10 marzo 2019

Doñana, un santuario para la avifauna

El próximo mes de octubre se cumplirá el 50º aniversario de la creación del Parque Nacional de Doñana (VER). Tras sucesivas ampliaciones, hoy es un espacio con más de 1.200 km cuadrados de extensión si sumamos los espacios correspondientes al Parque Nacional (68.236 hectáreas) y al Parque Natural (54.252 hectáreas). Tenemos la fortuna de contar en nuestro país con una joya de la naturaleza que alberga una biodiversidad única en Europa.



Doñana se extiende junto a la margen derecha del río Guadalquivir hasta su desembocadura, por el sur de las provincias de Huelva y Sevilla. Integra un mosaico de ecosistemas que ofrecen una gran variedad de hábitats (alcornocal, pinares, matorral, marismas, dunas, playas) en los que viven poblaciones de vertebrados en peligro de extinción, como el lince ibérico (Lynx pardinus) y el águila imperial (Aquila adalberti)

Águila imperial (Aquila adalberti)
Recibe su nombre de la hija de los príncipes de Éboli, Ana Gómez de Silva y de Mendoza, quien en 1585 le pidió a su marido Alfonso Pérez de Guzmán, VII Duque de Medina Sidonia, dejar el rico Señorío Sanlúcar de Barrameda y retirarse a vivir al vasto bosque de alcornoques y pinos que se extendía por la orilla opuesta del Guadalquivir. Atendiendo a la petición de su mujer, el Duque compró unos terrenos que habían pertenecido en el pasado a sus antepasados y ahora eran propiedad del consejo del pueblo de Almonte. La finca comprendía una gran extensión, desde la Algaida hasta Matalascañas, y es en esa época cuando comienza a ser conocida como “Bosque de Doñana”. En ella se construyó un pequeño palacio donde pasará el resto de sus días la hija de la otrora poderosa Princesa de Éboli.

Francisco Bernis y José Antonio Valverde en la primera expedición a Doñana (1952) © Archivo F. Bernis
En 1952, gracias a una iniciativa de los biólogos españoles José Antonio Valverde y Francisco Bernis, junto a un equipo de ornitólogos británicos, se propone la internacionalización de la propiedad de Doñana en el Congreso Ornitológico Internacional. En ese mismo año, se inicia una serie de expediciones destinadas a estudiar la flora y fauna del Coto, conocidas como “Doñana expeditions”, que crearán una conciencia conservacionista dentro y fuera de nuestras fronteras. El creciente interés mundial por este espacio dará sus frutos en 1963 con la adquisición de 6.974 hectáreas por el Estado Español, en colaboración con el World Wildlife Fund (WWF), y la posterior creación de la Reserva Biológica de Doñana. Seis años después se consigue el estatus de protección de Parque Nacional. Desde entonces, diversas leyes, planes y proyectos nacionales e internacionales confluyen en este territorio.

Desembocadura del arroyo de Soto Grande en las Marismas del Rocío. © Héctor Garrido
Pero el mayor tesoro ecológico de Doñana reside, sin duda ninguna, en su abundante y diversa avifauna. Por su marisma, el ecosistema más extenso del espacio protegido, pasan cada año más de 6 millones de aves migratorias con destino a África, y da cobijo a 400.000-600.000 invernantes, según años. Se han registrado un total de 360 especies aviares, de las que 127 utilizan estas zonas para nidificar de forma periódica. Entre ellas cabe citar especies en peligro de extinción como los alimoches (Neophron percnopterus), las águilas imperiales (Aquila adalberti), las cigüeñas negras (Ciconia nigra), los avetoros comunes (Botaurus stellaris), las garcillas cangrejeras (Ardeola ralloides), las malvasías (Oxyura leucocephala) y las fochas morunas (Fulica cristata).


Miguel Mulas/agencia EFE. Corregido
La costa del P.N. de Doñana es el dominio de las arenas eólicas. Se extiende desde la desembocadura del Guadalquivir hacia el oeste, con una franja de unos 30 km correspondientes al Parque Nacional y otros 30 entre Matalascañas y Mazagón. Es un litoral típico de playas atlánticas, de arenas finas y pendiente suave, sometido al intenso influjo del mar y frecuentado por aves marinas como charranes (Sterna) o gaviotas (Larus). Hacia el interior, tras las playas, el empuje de los vientos forma trenes de dunas móviles que dan lugar a uno de los medios naturales más dinámicos y llamativos de Doñana. En las depresiones o valles entre dunas aparecen los corrales, islas de vegetación en medio de los arenales, con distintos matices según su tamaño, nivel de humedad y vegetación. El pino piñonero (Pinus pinea) es la especie arbórea básica de estos corrales.

Corral de pinos entre dunas
La marisma es el espacio más relevante desde el punto de vista ecológico, entre otras razones por su papel como hábitat y refugio de una avifauna migratoria muy rica y diversa. Aparece como una gran llanura sujeta a ciclos de inundación y sequía, de base impermeable por su suelo arcilloso, lo que provoca notables contrastes estacionales. De inmensa lámina de agua en otoño e invierno pasa a convertirse en una planicie verde repleta de vida en primavera y en un paisaje estepario en verano. Su vegetación predominante es la castañuela (Scirpus maritimus) y el bayunco (Scirpus lacustris). Acoge numerosas especies de ánsares, anátidas, ardeidas y flamencos, así como una gran variedad de peces, anfibios y reptiles.

Flamencos en la marisma
A consecuencia del impacto que ha tenido la agricultura en la zona y a la modificación de los cursos naturales de ríos y arroyos, la llegada de agua al humedal se ha reducido radicalmente, con menos del 10% de sus aportes característicos en régimen natural. En la actualidad la marisma inundada de Doñana ocupa sólo la tercera parte de su extensión original, y se ha perdido más de la mitad de la vegetación que depende del agua. Volveremos al final sobre este grave problema que, lejos de corregirse, ha entrado en una dinámica muy peligrosa para el ecosistema.

En la superficie marismeña existen unas depresiones donde las aguas permanecen más tiempo rodeadas por cinturones de vegetación (los “lucios”). Otras zonas han sido profundamente transformadas en arrozales, salinares y pastos. Aquí pueden observarse cigüeñas (Ciconia ciconia), garzas (Ardea cinerea) o flamencos (Phoenicopterus roseus).

“Pajareras” de Doñana
En Doñana existe una interesante zona de transición junto a la marisma, en forma de franja estrecha, donde aflora la humedad filtrada por las arenas y que recibe el nombre genérico de La Vera. Aquí crecen junqueras, pastizales, alcornoques y diversas especies típicas del bosque mediterráneo como acebuches, álamos negros, fresnos y lentiscos. Es un territorio frecuentado por ciervos, jabalíes y linces, y rapaces como el águila imperial (Aquila adalberti) y el águila calzada (Aquila pennata). En algunos alcornoques anidan colonias de ardeidas formando las famosas “pajareras” de Doñana. Están constituidas por casi un centenar de grandes alcornoques, así como por álamos y sauces. Fueron descritas inicialmente por Bernis y Valverde, aunque han ido cambiando de ubicación a lo largo de La Vera. 

Dibujo de las "pajareras" del ilustrador naturalista Joaquin López-Rojas
Actualmente, en ellas anidan siete especies de aves protegidas por la legislación nacional: espátula (PIatalea leucorodia), martinete (Nycticorax nycticorax), garcilla cangrejera (Ardeola ralloides), garcilla bueyera (Bubulcus ibis), garceta común (Egretta garzetta), garza real (Ardea cinerea) y cigüeña blanca (Ciconia ciconia). El tamaño de estas colonias varía de una temporada a otra. Mientras en años secos apenas se supera el centenar de nidos, en los lluviosos, con la marisma inundada y con abundante comida, se han llegado a registrar 13.000 parejas. 

Además de estas variaciones estacionales, en Doñana existe un declive alarmante del alcornocal debido, en gran medida, a actuaciones humanas como la explotación maderera, la extracción del corcho y los incendios. Simultáneamente a este declive, las poblaciones de aves acuáticas y coloniales de Doñana han registrado un rápido y marcado incremento gracias a la disminución de la caza y la protección de sus áreas de cría. Por ejemplo, el número de nidos de espátula censados en el área de Doñana pasó de 277 en 1984 a 1.027 en 2.010. En el caso de la garcilla bueyera, el aumento fue de 372 nidos en 1.984, a 1.324 en 2.010. La garza real, la garceta común, el martinete y la cigüeña blanca también han registrado notables incrementos.

De izquierda a derecha, garcilla bueyera, espátula y martinete
De izquierda a derecha avetoro, garcilla cangrejera y garza real

Lamentablemente, la buena salud de estas poblaciones de aves ha tenido efectos negativos en otros ámbitos del ecosistema de Doñana. La gran cantidad de heces liberada por la colonia de las pajareras ha alterado significativamente la composición del suelo y ha dañado la salud de los alcornoques. Se ha intentado compensar este efecto no deseado con varias campañas de reforestación con alcornoques que han resultado costosas y de éxito limitado.

Los sonidos de las "pajareras"  © Carlos de Hita

En la zona oeste del P.N., aparece un paisaje de arenas estabilizadas con matorral y bosque, “cotos” según la terminología local, formando otro de los sistemas más extensos en Doñana. Son terrenos de antiguas dunas aplanadas, colonizados por distintas formaciones vegetales según el grado de humedad. Por un lado, se diferencian las áreas más secas de “monte blanco”, un matorral de porte bajo con predominio del jaguarzo (Halimium halimifolium), de tonos blanquecinos, y varios tipos de jaras y plantas aromáticas, junto con pino piñonero (Pinus pinea). Por otro lado se hallan las formaciones de “monte negro”, matorral de tonos oscuros, espeso y de cierto porte que crece en los lugares más húmedos, con brezos (Erica), brecinas (Calluna vulgaris), tojos (Ulex minor) y pies dispersos de alcornoques, madroños (Arbutus unedo) y tarajes (Tamarix).


Coto próximo al Poblado de la Plancha. P.N. de Doñana
Desde el desastre ecológico que pudo haber ocurrido en Doñana tras la rotura de la balsa minera de Aznalcóllar (1998) la concienciación sobre los riesgos medioambientales a los que está expuesto este espacio natural ha aumentado. Diversos estudios y numerosas denuncias de grupos ecologistas inciden de manera recurrente en una serie de problemas que ponen en riesgo la flora, la fauna, el agua y el suelo. Los más preocupantes son la sobreexplotación de los acuíferos, la transformación del suelo forestal en cultivos agrícolas y las construcciones ilegales.


 Balsa de riego junto a un pinar en el entorno natural de Doñana / WWF.
Un reciente informe de la CE, fruto de un proceso que arrancó en 2010 con una denuncia de la organización ecologista World Wildlife Fund (WWF), acusa con dureza a España por consentir el desvío de ingentes cantidades de agua para cubrir las necesidades de la agricultura o el turismo local. El nivel freático se está hundiendo, y con él, se deterioran los hábitats que dependen del acuífero. El expolio del agua que precisa Doñana alimenta, en gran parte, la agricultura de regadío.


Como ejemplo del impacto creciente de la agricultura citaremos el cultivo de frutos rojos: fresas, arándanos y frambuesas. Se trata de un mercado de alta rentabilidad que no para de crecer. Gracias a la situación geográfica de Huelva, que cuenta con más de 3.000 horas de luz al año y un clima propicio para el desarrollo de estos frutos, se producen en la zona el 100% de frambuesas españolas, el 96% de los arándanos y el 97% de las fresas. Las exportaciones conjuntas de los tres se han duplicado en seis años (pasaron de 522 millones de euros en 2011 a 1.067 millones en 2017), según la federación de productores Fepex. Este ritmo productivo exige una creciente demanda de suelo y agua, y genera trabajo y riqueza en la zona. 


De izquierda a derecha, Focha moruna (Fulica cristata) malvasía cabeciblanca (Oxyura leucocephala). Dos especies presentes en Doñana y en peligro de extinción

A la vista de estas cifras, puede resultar temerario criticar este notable impulso económico. No obstante, el delegado de WWF en Doñana, Felipe Fuentelsaz, indica que la cuestión no es ir en contra de la agricultura sino de las prácticas agrícolas ilegales. De hecho, se han detectado cerca de 3.000 hectáreas de regadío sin permiso. Esta es una extensión muy grande. Tengamos en cuenta que alrededor del Parque Nacional de Doñana está previsto que haya hasta 9.300 hectáreas de este cultivo, y sólo se han regularizado 4.500. La extracción de grandes cantidades de agua -que debería fluir hasta los humedales- ha sido cuantificada por la organización WWF en más de 1.000 pozos y 1.700 balsas.



Doñana fue declarada en 1981 Reserva de la Biosfera por la Unesco. Pasó a ser considerado como un territorio que busca armonizar la conservación de la diversidad biológica y cultural con el desarrollo económico y social a través de la relación de las personas con la naturaleza. Además es también un lugar de experimentación y de estudio del desarrollo sostenible. Entre todos deberíamos conseguir que esas premisas sean más una realidad que un deseo, por muy noble que sea este.

José Antonio López Isarría