23 mayo 2018

Colonias de pingüinos

El pasado 2 de marzo, la revista Scientific Reports (ver enlace) publicó el descubrimiento de una colonia de pingüinos Adelia (Pygoscelis adeliae) en un islote situado en el extremo norte de la Antártida. A partir de una encuesta multimodal, que combina censos directos sobre el terreno y recuentos automatizados por ordenador de imágenes obtenidas con drones, los investigadores calcularon la existencia de 751.527 parejas en una colonia de uno de los islotes Peligro (Danger Islands). Este dato supone la mayor colonia de pingüinos censada nuca.



El archipiélago de Danger Islands se compone de 9 islas que se extienden a lo largo de un eje de unos 35 km en el extremo norte de la península antártica, en el noroeste del mar de Weddell. Estas islas fueron descubiertas en 1842 por una expedición británica dirigida por el explorador James Clark Ross, que les dio su nombre debido a que no fueron avistadas hasta que el barco estuvo muy próximo, pues estaban ocultas entre numerosos icebergs. El hielo es común en estas islas, incluso en el verano austral. De hecho, debido a las corrientes del mar de Weddell, que conducen el hielo marino hacia el norte, el acceso a las islas es prácticamente imposible en la mayoría de los años.

Mapa de situación de los islotes Peligro (Danger Islands)
Sin embargo, las manchas de excrementos de aves (guano) observadas en 2014 en esos islotes por el satélite Landsat de la NASA fueron reveladoras. Allí parecía congregarse un gran número de pingüinos. Para confirmar el descubrimiento, un equipo compuesto por Heather Lynch, de la Universidad de Stony Brook (USA), Stéphanie Jenouvier, de la Institución Oceanográfica Woods Hole y otros investigadores de la Universidad de Oxford (Reino Unido), organizó una expedición a la zona para censar las aves sobre el terreno. Cuando llegaron, en 2015, los investigadores se encontraron 1,5 millones de pingüinos en el suelo rocoso del islote. Una cifra cercana a la de habitantes de la ciudad de Barcelona.

La mayoría de las aves marinas cría de forma colonial, en concreto el 98% de las 274 especies descritas. Este éxito en el comportamiento reproductor debe aportar suficientes beneficios para contrarrestar los perjuicios asociados, como la transmisión de parásitos y enfermedades, una mayor competencia por el alimento y por las parejas, y un mayor riesgo de parasitismo del nido. Los beneficios de la cría colonial se han relacionado con una mayor eficiencia en la localización del alimento y una mayor protección frente a los depredadores.

Foto aérea de dos agrupaciones de pingüinos Adelia tomada desde un dron
Los biólogos Ettiene Danchin y Richard H. Wagner (ver referencia al trabajo)  sugieren un modelo que han denominado "hipótesis de la selección de bienes" (commodity selection) para explicar la evolución del hábito reproductor en colonias. Según ellos, las aves no buscarían "conscientemente" la compañía con iguales en una colonia, sino que seleccionarían ciertas ventajas de un determinado lugar, como un buen sitio para ubicar el nido o una pareja reproductora adecuada, y esto produciría secundariamente la agregación de individuos congéneres.

Colonia de pingüinos emperadores en la Antártida. © Fotopress
Esta nueva hipótesis sintetiza otras dos ideas: la "selección de hábitat" según la cual los nuevos individuos que lleguen a la colonia imitarán la elección de hábitat de aquellos congéneres que hayan tenido un elevado éxito reproductor, por lo que construirán su nido lo más cerca posible de ellos; y la “selección sexual” (en este caso denominada "hidden lek" o “lek oculto”) que sugiere que los machos monógamos de las especies coloniales agregan sus nidos por el mismo mecanismo por el que los machos de las especies que forman leks de apareamiento, como los gallos lira o los urogallos, se unen en ciertos lugares de exhibición para cortejar a las hembras.

Pingüinos Adelia en la Antártida
Las 17 especies de pingüinos que existen en la actualidad (incluidas todas en la Familia Spheniscidae), viven en aguas templado-frías formando extensas colonias. Son aves marinas no voladoras que se distribuyen solamente por el hemisferio sur, especialmente en lugares de altas latitudes. Solo una especie vive en la línea del Ecuador, el pingüino de las Galápagos (Spheniscus mendiculus). Nidifican en las costas de la Antártida, Nueva Zelanda, el sur de Australia, Sudáfrica, todas las islas subantárticas, islas Galápagos (Ecuador), Perú, Chile y la Patagonia Argentina.

 Pingüinos de las Galápagos ©  Bill Hale
Fuera de la época de reproducción pueden ser encontrados mucho más al norte, llegando al sudeste de Brasil por el Atlántico y como errantes a Colombia y Panamá por el Pacífico. En las regiones intertropicales se encuentran solo en determinadas zonas de corrientes de agua fría, como en la costa oeste de América del Sur con la corriente de Humboldt, en las islas Galápagos con la corriente de Cromwell o en Sudáfrica con la corriente de Benguela. La mayoría de las especies habitan entre los 45º y los 60º de latitud sur. Las mayores concentraciones se encuentran alrededor de la Antártida y en las islas cercanas.

Pareja de pingüinos emperador con su cría (izquierda) y pingüino enano (derecha)

A pesar de la evidente similitud morfológica, sus tamaños varían desde menos de medio metro y un poco más de un kilo de peso, como el pingüino enano (Eudyptula minor) de Nueva Zelanda, hasta el imponente pingüino emperador (Aptenodytes forsteri), que triplica la talla y pesa casi 30 kg. Grandes o enanos, su forma es inconfundible, fruto de una adaptación a la vida acuática. Es probable que la coloración oscura del dorso y blanca del frente les permitan camuflarse en el agua, haciéndolos menos visibles para sus presas y sus depredadores.



Como no vuelan, no tienen que preocuparse por el peso. Han desarrollado grandes reservas de grasa que los aíslan del frío y que funcionan como almacenes de energía a largo plazo. Todos los pingüinos son carnívoros, y se alimentan de plancton, peces grandes y calamares. Como sus presas son rápidas y escurridizas, tienen que capturarlas con unos pequeños ganchos que se proyectan hacia atrás en la boca, unas estructuras similares a dientes de queratina. La velocidad de sus presas es un problema menor, pues literalmente “vuelan” bajo el agua. Aunque sus alas/aletas son muy cortas si las comparamos con las de las aves voladoras, generan un impulso poderoso. 

 Fotografía de Paul Nicklen, ganadora del concurso Veolia Environment Wildlife Photographer de 2014
Este hábito buceador ha ocasionado varias modificaciones en su anatomía. Su cuerpo es hidrodinámico, lo que facilita una natación veloz durante sus incursiones en el agua. Solamente comen cuando están en el agua y poseen unas glándulas supraorbitales que les permiten eliminar el exceso de sal que ingieren junto a los peces, calamares y pequeños crustáceos. Su función es parecida a la de los riñones aunque mucho más eficiente en la eliminación de sal, lo que permite a estas aves sobrevivir sin tener acceso al agua dulce.

Debido a su hábito subacuático, los ojos de los pingüinos están adaptados para ver bajo el agua a profundidades considerables. En cambio, en tierra no tienen buena vista y utilizan su canto para reconocerse. Las parejas y sus crías se identifican mediante sonidos. El hecho de que padres e hijos se puedan encontrar en estas multitudinarias colonias, explica que el método de comunicación debe ser muy eficiente. También se ha sugerido que el bullicio de las colonias sirve para sincronizar la puesta de los huevos. Si una buena parte de los huevos de la colonia eclosionan al mismo tiempo, se reduce la posibilidad de que los pollos sean depredados, pues son protegidos por una multitud en lugar de una pareja reproductora. El principal peligro para los pollos procede de otras aves, unas grandes y agresivas gaviotas llamados skúas (Catharacta antárctica).

Skúa (Catharacta antárctica) atacando a un pollo
Los pingüinos han desarrollado una increíble capacidad de termorregulación. Mantienen estable su temperatura corporal entre los 35° y los 41°C gracias a su plumaje, que retiene un colchón de aire en su base, y a una gruesa capa de grasa situada por debajo de la piel. Algunas especies como el pingüino emperador soportan temperaturas ambientales próximas a los - 40°C y logran bucear en aguas casi congeladas.

Durante el periodo Cretácico (hace 144-65 millones de años) la Antártida estuvo cubierta por bosques templados y subtropicales, donde habitaban peces de agua dulce, dinosaurios y quizá otros reptiles. Cuando el continente quedó sepultado bajo el hielo de los glaciares, sobrevino una extinción masiva de especies. Hoy día en la Antártida no queda ningún vertebrado terrestre. Hay sólo algunas especies casi microscópicas, algunas especies de invertebrados,  algunos líquenes y ciertos musgos. La mayor parte del continente es tan frío que ni siquiera hay bacterias. De hecho, la desaparición de la flora y fauna antárticas es considerada como una de las mayores extinciones naturales en la historia de nuestro planeta. 

Actualmente, se ha observado un descenso de las poblaciones en 12 de las 17 especies de pingüinos del mundo. Este declive está vinculado, entre otros factores, a los efectos devastadores de la pesca abusiva, a las consecuencias derivadas del cambio climático, a la contaminación crónica por petróleo y la depredación por mamíferos introducidos. Los científicos están observando muy de cerca los posibles efectos sobre varias especies de pingüinos antárticos que dependen, en gran medida, de la presencia de hielo marino para la cría, alimentación y muda. Los pingüinos emperador podrían ver reducidas sus poblaciones de un modo drástico para el año 2100 si no adaptan sus migraciones y cambian el calendario de las etapas de su crecimiento. Deberíamos ser más sensibles a las señales de alarma que nos llegan si queremos seguir disfrutando de la singular belleza de estas aves.


José Antonio López Isarría