09 abril 2018

El jilguero, una presa fácil del silvestrismo

El jilguero (Carduelis carduelis) es una de las especies más comunes y populares de nuestro país. Junto al canario, es el pájaro ornamental de compañía por excelencia. El bibliógrafo y escritor italiano Alberto Bacchi de la Lega dijo de él que “tendría un mayor reconocimiento si fuese menos común y si su jaula no pareciera uno de los muebles casi imprescindibles en nuestra vida diaria”. Su facilidad para capturarlo y mantenerlo enjaulado sumado a su vistoso plumaje y canto melodioso, lo han convertido, muy a su pesar, en un pájaro codiciado por los aficionados al silvestrismo.



El silvestrismo es una práctica de caza que consiste en la captura de jilgueros y otros fringílidos (verderones, verdecillos, pinzones y pardillos) para su adiestramiento en el canto, cría en cautividad e hibridación con otras especies. Los "silvestristas" sostienen que es una forma de mejorar las aptitudes canoras de estas aves y ampliar el espectro cromático de sus plumajes. Estas mejoras se consiguen mediante el cruzamiento de ejemplares seleccionados o por medio de la hibridación entre especies próximas genéticamente. Por lo tanto, argumentan que necesitan ejemplares silvestres para tener un stock de aves que mitigue los problemas de consanguinidad durante los cruzamientos. Analizaremos más adelante las dificultades legales de esta práctica de caza.

Jilgueros enjaulados actuando como cimbeles junto a las redes de caza.

El jilguero está presente en toda nuestra geografía, incluidas las islas Canarias y Baleares. A escala mundial, se distribuye por América, Eurasia y márgenes norte y sur del Mar Mediterráneo. Es un ave gregaria, sobre todo en invierno, estación en la que suele formar bandos mixtos con otros fringílidos. A la fracción sedentaria de la población ibérica se suman numerosos ejemplares de Centroeuropa y Gran Bretaña durante el invierno. La presencia de estos jilgueros foráneos no pasa desapercibida; el tamaño de la cabeza y pico, más grandes, y su mayor talla general los hace inconfundibles.

Canto del jilguero



Vive en una gran variedad de hábitats, siempre que exista una cierta cobertura arbórea y un clima suave. Es raro verlo por encima de los 1.800 metros de altitud. Aunque se le puede ver casi en cualquier punto de la geografía peninsular, abunda en olivares, cultivos de cítricos, dehesas y bosques abiertos. Muy frecuente también en medios urbanos y rurales (parques, jardines y huertas). En invierno vaga por campiñas, campos cerealistas y parajes ricos en cardos y otras herbáceas. Es especialista en extraer semillas de los cardos y otras plantas de la familia de las compuestas (Asteraceae).


Cría dos o tres veces al año, entre abril y agosto. Es el fringílido que retrasa más el cortejo. Construye un nido pequeño en ramas altas de árboles o arbustos. En su elaboración emplea fibras vegetales y animales blancas. El macho colabora con la hembra en su construcción. Este periodo se prolonga por espacio de 12-14 días. La hembra pone entre cuatro y seis huevos. Los pollos vuelan a las dos semanas y dependen de sus padres durante una semana más. Después se independizan y los adultos inician un nuevo ciclo reproductor.

Grupo de jilgueros jóvenes con adultos. Nótese la distinta coloración de sus cabezas.
Diversos estudios evolutivos sugieren que los fringílidos más próximos desde el punto de vista evolutivo son los canarios (género Serinus), que habrían competido con los Carduelis por sus nichos ecológicos. El tipo de alimentación, granívora complementada con insectos en la época de cría, es la misma en ambos géneros. Estudios moleculares realizados por el profesor Antonio Arnaiz-Villena asignan el papel de “antecesor viviente” del jilguero euroasiático al verderón serrano (Carduelis citrinella). Aunque es evidente que tanto la distribución de color del verderón serrano, su diseño facial y sus costumbres son totalmente diferentes a los del jilguero euroasiático,  pudieron evolucionar y diferenciarse en unas decenas de miles de años.

Verderones serranos (Carduelis citrinella). A la derecha, ejemplar con plumaje juvenil

Probablemente, un ancestro parecido al verderón serrano quedó aislado del continente en las islas de Córcega y Cerdeña (hace unos 5 millones de años) coincidiendo con la crisis salina del Messiniense. En esta época, el Mediterráneo se convirtió en un conjunto de grandes placas saladas y pequeños lagos hipersalinos. El aislamiento insular de aquellas aves favoreció la especiación de nuestros jilgueros euroasiáticos. Los verderones serranos continentales procederían también de los antecesores insulares. 

Los jilgueros han estado ligados a la historia de la humanidad de una forma muy especial. Disponemos de numerosas evidencias en las artes plásticas y musicales. Ya citamos en un artículo anterior (21 de junio de 2017) el concierto que compuso Antonio Vivaldi para flauta y cuerda denominado il gardellino (voz en dialecto veneciano del término il cardellino, nombre que recibe el jilguero en italiano)En el primer movimiento, tras la presentación de la flauta sobre un acompañamiento de la orquesta al unísono, el instrumento solista ejecuta un recitativo que imita el melodioso canto del jilguero.

il gardellino de A. Vivaldi



Respecto a la pintura, entre las decenas de ejemplos que existen, mostramos cuatro obras de pintores distantes en tiempo, estilo y tendencia artística.

El primero corresponde al maestro renacentista florentino Leonardo da Vinci. En su cuadro La Madonna Litta, de finales del siglo XV, hoy exhibido en el Museo del Hermitage de San Petersburgo, se muestra la figura de un niño que sostiene en su mano izquierda un jilguero, mientras que la otra cubre el pecho de su madre (imagen de la derecha, abajo)


En segundo lugar, mostramos la reproducción de la obra Tazón de China con las figuras, un pájaro y cerezas, de la pintora italiana Giovanna Garzoni del s. XVII. Es una acuarela sobre pergamino que puede contemplarse en la Galleria Palatina (Palazzo Pitti), de Florencia (imagen de la izquierda, arriba)

La tercera imagen (abajo, izquierda) corresponde a un óleo sobre tabla del holandés Carel Fabritius, (1654). Este pintor fue uno de los discípulos más aventajados de Rembrandt y maestro de Vermeer. Parece que la obra fue concebida para engañar al espectador (a modo de trampantojo). Las marcas de clavos que aún conserva sugieren que la tabla podría haber estado incrustada dentro de un pequeño nicho, en una pared encalada del mismo color, quizá en el exterior de una casa. Cualquier visitante que la mirase sin detenimiento podría tomarlo por un pájaro de verdad.


En cuarto lugar traemos una conocida obra del genial pintor aragonés Francisco de Goya, de título Caza con reclamo, pintada en 1775 (arriba a la derecha). Es un óleo sobre lienzo que muestra un puesto de caza con reclamo de dos aves enjauladas, un mochuelo y un jilguero. Completan la escena un perro agazapado y una red sobre un árbol que enmarca al grupo. Puede verse en el Museo del Prado de Madrid.

Esta última pintura nos permite enlazar con el ya citado silvestrismo, una práctica que en nuestro país cuenta con unos 40.000 aficionados federados. Los pájaros, fringílidos en su mayoría, se cazan en verano y otoño. Tras la captura, se procede a su educación invernal en los diferentes tipos de trinos con el fin de ser presentados a concursos de canto. En estos certámenes, los jueces puntúan "la nitidez, intensidad, pausa y claridad" de sus trinos básicos, cantes enlazados y coplas rematadas, registros del argot silvestrista. La enseñanza se consigue mediante interminables sesiones de audición de trinos grabados, preferentemente durante los meses en los que el pájaro cambia su plumaje juvenil por el adulto.

Plumaje juvenil (izquierda) y adulto (derecha)

Hay que recordar que una directiva europea (2009/147/CE) relativa a la conservación de aves silvestres establece, en su artículo 5, la prohibición de "matar o capturar de forma intencionada, sea cual fuera el método empleado, todas las especies de aves que viven normalmente en estado salvaje en el territorio europeo”. En España, no obstante, ciertas comunidades autónomas conceden permisos amparándose en las excepciones del artículo 9: "para fines de investigación o de enseñanza, de repoblación, de reintroducción, así como para la crianza orientada a dichas acciones" y "en condiciones estrictamente controladas y de un modo selectivo, la captura, la retención o cualquier otra explotación prudente de determinadas aves en pequeñas cantidades".

La tabla indica el número máximo de capturas de fringílidos autorizadas por el Estado español, en el período 2013-2018.
Andalucía, con 16.625 capturas en 2018, es la comunidad que más permisos otorga, seguida de la comunidad valenciana con 10.400. El total de capturas autorizadas en España asciende a más 43.000. Nótese que en 2013 las autorizaciones de captura ascendieron a  mas de 376.000 pájaros de jilgueros, pardillos, verderones, verdecillos y pinzones. El descenso ha sido radical pero la meta siempre debería ser cero capturas.

Durante años, las comunidades han argumentado que las capturas iban dirigidas a iniciar la cría en cautividad, pero el gran número de licencias otorgadas han acabado con la paciencia de la Comisión Europea. En julio de 2011 la Comisión Europea ya inició un procedimiento de investigación (EU Pilot) para esclarecer la situación de la captura irregular de fringílidos en España. Con el objeto de intentar evitar ser llevado ante el Tribunal de Justicia, el gobierno central y las comunidades autónomas acordaron unas Directrices Técnicas que incluían la reducción paulatina del número de capturas, que se destinarían a la cría en cautividad, y que deben concluir en este año, 2018.

A día de hoy, asumiendo la irregularidad de esta práctica, han suspendido las autorizaciones de caza Baleares, Cantabria, Asturias, Navarra, Castilla y León y Cataluña, así como la provincia de Guipúzcoa. En otras comunidades como Aragón, Canarias, Extremadura, Galicia, La Rioja, el resto de Euskadi y las ciudades de Ceuta y Melilla, los cupos de captura se han reducido mucho, y apenas se capturan ya unos cientos de ejemplares. Andalucía y Murcia, ajustándose a las Directrices Técnicas, han vuelto a autorizar miles de capturas. Queda por ver qué harán Castilla-La Mancha,  Madrid y Valencia, aunque no existen buenos presagios al respecto.

Respecto al argumento ya citado de la necesidad de capturar ejemplares silvestres para disponer de un stock que reduzca la consanguinidad en los cruzamientos, hay que recordar que en otros países, como Francia y Bélgica, ya han abandonado esta práctica y la cría en cautividad es una realidad constatada.


Nuestros jilgueros silvestres, y el resto de nuestros fringílidos, no deberían ser capturados con fin alguno, salvo el destinado al anillamiento científico. La legislación es muy clara la respecto.

José Antonio López Isarría