hasta invertebrados, así como todo tipo de desperdicios y carroña; si se presenta la ocasión, devoran huevos y polluelos de otras aves, y darán caza a pequeños vertebrados, como reptiles y roedores.

Cuervo
En la estupenda novela “Parque Jurásico”, de Michael Crichtonel personaje que representa al matemático Ian Malcolm recuerda que "la historia de la evolución nos ha mostrado que la vida supera todas las barreras. La vida se abre camino a nuevos territorios. De manera dolorosa, quizás hasta peligrosa, pero la vida encuentra el modo". Si salvamos el abismo que separa el mundo ficticio de isla Nublar y el mundo real de Chernóbil, encontramos una misma evidencia en la resistencia, la obstinación y la proyección de la vida. También en ambos casos la intervención del hombre resultó fatídica.

José Antonio López Isarría