Los bosques boreales de nuestro planeta forman un cinturón verde homogéneo en el que la temperatura es el factor ambiental que más condiciona sus límites geográficos. Las fronteras norte y sur se corresponden con las isotermas de 13º C y 18º C en julio, respectivamente. Estos valores térmicos hacen que se extiendan dentro de las fronteras de Rusia, Canadá, Alaska y los países escandinavos Suecia, Noruega y Finlandia. Ocupan una superficie superior a los 900 millones de hectáreas (el 29% de la masa boscosa de la Tierra).
En este bioma, la cantidad
de alimento disponible para las aves puede sufrir fuertes variaciones interanuales o presentar máximos y mínimos en intervalos no periódicos. Y cuando esto ocurre, pueden
coincidir una alta densidad poblacional con un escaso stock de recursos
nutritivos, por lo que los animales deben abandonar masivamente el área como
forma inmediata de subsistencia. Estos movimientos de carácter irregular (no
periódico) que realizan grupos muy numerosos de aves se conocen en ornitología como irrupciones o
invasiones ya que se ocupan de forma masiva zonas donde habitualmente no existen
o son escasas. En sentido estricto no son migraciones, ya que no respetan la condición de
regularidad en el tiempo
Las especies más sensibles a este fenómeno son granívoras. Su alimento básico son las semillas, especialmente los piñones de coníferas. Entre ellas cabe mencionar, en
Europa, al ampelis (Bombycilla garrulus) y algunos fringílidos, como el jilguero lúgano
(Carduelis spinus) y el piquituerto
(Loxia curvirostra). En Norteamérica, el ampelis americano (Bombycilla cedrorum), el carbonero boreal (Poecile hudsonicus) y el jilguero de los pinos, también llamado lúgano americano (Spinus pinus).
Jilguero lúgano (izquierda) y ampelis europeo (derecha)
Lúgano americano (derecha) y carbonero boreal (izquierda)
Desde hace pocos años hemos
empezado a comprender el patrón climático que influye en estas irrupciones. Un
equipo de investigadores dirigido por Courtenay Strong, del departamento de Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Utah,
descubrió (VER) que la producción de semillas en un año determinado depende de las condiciones
climáticas experimentadas durante los dos o tres años anteriores, de forma que
es posible predecir invasiones con hasta dos años de antelación, al menos en el caso del más común de los migrantes irruptores, el lúgano americano. Esta especie es el
resultado de la radiación evolutiva de los miembros del género Spinus de Norteamérica, cuya especie antecesora
bien pudiera ser nuestro lúgano europeo (Carduelis
spinus).
Estos investigadores
encontraron que cuando el clima es húmedo, frío y desfavorable
para la producción de semillas en una zona, era más cálido, seco y favorable para la producción de semillas en otra región, por lo que las aves siempre podían
encontrar una zona con suficiente alimento moviéndose hacia otras áreas. Esta especie de "dipolo" climático sería el responsable de las irrupciones de aves en todo
el continente.
En este interesante estudio
se recurrió a la ingente base de datos recopilados por los observadores de aves
aficionados, integrantes del proyecto FeederWatch (VER), una iniciativa de ciencia ciudadana dirigida por
el Laboratorio de Ornitología de Cornell. Gracias al trabajo de miles de ornitólogos aficionados, existe un valioso registro de avistamientos
de aves desde noviembre hasta principios de abril, con más de dos millones de observaciones de lúganos en el período
1989-2012.
Estos datos fenológicos se
cruzaron con los registros climatológicos de la zona y se elaboró un mapa del
movimiento de las poblaciones de estas aves irruptoras a escala continental.
Los lúganos americanos se reproducen durante el verano en los bosques boreales
de Canadá, que suministran las semillas suficientes para alimentar a sus
poblaciones. Cuando las semillas son abundantes, los lúganos se quedan, en gran
medida, en estos bosques durante el invierno.
Lúgano americano (Spinus pinus) |
Pero cuando se produce un significativo
descenso en la producción de semillas en los bosques de abetos y pinos, los
pájaros se desplazan masivamente a otros lugares de invernada que garanticen
una alimentación adecuada. Durante estos años de irrupción, las poblaciones de
lúganos pueden desplazarse hasta zonas tan meridionales como los Montes
Apalaches. Esto es lo que sucedió en los inviernos de 1989/90, 2003/04 y
2008/09.
En Europa, las aves más
conocidas por sus irrupciones son los piquituertos. Se han documentado 11
episodios en la segunda mitad del siglo pasado: 1953, 1956, 1959, 1962-63,
1971-73, 1983, 1990 y 1997. Como se puede observar, algunas de estas
invasiones ocurrieron en años consecutivos, otras en ciclos trianuales o en
intervalos de 10 años, lo que muestra la irregularidad e imprevisibilidad del
suceso.
Piquituerto (Loxia curvirostra) |
El piquituerto se alimenta casi
en exclusiva de piñones de coníferas. La parte superior de su pico se yuxtapone
sobre la parte inferior para formar un gancho doble que le permite extraer las
semillas de las piñas. Cuando la comida abunda, el pájaro reside todo el año en
los bosques boreales, pero si escasea, se ve obligado a buscar hábitats mejor
surtidos para sobrevivir.
Los piquituertos que llegan
en el verano se distribuyen por todas partes buscando semillas de coníferas.
Muchos mueren en un nuevo y desconocido hábitat que les ofrece semillas
diferentes a las habituales de los abetos rojos (Picea abies) de sus bosques de origen.
Otros permanecen aquí para criar en la primavera siguiente, y algunos retornan
a sus áreas de cría en Escandinavia y Rusia. Allí, las semillas de los abetos
se forman a finales de junio, permaneciendo todo el año, incluido el invierno,
hasta que en abril o mayo de la primavera siguiente se abren las piñas y las
semillas caen al suelo. Como sucede con la mayoría de las especies arbóreas,
existe una considerable variación en las cosechas de fruto de unos años a otros.
Las irrupciones, por lo
general, ocurren después de una temporada de gran éxito reproductivo. Esto trae
como consecuencia un incremento significativo en la población de piquituertos,
lo que activa el proceso irruptivo. Numerosos efectivos, guiados por individuos
jóvenes, salen en busca de otros bosques de coníferas donde puedan alimentarse.
Algunos ejemplares que recalan en el sur de España pueden hacer un viaje de más de 4.000 km.
Mapa de distribución de bosques de coníferas (verde oscuro) y frondosas (verde claro) de España
En la Península Ibérica, los
bosques de coníferas de la mitad oeste poseen recursos aprovechables para estas
aves. Durante
el mes de enero, si se dan ciertas condiciones de insolación, se abren las piñas maduras de estas coníferas, especialmente las del Pino Negral (Pinus
nigra) y Pino Albar (Pinus sylvestris), animadas por la
benignidad de las temperaturas del mediodía. Esto permite mantener o atraer
hacia estos enclaves montanos abundantes contingentes de piquituertos y otros fringílidos
granívoros (lúganos, verderones serranos y jilgueros).
La investigación de plantea
una última cuestión sobre el impacto del cambio climático global en los
“dipolos” climáticos. La duda es si tal cambio puede interrumpir el
acoplamiento entre el norte y el sur de tal manera que se desarrollen de modo
simultáneo las condiciones desfavorables, dejando algunos años a estas aves sin
suministro de semillas. La respuesta se desconoce. Los autores nos recuerdan
que el bosque boreal es el bioma terrestre más grande del mundo y el hogar de
más de la mitad de las especies de aves de América del Norte. Sugieren que la
periodicidad de las irrupciones aviares, y su conexión con el clima,
probablemente representa un indicador crítico de cómo la variabilidad del clima
influye en la biota de Norteamérica. El cambio climático podría alterar la
fuerza, la periodicidad, la sincronía o la orientación de los patrones
irruptivos identificados aquí. Finalizan su reflexión indicando que será
posible una comprensión más profunda de estas correlaciones a medida que se
disponga de datos espacio-temporales más precisos, particularmente sobre la
producción de semillas.
José Antonio López Isarría