30 octubre 2017

Cotorras invasoras

En Biología se considera que una especie es invasora si se introduce o establece en un hábitat natural o seminatural y, además, es un agente de cambio y amenaza para la diversidad biológica nativa. Hoy hablaremos de dos especies de aves invasoras: las cotorras de Kramer y las cotorras argentinas. Fueron introducidas en España como mascotas y, gracias a su liberación y posterior adaptación a la vida silvestre, se han convertido en una plaga incontrolable en algunas ciudades españolas como Madrid, Barcelona y Sevilla.


Aparte de las alteraciones del hábitat en el que se introducen, las nuevas especies compiten con las autóctonas por el espacio y la comida, pueden transmitir enfermedades para las que las nativas no están preparadas y, en casos extremos, depredan sobre las autóctonas (como ocurre con las tortugas japonesas (Trachemis scripta), una de las mascotas más populares).

Hace más de 30 años, la organización SEO/BirdLife ya advirtió de las posibles consecuencias del comercio de estas aves. Señalaron que las cotorras podrían llegar a ser una plaga en España, tal como ya ocurría en otros países europeos. La primera detección de las cotorras de Kramer en Europa se produjo en Inglaterra durante 1969. Las cotorras argentinas llegaron a Europa durante la década de los 80.

Gráfica de Heber Longás / EL PAÍS

El número de cotorras de Kramer en España se estima en torno a los 3.000 ejemplares según el censo elaborado por SEO/BirdLife en otoño de 2015. Destacan Sevilla y Madrid con casi 1.400 y 800 ejemplares respectivamente, pero Tenerife también cuenta con varios centenares de ejemplares.

Censo de 2015 elaborado por SEO/BIRDLIFE

Respecto a las cotorras argentinas, se estima una población cercana a los 20.000 ejemplares. Las provincias con mayor número de ejemplares son Madrid, Barcelona y Málaga. Por comunidades autónomas destacan Cataluña y la Comunidad de Madrid, con cerca de 6.500 ejemplares cada una, seguidas de Andalucía, la Comunidad Valenciana y la Región de Murcia.

Censo de 2015 elaborado por SEO/BIRDLIFE

La cotorra argentina (Myiopsitta monachus) es un ave psitaciforme que se distribuye de forma natural por Sudamérica. Tiene un tamaño pequeño, entre 28 - 31 cm de largo, y un peso entre 120 - 140 g. En su plumaje dominan los tonos verdes, a excepción de las rémiges azuladas, muy visibles en vuelo, y la frente, la garganta y el pecho, que son gris-claro en los adultos. La cola es larga, aunque algo menor que en la cotorra de Kramer, en tanto que el pico, fuerte, corto y ganchudo, es de color ocre claro. Fácilmente reconocible por su reclamo fuerte. Ha sido exportada como mascota en grandes cantidades desde comienzos del siglo XX. Entre 1981 y 2014 se exportaron más de 1.300.000 cotorras argentinas a muchos países, de las cuales 258.000 tuvieron como destino España, según las estadísticas de comercio de especies de la base de datos de CITES (acrónimo de Convention on International Trade in Endangered Species, Convenio internacional que regula el comercio de especies amenazadas de fauna y flora silvestre).


Desarrollan su vida en grupos sociales muy complejos. Construyen nidos comunales  generalmente en los árboles. Se cita como la única especie de Loro que construye sus propios nidos utilizando ramas. El periodo reproductor se extiende de abril a septiembre, aunque puede hacerlo todo el año en cautividad y es posible que también en libertad en algunas zonas costeras de la península Ibérica pues en Barcelona se han detectado pollos en el mes de diciembre. Ponen de 5 a 8 huevos por nidada, y la incubación dura unos 26 días. Los huevos se adaptan a cualquier tipo de climas templados o tropicales debido a la protección térmica que proporcionan las cámaras de los nidos coloniales. En la naturaleza vuelan en bandadas ruidosas a gran velocidad, nunca levantando las alas por encima del cuerpo, y con un continuo aleteo.

Nidos comunales

En su entorno originario ocupa hábitats muy variados: pastizales, terrenos agrícolas, bosques tropicales degradados y ambientes urbanos, entre altitudes de 0 a 1.000 m s.n.m., mientras que en los países donde se ha introducido por la acción del hombre está prácticamente restringida a hábitats urbanos o semiurbanos. Suele alimentarse en grupo, de semillas, frutos, bayas, flores, insectos y sus larvas, sobre plantas o en el suelo.


La cotorra argentina ha sido citada en ocasiones como responsable del declive de las aves urbanas, tanto por ataques como por competencia, aunque no existe información científica suficiente que documente esta teoría. Se ha publicado que desplaza a especies autóctonas como el mirlo y la urraca. Pero también existen evidencias de coexistencia pacífica con el resto de especies urbanas, llegando a compartir nido con grajillas (Corvus monedula), gorriones (Passer domesticus) y cernícalos comunes (Falco tinnunculus), y alimento junto a palomas (Columbidae), gorriones y cotorras de Kramer.

Escuchemos, a continuación, el sonido que emite una bandada de cotorras argentinas:



Se han descrito daños ocasionales a cultivos, en especial sobre árboles frutales. En la provincia de Barcelona, en el año 2001, se han citado daños sobre cultivos de tomates que afectaron a la producción de unos 50.000 frutos. En el medio urbano, provoca evidentes problemas por ruido asociados a la proximidad de los nidos y una cierta degradación del mobiliario urbano y otras estructuras o edificios por excrementos. Aunque no se ha confirmado aún en España, se han citado posibles conexiones con la enfermedad de Newcastle (enfermedad aviar altamente contagiosa que afecta a muchas especies tanto domésticas como silvestres. Afecta con más notoriedad a las aves de corral debido a su alta susceptibilidad y a las posibilidades de impacto severo que una epidemia causa en la industria avícola).

Diversos programas de actuación se han puesto en práctica para frenar su capacidad invasora: 

1.- Uso de alimentos tratados químicamente con inhibidores de la reproducción. En Estados Unidos se ensayó la administración de semillas de girasol tratadas con un anticonceptivo (diazacón), obteniendo una reducción del 68% del número de pollos producidos en los ejemplares tratados. El principal problema de esta actuación es el enorme riesgo que supone para las especies granívoras nativas.
2.- Destrucción de nidadas. En Zaragoza se procedió durante 10 años consecutivos a la eliminación de huevos. Al final no sólo no se consiguió eliminar la población sino, más bien, su aumento paulatino hasta alcanzar unos 1.700 individuos.
3.- Eliminación de ejemplares adultos. La eliminación de adultos usando armas de fuego ha sido la medida elegida para erradicar de manera exitosa a esta especie en las Islas Seychelles y sugerida también como la más eficiente en propuestas de plan de erradicación de Psitácidos en algunas ciudades españolas, como Barcelona.


La cotorra de Kramer (Psittacula krameri) es una especie psitaciforme originaria de África y el sur de Asia, que está ampliamente distribuida por otras partes del mundo debido a escapes y sueltas de animales de jaula. Es un loro de tamaño mediano, más grande que la cotorra argentina,  plumaje verde amarillento, cola muy larga, y pico corto y ganchudo, con la mandíbula superior de color rojo intenso y la inferior negra. Los machos adultos presentan un delgado collar rosáceo hacia la nuca y oscuro bajo el pico, del que suelen carecer las hembras y que falta en los jóvenes. El plumaje adulto empieza a aparecer a los 18 meses y se completa a los 32 meses. 

Plumajes del macho y la hembra
Se trata de una especie muy ruidosa, que emite unos gritos agudos característicos. La especie ha sido comercializada desde hace muchos años, lo que ha ido incrementando su área de distribución debido a los continuos escapes y sueltas deliberadas. La primera cría en Europa apareció en Reino Unido en 1855 y poco después en Holanda, Bélgica, Francia, Alemania. Los primeros registros continuos de aves en libertad se produjeron en Inglaterra a partir de 1969.

Escuchemos, a continuación, el bullicioso sonido que emite una bandada de cotorras de Kramer:



Su dieta es granívora, sin desdeñar otros alimentos vegetales como los dátiles, fruta, frutos secos, néctar, hojas y flores. Su época de reproducción varía entre noviembre y junio, según el lugar de procedencia. Las puestas son de 2 a 6 huevos. Hacen los nidos en techos de edificios y huecos de árboles, y los sitúan a alturas de 12 a 14 metros de altura.


Viven en grupos mixtos de 12 a 15 individuos pero pueden llegar a congregarse por centenares en las zonas de alimentación o cuando se reúnen en posaderos. Son aves sedentarias, aunque pueden realizar pequeños movimientos siguiendo la disponibilidad de comida o de las cosechas. En su área de distribución original, ocupa todo tipo de zonas abiertas con árboles, sabanas arbustivas, bosques secundarios poco densos, etc. También se encuentra en áreas cultivadas y en parques de zonas urbanas. Llega a verse hasta a altitudes de 1600 m., aunque generalmente se encuentra a menos de 900 m. s.n.m. En los países donde la especie ha sido introducida, la presencia de árboles con cavidades aptas para nidificar es un factor limitante para la expansión de la población (tal como se ha demostrado en Bélgica), y la especie ocupa hábitats urbanos o suburbanos, aunque en Canarias suele verse también en zonas rurales.



Su impacto ambiental sobre otras especies nativas se reduce a la competencia por nidos con murciélagos, como los nóctulos gigantes (Nyctalus lasiopterus), rapaces nocturnas, como el autillo (Otus scops) y pájaros carpinteros  (Picidae). Se ha observado también una competencia trófica con el mirlo (Turdus merula), la curruca capirotada (Sylvia atricapilla) y con otros granívoros y frugívoros. Se han constatado importantes daños en agricultura en Pakistán e India. En áreas cultivadas, se alimenta también de cosechas de diversos cereales como arroz, maíz y mijo, de frutales y de plantas de café, pudiendo ocasionar pérdidas importantes. Puede incluso llegar a alimentarse de grano almacenado.

Además, la frecuente presencia de esta especie en ciudades plantea una posible amenaza para la salud pública, ya que eventualmente puede transmitir enfermedades como la psitacosis (enfermedad infecciosa que padecen los loros y papagayos, de los que puede transmitirse al hombre).

José Antonio López Isarría