Una investigación publicada en 2016 explica el proceso por el cual los habitantes de una tribu del norte de Mozambique son guiados por un tipo de pájaros para encontrar panales de miel. La zoóloga sudafricana Claire Spottiswoode ha estudiado este comportamiento durante ocho años en la tribu Mbamba, que vive en la sabana boscosa de la reserva natural Niassa. Este estudio aporta como novedad que tanto los pájaros como los humanos implicados utilizan una llamada especial para comunicarse entre sí. Sería la primera vez que se descubre una comunicación recíproca entre seres humanos y animales salvajes.
Estas aves pertenecen al género Indicator, nombre que hace referencia a
su facultad de señalar a los humanos (y también a ciertos mamíferos)
dónde se encuentran las colmenas de abejas. Todas sus especies habitan en el
África subsahariana, salvo dos que son nativas del sur de Asia
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Reserva natural Niassa (Mozambique) |
La primera referencia que se conoce sobre este raro comportamiento alimenticio se debe al misionero portugués Joao dos Santos, quien en 1569 escribió
que estas aves entraban en la iglesia de su misión de Sofala (Mozambique) a
comer la cera de las velas del altar. Desde entonces, los naturalistas han
acumulado indicios de este singular consumo por parte de estas aves, confirmados
por el hallazgo de restos de cera en sus estómagos. En 1954, se publicó un
artículo en la revista National
Geographic por el biólogo H. Friedmann titulado “Guías de la miel: pájaros que comen cera”.
El descubrimiento de este hábito alimenticio era
desconcertante, ya que se consideraba una sustancia indigerible, al menos para las aves y los mamíferos.


Pero lo cierto es que la facultad
de comer y digerir la cera de abejas ha sido ya confirmada en dos especies de
miel: el “indicador menor” (Indicator
minor) y la “guía de miel de
garganta negra” (Indicator indicator), gracias
a los trabajos de la bióloga Colleen
Downs, de la universidad
KwaZulu-Natal, (Sudáfrica). La capacidad de digerir las ceras se ha establecido
desde entonces en algunos vertebrados marinos, y más recientemente en las crías de
varias aves marinas planctívoras y aves frugívoras.
Desde el punto de vista
químico, las ceras son lípidos simples. En general son sólidas e insolubles
en agua. Los lípidos constituyen la fuente de energía más
concentrada que un ave pueden consumir y, además, son el único componente
dietético que se deposita intacto en tejidos con poca o ninguna modificación. La
manera en que las guías de miel
digieren la cera todavía no se entiende con claridad. No hay una especialización evidente
en sus órganos digestivos. En principio, la digestión de la cera podría tener
lugar con el concurso de bacterias simbióticas presentes en el intestino del ave o
con la ayuda de enzimas específicas.

Gracias al trabajo de Colleen Downs sabemos los
microorganismos simbiontes no juegan un papel relevante sino que los pájaros disponen
de capacidad endógena para digerir la cera consumida. Se han hallado lipasas (enzimas que disgregan las grasas de los alimentos de
manera que se puedan absorber) en el páncreas y en el intestino delgado que podrían colaborar en la
tarea. Además, se observó una larga permanencia del tracto digestivo en el
intestino que haría posible la absorción de hasta un 90% de la cera consumida. No
obstante, el consumo exclusivo de cera plantea un déficit nutricional de proteínas que se debe compensar con la ingesta de
insectos.

Aunque la comunicación entre seres
humanos y animales domesticados es común, la comunicación regular
con animales salvajes es rara. El equipo de la doctora Spottiswoode ha demostrado que cuando
los cazadores Mbamba hacen una llamada específica (un gorjeo seguido de un
breve gruñido), los pájaros son más propensos a acudir en su ayuda y encontrarles
un nido de abeja. Esta interacción sugiere que las aves son capaces de asociar
un significado específico de cooperación a la llamada del ser humano. De ser
cierto, significaría un raro caso de mutualismo
entre los humanos y un animal salvaje. El mutualismo
es una forma de interacción con beneficio mutuo entre individuos de
diferentes especies.
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Lago Eyasi (Tanzania) |
Cerca del lago Eyasi, al norte
de Tanzania, vive otra tribu de cazadores recolectores que también mantiene
lazos cooperativos con guías de la miel. Es la tribu Hazda, con
una población total es de unos 1.000 individuos repartidos en campamentos
de 20-30 personas. Son recolectores nómadas que cambian de asentamiento cada
cuatro a seis semanas. Hay una estación seca de mediados de junio a mediados de
noviembre y una estación lluviosa de mediados de noviembre a mediados de junio.
Los hadza reconocen
siete especies de abejas productoras de miel, seis de las cuales son pequeñas
abejas sin aguijón. La gran Apis mellifera es la especie más
importante en cuanto a producción de miel. En comparación con las razas
híbridas que emplean los apicultores europeos, esta es mucho más agresiva en la
defensa de sus colmenas. Sus picaduras pueden provocar fuerte
inflamación y fiebre durante varios días. Muestra su mayor actividad
a finales de la temporada de lluvias (marzo-mayo), coincidiendo con el pico de
floración y producción de néctar. Durante esta época, aproximadamente el 20 %
del total de los alimentos que los hadza traen al campamento
es miel.
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Apis mellifera |
En culturas de todo el mundo,
la miel ha sido muy apreciada por sus propiedades nutritivas y medicinales. Forma
parte importante de la dieta de muchas tribus recolectoras en zonas tropicales
y templadas con precipitaciones adecuadas. También es parte de la alimentación
de nuestros parientes más cercanos como los chimpancés, los bonobos, los
gorilas y los orangutanes. El entorno
en el que viven estas tribus cooperativas, con una amplia diversidad de plantas
con flor, es muy favorable para la vida de las abejas y la producción de miel.
A diferencia de sus vecinos pastores o agricultores, tanto los mbamba como los hadza no construyen colmenas sino que aprovechan las cavidades
naturales de los árboles en las que las abejas construyen sus panales.
Puede afirmarse que la
relación que establecen con las aves no es simbiótica en sentido estricto ya
que, con frecuencia esconden, entierran y queman panales con la intención de
mantener al ave hambrienta y en disposición de prestar continuas ayudas en su
localización. Este comportamiento manipulador y nada recíproco atestigua la
importancia de la inteligencia social en las estrategias de forrajeo de los pueblos
cazadores-recolectores.
Falta por investigar qué
impacto ha tenido la extensión de iglesias en las áreas de distribución de
estas aves. Estas construcciones pueden convertirse en depósitos de comida seguros, sin la molesta presencia de las abejas. Quizá se estaría modificando la secular comunicación entre pájaros y seres humanos.
Finalizamos con la emisión de un vídeo de apenas 3 minutos coproducido por las universidades de Cambridge y Cape Town, y la BBSRC (Bioscience for the future) en la que se expone el trabajo realizado por el equipo de Claire Spottiswoode.
José Antonio López Isarría