22 enero 2019

Polillas que beben lágrimas

En noviembre de 2017, durante una expedición nocturna por los bosques amazónicos de várzea que cubren las llanuras de inundación, el herpetólogo brasileño Leandro Moraes filmó algo sorprendente: un hormiguero barbinegro (Hypocnemoides melanopogon) que dormía sobre una rama tenía una polilla prendida en la parte posterior de su cuello. El insecto succionaba lágrimas de uno de los ojos del ave con su probóscide. Este curioso hábito de alimentación se conoce como lacrifagia.

Hormiguero barbinegro con una una polilla de la especie Gorgone macarea. Fotografía de Leandro Moraes


La alimentación de fluidos lacrimales o secreciones oculares de otros animales es común en ciertos insectos, principalmente Noctuidos (mariposas nocturnas). Puede decirse que estos insectos han evolucionado hacia un comensalismo especializado, una relación que establecen individuos de dos especies distintas en la que uno obtiene beneficio a expensas del otro, pero sin perjudicarlo. Han sido muy estudiados los noctuidos del género Arcyophora de África y Lobocraspis de Tailandia y Camboya que succionan fluidos oculares de gatos, búfalos domésticos y, eventualmente, de seres humanos. Se conocen otras especies lacrifágicas de insectos en Asia, África o Sudamérica que se aprovechan de animales grandes como mamíferos (antílopes, elefantes) o reptiles (cocodrilos, tortugas) para “beber” sus lágrimas.


Lobocraspis (izquierda) y Arcyophora (derecha)  

Por lo general, el propósito de esta estrategia alimenticia es obtener iones de sodio y proteínas cuando no resulta fácil encontrarlos en su hábitat. Estos nutrientes son importantes para el éxito reproductivo, la capacidad de vuelo y la longevidad de los insectos. Esta acción tiende a ser inocua para los animales visitados ya que las probóscides, apéndices alargados y tubulares situados en la cabeza del insecto, no dañan su estructura ocular. Se ha sugerido que las polillas podrían, incluso, inocular alguna clase de sustancia anestésica que actuaría durante el proceso de succión.


Probóscide de Hemiceratoides hieroglyphica, polilla de Madagascar. Fotografía de Roland Hilgartner y Mamisolo Raoilison
En ocasiones, puede suceder que estos visitantes transmitan infecciones oculares, virásicas o bacterianas, actuando como meros vehículos de los gérmenes. En tal caso, el comensalismo se convertiría en una forma acoplada de ectoparasitismo, con perjuicio de la especie parasitada.



Gorgone macarea y hormiguero barbinegro (Hypocnemoides melanopogon)

Además del mencionado al inicio del artículo, en aves sólo hay documentados dos casos más de esta curiosa forma de comensalismo. El primero fue registrado en 2006 por los biólogos Roland Hilgartner y Mamisolo Raoilison en el Parque Nacional Kirindy, situado en el suroeste de Madagascar. El segundo fue descrito en 2015 por el zoólogo brasileño Iván Sazima en la Amazonía colombiana.

Esta escasez de registros puede deberse no tanto a lo excepcional del fenómeno sino a su difícil detección, pues, en el caso de las aves, ha de registrase durante la noche mientras duermen y no son conscientes del acto parasitario. Las polillas actúan con exquisita delicadeza, permaneciendo quietas sobre la espalda del pájaro y utilizando su larga probóscide para alcanzar los ojos y evitar molestias.
Comensalismo de mariposas sobre fluidos lacrimales de tortugas y caimanes

La principal función de los fluidos lacrimales en los vertebrados es evitar la desecación de la córnea y mantenerla limpia, arrastrando las partículas que puedan adherirse. Desde el punto de vista químico, la lágrima es un líquido transparente que lleva en dilución sales, especialmente fosfatos alcalinos y cloruro de sodio, con trazas de materias orgánicas. Esta composición la convierte en un medio de cultivo hostil para la mayoría de los gérmenes patógenos, por lo que juegan un importante papel inmunológico.

Sobre la córnea, la capa lacrimal se dispone en tres estratos. El externo es algo oleoso debido a la secreción sebácea de los párpados, y evita la evaporación de los líquidos subyacentes. El estrato intermedio es acuoso y el interno contiene mucina, una proteína que cumple funciones defensivas e inmunológicas.




Las aves disponen de una membrana nictitante que tiene una gran actividad. Su denominación deriva del latín nictere que significa “guiñar”, “parpadear”. Esta membrana cubre con sus movimientos toda la superficie del globo ocular protegiéndolo durante el vuelo o las inmersiones en el agua, y distribuye las lágrimas de un modo uniforme sobre la superficie ocular, evitando que el polvo u otros materiales extraños puedan dificultar la visión y dañar la córnea.

El ojo de las aves presenta, además, la glándula de Harder, adyacente a la esclerótica posterior. Esta glándula es mayor que la lagrimal y es considerada la principal productora de lágrimas. Se le han asociado funciones inmunológicas, además de la lubricación ocular.

Los insectos normalmente obtienen los nutrientes necesarios para vivir de las más variadas formas, tanto de fuentes animales como vegetales. Las secreciones de vertebrados actúan como fuente adicional de nutrientes. Algunos saltamontes se sienten atraídos por la orina humana, especialmente por el sodio. Ciertas mariposas buscan el estiércol o la carroña para incorporar diversos iones. En los bosques húmedos de Borneo, un gran número de especies de insectos visitan con regularidad las frutas muy maduras, casi en descomposición, para succionar sus fluidos cargados de azúcares y alcoholes.



Ninguno de los casos anteriores supera en sofisticación al que hemos descrito en este artículo, que como se dijo, transita entre el comensalismo y el parasitismo. El propio Leandro Moraes se pregunta cómo una mariposa nocturna completa la dieta salina con lágrimas de pájaros viviendo en uno de los ambientes más productivos de la región amazónica. Cree que hay dos posibles respuestas. Puede que el objetivo de la mariposa sea añadir un complemento proteico a su dieta, incorporado las mucinas lagrimales. Si, como parece más probable, lo que busca es sodio (Na+), puede que el catión no sea tan abundante ni tan accesible durante determinados períodos del año o en ciertos espacios de su biotopo, debido a la variación y dinamismo propios de ese tipo de bosques maduros, muy sensibles a las inundaciones anuales.

Lo que sí es seguro es la enorme variedad y complejidad de las relaciones interespecíficas que se establecen en las biocenosis de los ecosistemas, muchas de las cuales aún desconocemos. Finalizamos el artículo con un fragmento del soberbio vídeo filmado por Moraes en el bosque amazónico.




José Antonio López Isarría