La República del Guano

Dos décadas después de la independencia de Perú comenzaron a hacerse públicos los datos oficiales sobre exportación de guano, un abono natural derivado de los excrementos de ciertas aves marinas. Como era un recurso abundante y preciado, las cifras no pararon de crecer hasta 1870, año en el que se exportaron 728 mil toneladas de este abono. Tan valioso llegó a ser este mercado para el país que Perú fue considerado como “la república del guano”. Durante aquella época se vivieron dos guerras por el control de la veintena de islas peruanas donde se generaba este rico abono, pues España, Chile y Estados Unidos quisieron apropiarse de esos espacios.

Recolectores de guano en la isla Macabi (Perú). Foto de E. Benavides

Frente a la costa de este país andino, la corriente de Humboldt moviliza nutrientes desde el fondo marino hasta la superficie y enriquece de plancton a esas frías aguas. Los principales consumidores de ese plancton son unos pequeños peces gregarios que, a su vez, sirven de alimento a un gran número de aves que viven y nidifican en las rocas desnudas de las islas e islotes próximos. El ave más numerosa es una especie de cormorán llamado guanay por los nativos. Es el ave guanera por excelencia. Sus poblaciones han tenido graves fluctuaciones debidas, en gran parte, a la actuación humana sobre el frágil ecosistema costero peruano.

Cormorán guanay (Phalacrocorax bougainvillii)

El cormorán guanay (Phalacrocorax bougainvillii) tiene una amplia área de distribución a lo largo de la costa del Pacífico, desde Perú hasta el sur de Chile. Se alimenta durante el día en grandes bandadas de pequeños peces en cardumen como la anchoveta (Engraulis ringens), el camotillo (Normanichthys crockeri) o el pejerrey (Odontethes regia). Completa su dieta con moluscos y crustáceos marinos. Las áreas de pesca se sitúan desde solo cien metros de la costa hasta los 20-30 km. Desde sus lugares de descanso, cada mañana parten en bandadas para pescar de forma cooperativa en compañía de otras especies de aves marinas tales como el piquero peruano (Sula variegata)​ y el pelícano peruano (Pelecanus thagus).


Las colonias reproductoras se instalan en islotes rocosos y penínsulas, sobre suelos de escasa inclinación e inaccesibles a depredadores terrestres. Durante este periodo reproductivo no suelen alejarse de las colonias de cría. El tamaño de estas colonias varía según la orografía del terreno para establecer los nidos, desde unas docenas a más de mil parejas. Realizan dos nidadas por año, con 2-3 huevos por puesta. En un entorno de alimento abundante y accesible, estas aves tienen un potencial biótico elevado.

Pero la digestión de los guanays sólo absorbe una proporción relativamente pequeña de los nutrientes de las anchovetas que captura, el resto lo elimina mediante la excreción. Además, dos terceras partes de las heces caen al mar, fertilizan el agua y estimulan aún más el crecimiento de plancton. El tercio restante cae en las rocas de las islas y contribuye a la formación del preciado abono.

En las aves, la unidad funcional de los riñones es la nefrona, como en el resto de vertebrados. Este órgano depura la sangre de desechos y los elimina en forma de orina. El tamaño relativo de los riñones en las aves es más grande que el de mamíferos ya que debe producir una orina más concentrada para evitar la pérdida de agua. El metabolismo de carbohidratos y lípidos produce dióxido de carbono (CO2) y agua (H2O), residuos de muy fácil liberación al exterior.

El metabolismo de proteínas y ácidos nucleicos genera desechos nitrogenados (NH). Estos residuos se eliminan en los peces en forma de amoniaco (NH3) que es soluble en el agua y fácil de liberar a través de sus branquias. Pero en los animales terrestres, la acumulación de amoniaco es peligrosa y resulta letal por encima de los 5 mg por cada 100 ml de sangre. Para eliminarlo, los mamíferos y los anfibios excretan urea, un compuesto químico de fórmula CO(NH2)2. La urea contiene dos moléculas de amoniaco y requiere abundante provisión de agua. 

Las aves y los reptiles, en cambio, eliminan sus desechos nitrogenados mediante el ácido úrico, un compuesto químico que reúne a su vez dos moléculas de urea, cuya fórmula es C5H4N4O3. La ventaja del ácido úrico es que a pesar de tener el doble de átomos de nitrógeno que la urea requiere la mitad de agua en la orina. Además, precipita como solido fuera de la solución cuando su concentración aumenta, lo que libera más agua para ser reabsorbida. Por ello, los mamíferos requieren mayor aporte externo de agua, mientras que aves y reptiles sobreviven con un aporte muy reducido de agua

Las deyecciones de las aves tienen tres fracciones: una parte negruzca que corresponde a las heces (los residuos de la digestión), una parte blanquecina correspondiente al ácido úrico y una parte transparente que es orina libre de ácido úrico. La orina se evapora, las heces se degradan y el ácido úrico permanece. La gran acumulación de este último compuesto en zonas de grandes concentraciones de aves genera los depósitos de guano o wanu en su acepción quéchua. 

Rico en nitrógeno, fósforo y potasio, tres elementos muy importantes para el crecimiento de las plantas, el guano ha sido un tesoro de Perú desde los tiempos de los mochicas y los incas. Estas civilizaciones precolombinas ya conocían sus propiedades y lo usaban como abono en sus plantaciones. Durante su viaje por América del Sur en 1803, el naturalista alemán Alexander von Humboldt advirtió que en las desérticas áreas costeras del Perú, las plantas fertilizadas con guano crecían de forma exuberante. Un discípulo suyo, el geólogo peruano Mariano Eduardo de Rivero, investigó años después las propiedades fertilizantes del guano y sus trabajos fueron publicados en Europa en 1841. Las primeras exportaciones al Reino Unido tuvieron tal éxito que se originó una auténtica “fiebre del guano”. Se calculó que una tonelada de guano equivalía a 33 toneladas de estiércol convencional.

El inicio de la exportación del guano llegó en un momento en el que en Europa los campos estaban destrozados tras las guerras napoleónicas y necesitaban fertilizantes. En Estados Unidos también se roturaban grandes extensiones por los colonos que levantaban sus granjas en plena conquista del oeste. Entre 1848 y 1875 se exportaron 20 millones de toneladas de guano. Como resultado de esta extracción masiva, las colonias de aves fueron arrasadas y los depósitos de guano prácticamente se agotaron a principios del siglo XX, con un impacto inmediato en la agricultura peruana que estuvo al borde del colapso.

Cartel comercial del aguano en el sisglo XIX

En esta situación crítica se fundó la Compañía Administrativa del Guano (CAG), con el objetivo de proteger y salvar lo poco que aún quedaba. Esta gestión de socorro dio sus frutos y logró una lenta recuperación de las colonias. La codicia humana casi arrasa la principal fuente de riqueza del país. Lamentablemente, a partir de los años 50 se producirá el “boom” de la pesca de la anchoveta y el Estado peruano dio prioridad a la industria pesquera en detrimento de la guanera. Finalmente la CAG acabaría siendo cerrada

En 1914 los alemanes Fritz Haber y Carl Bosch realizaron la síntesis química del amoniaco y abrieron la puerta a la producción de fertilizantes artificiales de forma masiva. La aparición de abonos químicos de síntesis provocó el declive del negocio del guano. Se consideró entonces que ante un mercado menguante de abono local era mucho más rentable la pesca de anchovetas que, a pesar de no ser apropiadas para consumo humano, se podían transformar en pienso para alimentar al ganado y otros animales domésticos. 

Fritz Haber (derecha) y Carl Bosch. Foto: Wikimedia.

Las poblaciones de aves guaneras han experimentado cambios drásticos en sus números en los últimos dos siglos. Estos cambios se deben en gran medida a la variable disponibilidad de alimento causado por la sobrepesca de anchovetas y a la aparición de la Corriente del Niño. Dado que el alimento principal de las aves guaneras es la anchoveta, si ésta abunda, abundan las aves. Cuando ésta mengua mucho, se produce un descenso poblacional o una huida masiva. Por otra parte, cuando ocurre un episodio de calentamiento de las aguas costeras producido por la corriente de El Niño disminuye la productividad del plancton. 

En condiciones normales hay una masa superficial de agua cálida en la zona más occidental del océano Pacífico, mientras que cerca de las costas de América del Sur (Chile y Perú) el agua superficial es más fría. Una masa de agua profunda y fría aflora hacia la superficie y arrastra nutrientes del fondo. Cuando sucede el fenómeno El Niño, las corrientes marinas cambian en la zona y se bloquea el afloramiento a la superficie de las aguas frías que arrastran nutrientes del fondo. Los caladeros de pesca pierden su riqueza habitual por falta de alimento.

Esta caída del plancton disponible afecta de forma negativa a las larvas, invertebrados y peces pelágicos que se alimentan de él, y  la anchoveta, un pez de agua fría, se desplaza hacia el Sur y se fondea. Los guanays deben abandonar sus áreas habituales de pesca y desplazarse a los nuevos caladeros. Las otras dos especies guaneras de la zona, el piquero y el pelícano, sufren graves problemas de alimentación pues carecen de la necesaria aptitud buceadora.

En el bienio 1972-1973, la sobrepesca y el evento de El Niño provocaron el colapso de las poblaciones de anchoveta y una alta mortalidad de aves. Se calculó que la población combinada de las tres especies guaneras pasó de 6,6 millones de aves en febrero de 1972 a 0,6 millones en septiembre del mismo año, un descenso del 91% de la población aviar. Nuevamente, Perú estuvo a punto de perder la pesca, las aves y el guano.

La anchoveta es un pez de talla pequeña y tiene el cuerpo alargado y comprimido lateralmente, con una boca ancha que le ayuda a filtrar de forma eficaz el plancton que consume. Es una especie muy prolífica debido al alto índice de fertilidad de sus hembras, que generan millones de huevos a lo largo de su vida, y a un ciclo vital rápido, pues se alcanza la madurez sexual en aproximadamente un año. El desove y especialmente el reclutamiento (cantidad de nuevos peces que se unen a una población cada año) son muy sensibles a los cambios de condiciones ambientales y sus efectos se ven reflejados de forma inmediata en el stock dada la corta vida de la especie. Además, como todas las especies que se mueven en grandes cardúmenes, la facilidad de su captura las hace muy vulnerables a la sobrepesca. 

Entre las medidas tomadas para frenar la destrucción de las colonias guaneras que se tomaron a principios del siglo pasado, se instauró un sistema rotatorio para la extracción del guano, de modo que se dejaba descansar a algunas islas y se favorecía la reproducción de las aves. Además, se restringió la actividad humana (pesca, caza de las mismas aves, recolección de huevos) en los alrededores de los sitios guaneros. El objetivo era que el hábitat de las aves guaneras quedara a salvo. Pero un siglo después, el estado de conservación del pelícano peruano está en el umbral de la amenaza de extinción y sus colonias reproductivas han disminuido drásticamente. Respecto al  guanay y al piquero peruano, la explotación controlada de guano parece no afectar el número poblacional en sus colonias reproductivas. Es posible que sean más tolerantes a la presencia humana, sin embargo, se conocen casos de aves no guaneras que han acabado desplazadas de sus sitios de reproducción debido a estas prácticas.

Colonia de guanays en una de las Islas Ballestas

En la actualidad, Perú ha creado La Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras, un área protegida que comprende 22 islas, islotes y grupos de islas además de 11 puntas a lo largo de la costa peruana desde Piura hasta Tacna. Su principal objetivo es la protección de las poblaciones de aves y demás especies marinas, el manejo sostenible de los recursos naturales (guano, peces e invertebrados marinos), la investigación científica y la educación ambiental. El Censo Nacional de Aves Guaneras del año 2023 arrojó un total de 4,5 millones de individuos. Esperemos que, al menos, esa población sea sostenible en el futuro.

José Antonio López Isarría